Zapatero retroactivo

“Cuando dejas el poder te vuelves invisible”, suele decir Juan Carlos Rodríguez Ibarra, expresidente de Extremadura y un buen socialista en el dique seco (a su pesar). Hasta hace unos días eso era de estricta aplicación al expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. De pronto ha recuperado la voz. Su presencia en el reciente congreso de los socialistas andaluces, donde cantó a dúo con José Antonio Griñán las excelencias de la renovación generacional y sus exculpatorias declaraciones de ayer, nos ponen en suerte a un Zapatero retrospectivo que, cómo no (Bono, Aznar, Guerra, Solbes…), vuelve con un libro de memorias bajo el brazo. Aunque la presentación oficial de “El Dilema: 600 días de vértigo” se producirá mañana, con el ex premier británico, Tony Blair, de estrella invitada, ayer se hizo notar en su primera rueda de prensa dos años después de abandonar el Palacio de la Moncloa.

Es una pena que el expresidente celebre jornada de puertas abiertas con tanto tiempo de retraso. Una falta de respeto hacia la ciudadanía y hacia su partido, los dos grandes damnificados de su gestión. Aquellos, los ciudadanos, ya se desquitaron en las urnas. El PSOE, en cambio, sigue en el desguace, donde él lo dejó en noviembre de 2011. Y no parece que nada de eso vaya a remediarse con la revelación de que la situación “no era tan fácil como algunos creían”. O que por tres veces defendió la dignidad nacional ante Angela Merkel.

En cuanto al “dilema” que se le vino encima, sorprende que no tuviera el menor interés en consultar a su partido cuando saltaron de golpe todas las alarmas en aquel aciago fin de semana (9-10 mayo 2010). Se supone, pues, que fue un dilema ante sí mismo: ¿renegar de su ideario con el gran hachazo o convocar elecciones? A balón pasado, acojona constatar que los recortes se improvisaron sobre la marcha,  “en horas”, dice, bajo la vigilante y fiscalizadora mirada de los ministros europeos de Economía, que estaban reunidos en Bruselas.

El “cueste lo que me cueste” era eso. Zapatero abanderó un durísimo e impopular programa de ajustes, pero el precio era el suicidio político. El suyo y el de su partido

“Convocar elecciones podría haber sido un riesgo grave para la estabilidad económica de nuestro país”, según él. Y actuar al dictado de los intereses de Alemania, alarmada por su exposición a la deuda pública de un país derrochador que lo había apostado todo al ladrillo, en vez de dar por terminada la Legislatura con la consiguiente convocatoria electoral, era el camino seguro para llevar a su partido a una dolorosa travesía del desierto.

Tres años y medio después, los recortes de Zapatero y la posterior profundización de los mismos, ya con Rajoy, no han servido para mejorar los indicadores que miden la salud económica de un país. Pero, eso sí, el PSOE tiene arruinada su credibilidad y sigue dando tumbos a la búsqueda de sí mismo.

El “cueste lo que me cueste” era eso. Zapatero abanderó un durísimo e impopular programa de ajustes. Frenó el rescate, por tres veces, dice él, pero el precio era el suicidio político. El suyo y el de su partido.