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¿Un Papa rojo?
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Antonio Casado

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¿Un Papa rojo?

Sorprendente llamamiento del Papa Francisco a los políticos. Les viene a pedir compromiso frente a “la tiranía del actual sistema económico”. Uno se pregunta si el

Sorprendente llamamiento del Papa Francisco a los políticos. Les viene a pedir compromiso frente a “la tiranía del actual sistema económico”. Uno se pregunta si el católico Gobierno Rajoy estará dispuesto a escucharlo. Y a combatir, en consecuencia, un sistema que “mata a través de la exclusión y la inequidad”, según se lee en el documento pontificio Evangelii Gaudium. Si donde dice “equidad” decimos “igualdad” y decimos “pobreza” donde dice “exclusión”, muy distraída tendría que ser la mirada sobre el texto de Bergoglio para no detectar la disposición de cualquier rojo de cercanías a secundar el llamamiento.

Es en ese punto donde Carlos Rodríguez Braun, buen amigo y liberal irrecuperable, me advierte frente al espejismo que puede sufrir la izquierda creyendo que este es un Papa rojo cuando en realidad es “católico”. Da igual, Carlos, porque si se decreta una cruzada contra la desigualdad y la pobreza, contra la inequidad y la exclusión, como dice el documento papal, sería indiferente hacerlo en nombre del socialismo o hacerlo en nombre de San Francisco de Asís. No da igual, Antonio, ya verás, es católico y hasta los socialistas se darán cuenta.                  

Hay en el socialismo democrático español una larga lista de nombres de profesión cristiana, desde Julián Besteiro hasta Susana Díaz, y no tiene nada de particular la coincidencia en la defensa de valores relacionados con la justicia social. Sobre todo, en el PSOE deshabitado de marxismo (septiembre 1979) que incorporó a sus filas a renombrados cristianos como Gregorio Peces Barba, José Bono, Leopoldo Torres, Francisco Vázquez, José Blanco, etc.

No es ninguna novedad que de la Iglesia han salido reprobaciones similares a las del ideario socialista contra un sistema generador de injusticia social

Tal vez las reservas de Rodríguez Braun se basen en la sospecha de que la condición de “católico” (a años luz del socialismo original, ya lo sabemos) acabará expropiando la de “cristiano”. Es cierto que, por decirlo en palabras de mi poeta de cabecera, León Felipe, el templo siempre se acabó comiendo a la doctrina en la larga historia de la Iglesia. Pero nunca es tarde para volverlo a intentar.

El contenido de la llamada exhortación apostólica que acabamos de conocer propone con toda claridad el retorno del Evangelio a la pirámide vaticana. Se anuncia una reforma de las estructuras de la Iglesia y una reconversión del Papado para que sea “más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle”, dice textualmente el documento (“La alegría del evangelio”, es su título en castellano).

Pero, volviendo a la doctrina, no es ninguna novedad que de la Iglesia han salido reprobaciones similares a las del ideario socialista contra un sistema generador de injusticia social. En la encíclica Rerum Novarum (León XIII, 1891) se hablaba de la “miseria del proletariado” como consecuencia de un ambiente “racionalista y liberal”. Al socialismo de la época (proponía la abolición de la propiedad privada) se refería como “una falsa bandera de redención”, pero el diagnóstico era exactamente el mismo que los proto-socialistas García Quejido, Pablo Iglesias y Jaime Vera ya habían expuesto en 1884 ante la famosa Comisión de Reformas Sociales sobre la Situación de la Clase Obrera: unos bien documentados informes sobre la miseria del proletariado y la necesidad de redimirlo.

Por todas esas razones, viejas y nuevas, viene a cuento preguntarse si el muy católico Gobierno Rajoy estará de algún modo dispuesto a luchar contra “una economía que mata a través de la exclusión y la inequidad”. Preguntar no ofende, ¿verdad?

Sorprendente llamamiento del Papa Francisco a los políticos. Les viene a pedir compromiso frente a “la tiranía del actual sistema económico”. Uno se pregunta si el católico Gobierno Rajoy estará dispuesto a escucharlo. Y a combatir, en consecuencia, un sistema que “mata a través de la exclusión y la inequidad”, según se lee en el documento pontificio Evangelii Gaudium. Si donde dice “equidad” decimos “igualdad” y decimos “pobreza” donde dice “exclusión”, muy distraída tendría que ser la mirada sobre el texto de Bergoglio para no detectar la disposición de cualquier rojo de cercanías a secundar el llamamiento.

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