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Antonio Casado

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Lo que Mandela nos enseña

Acompañado del príncipe de Asturias, el presidente Rajoy asistirá mañana al funeral oficial por Nelson Mandela en el estadio de Johannesburgo, donde España tocó el cielo

Acompañado del Príncipe de Asturias, el presidente Rajoy asistirá mañana al funeral oficial por Nelson Mandela en el estadio de Johannesburgo, donde España tocó el cielo en julio de 2010. Y puestos a buscar resonancias españolas en torno al gran hombre –me refiero al muerto–, hay otra mucho más actual: su idea del consenso. Muy parecida a la de nuestra transición de la Dictadura a la Democracia, pero muy diferente a la que se lleva cuando PP y PSOE, han de ponerse de acuerdo por obligación o por devoción. Esto viene a cuento de los guiños cruzados este fin de semana entre Rubalcaba y Rajoy, con motivo del trigésimo quinto aniversario de la Constitución, sobre la necesidad de poner al día nuestra ley de leyes. Reconocen haber hablado a fondo del asunto, lo cual sugiere una común voluntad de reformarla, aunque “sin abrirla en canal”.

Asumiendo que una eventual modificación constitucional debe contar con un consenso amplio, al menos similar al de 1978, tal y como ha recordado el presidente del Congreso, Jesús Posada, conviene prevenirse ante la malversación del término “consenso” durante estos últimos años de bipartidismo imperfecto. A saber: el consenso consiste en pactar la discrepancia, traficar con los desacuerdos en una idea, un nombre, una iniciativa. Yo transijo con tu desacuerdo a cambio de que tú transijas con el mío (tú a Cuesta, yo a Tristán, por ejemplo, en el CGPJ), y entonces votamos juntos. Y no es eso, no es eso, porque a partir de ahí, no se construye nada.

Por intratables que parezcan, todos los conflictos pueden resolverse pacíficamente

Lo que nos enseñó Mandela al procurar la transición sudafricana del apartheid racial a la igualdad democrática (“Es la hora de construir”, decía), y lo que la clase política española ya había puesto en práctica doce años antes en nuestra transición de la Dictadura a la Democracia, es cómo debe forjarse el acuerdo de los contrarios en una idea, un nombre, una iniciativa, un objetivo. En muchos casos, como en el de Sudáfrica, con más renuncias de una parte que de otra. También eso está en la idea del consenso bien entendido, como lo estuvo en España cuando los comunistas aceptaron la bandera rojigualda y la Monarquía, o los franquistas la ley de amnistía y el retorno de los exiliados.

“Hemos firmado un pacto por el que construiremos la sociedad en la que todos los sudafricanos, blancos y negros por igual, podrán caminar con orgullo, seguros de su derecho inalienable a la dignidad humana, en paz consigo mismos y con el mundo”, decía Mandela en su toma de posesión como presidente en 1994, cuatro años después de su excarcelación. Al despedirse del cargo, cinco años después: “Por intratables que parezcan, todos los conflictos pueden resolverse pacíficamente”.

La letra y el espíritu de Mandela, canonizado por los grandes mandatarios del mundo que mañana se citan en Johannesburgo, presentan una derivada de cercanías que bien pudieran aplicarse los dirigentes políticos españoles de ahora mismo. Básicamente, de los dos primeros partidos nacionales y de los dos principales partidos nacionalistas (CiU y PNV), ante la verosímil perspectiva de la reforma de la Constitución planteada por el PSOE. También en lo que afecta al modelo territorial, una de las vigas maestras del vigente orden político-jurídico. “Yo no me cierro en banda”, ha dicho Rajoy este fin de semana. Puede ser un buen principio.

Acompañado del Príncipe de Asturias, el presidente Rajoy asistirá mañana al funeral oficial por Nelson Mandela en el estadio de Johannesburgo, donde España tocó el cielo en julio de 2010. Y puestos a buscar resonancias españolas en torno al gran hombre –me refiero al muerto–, hay otra mucho más actual: su idea del consenso. Muy parecida a la de nuestra transición de la Dictadura a la Democracia, pero muy diferente a la que se lleva cuando PP y PSOE, han de ponerse de acuerdo por obligación o por devoción. Esto viene a cuento de los guiños cruzados este fin de semana entre Rubalcaba y Rajoy, con motivo del trigésimo quinto aniversario de la Constitución, sobre la necesidad de poner al día nuestra ley de leyes. Reconocen haber hablado a fondo del asunto, lo cual sugiere una común voluntad de reformarla, aunque “sin abrirla en canal”.

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