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Durango: cumbre de criminales
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Antonio Casado

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Durango: cumbre de criminales

Los sesenta y tres etarras excarcelados por la derogación de la doctrina Parot confraternizarán mañana en un almuerzo para celebrar su puesta en libertad. El acto,

Los sesenta y tres etarras excarcelados por la derogación de la doctrina Parot confraternizarán mañana en un almuerzo para celebrar su puesta en libertad. El acto, convocado por una de las organizaciones del colectivo de presos, puede convertirse en un homenaje a quienes se acreditaron como los más sangrientos terroristas durante los llamados años de plomo. Están implicados directamente en 299 asesinatos. Sin embargo, hay un determinado entorno social vasco, moralmente enfermo, a mi juicio, dispuesto a recibirlos como héroes de la patria vasca. Dicho sea por los antecedentes de casos similares convertidos en una apología del crimen. Por supuesto, envuelta en ese relato insoportable que pasa por ver a un grupo de asesinos como una selecta lista de glorias vecinales.

En esas circunstancias, el final feliz del relato, ante el que sería inaceptable una mirada distraída del Gobierno, sería asimilable al enaltecimiento del terrorismo. Una figura penal que, por un lado, ha de imputarse básicamente a conductas individuales ya perpetradas para ser aplicable y, por otro, colisiona con la libertad de expresión de un grupo de personas técnicamente ‘libres’ que ejercen el derecho de reunión en un local cerrado.

Se trata de respetar las competencias de la Ertzaintza, pero de medios están sobrados las Fuerzas de Seguridad del Estado para tener puntual conocimiento de si se desbordan o no los límites del Código Penal

Estas son las coordenadas que hacen muy difícil, por no decir imposible, la prohibición judicial del acto comunicado a la autoridad gubernativa. Pero que esas personas sean técnicamente ‘libres’ no deroga los deberes policiales de cumplir y hacer cumplir la ley. El supuesto de infracción penal en este caso es el mencionado enaltecimiento del terrorismo y el deber policial de acreditarlo corresponde en principio a la Policía Autónoma del País Vasco, como explicará hoy a mediodía el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, en rueda de prensa sobre tráfico que alcanzará con toda seguridad al acto de los presos etarras de mañana en Durango (Vizcaya).

Menos explícito será el ministro sobre la actuación de la Policía Nacional y la Guardia Civil, por supuesto competentes en materia antiterrorista, más allá de declarar que el Gobierno estará “vigilante” por si, llegado el caso, ha de poner en la mesa del juez o del fiscal los correspondientes informes sobre lo que pueda ocurrir mañana. Se trata de respetar las competencias de la Ertzaintza, pero de medios están sobrados las Fuerzas de Seguridad del Estado para tener puntual conocimiento de si se desbordan o no los límites del Código Penal y los fijados por el Tribunal Constitucional en su sentencia sobre la legalización de Sortu.

Aunque la cabra tire al monte, hay razones para suponer que los amigos políticos de ETA sean los primeros interesados en no ponérselo fácil a los cuerpos policiales. También ellos se juegan su confortable pasada por la moqueta de las instituciones (Amaiur en el Congreso, Bildu en el País Vasco). Del mismo modo que la semana pasada consiguieron de los presos una formal y pública “aceptación de la legalidad”, pueden conseguir que mañana se repriman los deseos de canonizar a estos criminales o nombrarles lehendakaris honoríficos de sus respectivos pueblos. Mejor tener la fiesta en paz, deben de haber pensado, mientras gestionan sus propios episodios de separatismo, como el de la república municipal de Igueldo.

Los sesenta y tres etarras excarcelados por la derogación de la doctrina Parot confraternizarán mañana en un almuerzo para celebrar su puesta en libertad. El acto, convocado por una de las organizaciones del colectivo de presos, puede convertirse en un homenaje a quienes se acreditaron como los más sangrientos terroristas durante los llamados años de plomo. Están implicados directamente en 299 asesinatos. Sin embargo, hay un determinado entorno social vasco, moralmente enfermo, a mi juicio, dispuesto a recibirlos como héroes de la patria vasca. Dicho sea por los antecedentes de casos similares convertidos en una apología del crimen. Por supuesto, envuelta en ese relato insoportable que pasa por ver a un grupo de asesinos como una selecta lista de glorias vecinales.

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