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Escribanos de la conjura
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Antonio Casado

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Escribanos de la conjura

Cuando los escribanos de la conjura del 11-M, también conocidos como agujerólogos y conspiranoicos, nos convocan a seguir buscando la verdad están pensando en los secuestradores

Cuando los escribanos de la conjura del 11-M, también conocidos como agujerólogos y conspiranoicos, nos convocan a seguir buscando la verdad están pensando en los secuestradores de la misma y no precisamente en Santo Tomás. Es la explicación lógica para la actitud de estos insobornables y ruidosos cruzados de la verdad frente al silencio de los indolentes.

¿Y quién no está de parte de la verdad? Según ellos, los que callamos la boca cuando Fulano o Mengano se ponen estupendos advirtiendo de que el cierre de heridas no nos libera de seguir buscando la caja negra porque todavía no sabemos quién lo hizo. Como si los demás hubiéramos decidido pasarnos al bando de la mentira y la ocultación.

Diez años después, los agitadores de la verdad subversiva todavía siguen aventando el famoso “¿Quién ha sido?”. Pero ¿hacia dónde lanzan ese dardo?La pregunta sólo puede tener como destinatarios lógicos a quienes están institucionalmente obligados a saberlo o averiguarlo, en el marco del Estado de derecho. O sea, policías, jueces y fiscales. El caso es que esos órganos de servicio público ya han dado una respuesta, sin perjuicio de seguir vigilantes ante la aparición de novedades. Una obviedad en el ordinario funcionamiento de los guardianes de la ley, aunque no debe ser tan obvio para quienes todavía sostienen que la salvajada del 11 de marzo se organizó para echar al PP del poder.

Es mentira oficial que ETA estuviera detrás de los atentados, la que el entonces presidente del Gobierno endosó a los directores de los periódicos en vísperas del 14 de marzo electoral

Necesitan ajustar su “intelecto” a la “cosa”, como nos enseña Santo Tomás, el cristianizador de Aristóteles. Su intelecto se declara insumiso frente a la “cosa”, convertida en verdad oficial. Y de ahí no salimos. Como la verdad oficial está tejida por los servidores de la ley, serían estos los conjurados para encerrar bajo siete llaves la verdad de lo ocurrido. Lo deberían decir sin rodeos en vezde perderse en conceptos jurídicos indeterminados como el de la “autoría intelectual”.

El resultado visible es que los escribanos de la conspiración (periodistas, gobernantes, dirigentes políticos) no respetan la sentencia judicial ni el trabajo de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. A su ataque de contrariedad, diferido a diez años, sólo le quedaese desahogo: la falta de autor intelectual en la sentencia de la Audiencia Nacional, confirmada por el Tribunal Supremo. Si falta es, sencillamente, porque no tiene validez jurídica, no por ausencia de autor o autores materiales e intelectuales de la masacre. Son los 21 condenados por el tribunal y los 7 terroristas que se suicidaron en Leganés.

He ahí la verdad. La verdad oficial, por supuesto, la disponible. La única tejida en los bastidores de la ley y el Estado de derecho sobre el duro, esforzado, meritorio y paciente trabajo de policías, fiscales, jueces, peritos y cientos de testigos. En cambio, es mentira oficial que ETAestuviera detrás de los atentados, la que el entonces presidente del Gobierno endosó a los directores de los periódicos en vísperas del 14 de marzo electoral, tal y como el subdirector de El Confidencial, Alberto Pérez Giménez, a la sazón jefe de Nacional del diario ABC, acaba de tener la valentía de declarar públicamente.

Cuando los escribanos de la conjura del 11-M, también conocidos como agujerólogos y conspiranoicos, nos convocan a seguir buscando la verdad están pensando en los secuestradores de la misma y no precisamente en Santo Tomás. Es la explicación lógica para la actitud de estos insobornables y ruidosos cruzados de la verdad frente al silencio de los indolentes.

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