Es noticia
¿A quién importa la masacre de Gaza?
  1. España
  2. Al Grano
Antonio Casado

Al Grano

Por

¿A quién importa la masacre de Gaza?

Un asiduo al debate público que cuelga del artículo, donde los lectores se despachan a gusto con el columnista –y hacen muy bien–, se escandalizaba ayer

Un asiduo al debate público que cuelga del artículo, donde los lectores se despachan a gusto con el columnista –y hacen muy bien–, se escandalizaba ayer de la desmedida atención que prestamos a la izquierda mochilera, al joven líder del PSOE o a los que sueñan con una Cataluña grande y libre, mientras en Israel se alquilan balcones para seguir con los prismáticos el minuto y resultado de la masacre de Gaza.

Ayer, al terminar la tregua humanitaria de cinco horas solicitada por la ONU, el número de muertos de la parte palestina ascendía a 224, de los que 39 eran niños, considerados tal vez como peligrosos elementos de riesgo para la seguridad del Estado de Israel.

Tiene razón el firmante del comentario al denunciar nuestra mirada distraída sobre la masacre de Gaza –nada nuevo, y eso es lo malo–, mientras hacemos unas risas con miserias de la política nacional. Nadie quiere dar el salto hacia la orilla moral del río que nos lleva. Si acaso, unos cuantos análisis oportunistas en la clave habitual, o sea, el derecho a existir de Israel como pretexto para el ejercicio del bandidaje internacional y unos cientos de muertos palestinos más enla letra pequeña.

Siempre igual desde hace décadas. Siempre la misma respuesta brutal y desproporcionada a la enésima provocación de los palestinos. Esta vez, el cobarde asesinato de tres adolescentes israelíes. La venganza del Estado, que vuelve a comportarse como un Estado terrorista, ha sido terrible. No fue una respuesta policial y selectiva anunciada por Benjamín Netanyahu, sino brutal e indiscriminada contra hombres, mujeres y niños sin otro refugio que el luminoso cielo mediterráneo.

Los muertos, siempre del mismo lado. Y siempre la misma tensión argumental, entre el derecho de Israel a vivir dentro de unas fronteras seguras y el de los palestinos a vivir libres de la bota militar del vecino. Como en la famosa viñeta de Gila en la que un señor apuñala a otro mientras un tercero le reconviene: “Pero, hombre, deje ya de darle puñaladas”, a lo que el apuñalador responde: “Pues que deje de llamarme asesino”.

Lo que nosfaltaba era ver la foto difundida porlas redes sociales y algunos medios de comunicación en la que se ve a ciudadanos israelíes disfrutando de los bombardeos de su ejército sobre la franja de Gaza como si estuvieran asistiendo a la quema festiva de una colorista colección de fuegos artificiales. “La gente ha arrastrado sillas de camping y sofás a la cima de una colina. Varios se han sentado con bolsas de palomitas de maíz, mientras otros fuman pipas de agua y conversan alegremente” (párrafo entresacado de una crónica del periodista danés Nikolaj Krak).

Por cierto, que el reportero que hizo esas fotos en las afueras de la ciudad israelí de Sderot, Allan Sorensen, se ha mostrado muy sorprendido por la enorme repercusión que ha tenido la difusión de estas imágenes. “No es nada nuevo”, dice antes de remitirse al proceso de “deshumanización del enemigo”.

Es verdad. Y por supuesto que puede estar afectando a ambas partes. Pero debemos andar muy bajos de defensas morales para pasar por alto que la enorme desigualdad entre los dos contendientes nos obliga a dirigir la carga de la prueba hacia el fuerte y el que teóricamente comparte nuestros valores. Por eso es denunciable su conducta, aunque prefiero hacerlo con palabras del profesor Avi Shlaim, que fue soldado israelí y ahora enseña en la Universidad de Oxford.

En su último libro habla de su propio país como “un peligro para la paz” y un “Estado canalla”, porque “habitualmente viola el derecho internacional, posee armas de destrucción masiva y practica el terrorismo usando la violencia contra civiles”.

Un asiduo al debate público que cuelga del artículo, donde los lectores se despachan a gusto con el columnista –y hacen muy bien–, se escandalizaba ayer de la desmedida atención que prestamos a la izquierda mochilera, al joven líder del PSOE o a los que sueñan con una Cataluña grande y libre, mientras en Israel se alquilan balcones para seguir con los prismáticos el minuto y resultado de la masacre de Gaza.

Gaza Israel Benjamin Netanyahu Palestina