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Antonio Casado

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Dijo Montoro, y con razón...

El oficio de ministro se confundió con el de fiscal anticorrupción. De acuerdo.  “No puede descartarse que se hayan cometido varios delitos”, dijo entre otras cosas

El oficio de ministro se confundió con el de fiscal anticorrupción. De acuerdo. “No puede descartarse que se hayan cometido varios delitos”, dijo entre otras cosas Cristóbal Montoro. Sin violar el principio de confidencialidad, impuesto por la Ley Tributaria, se trataba de informar al Congreso sobre si Jordi Pujol y familia estaban en paz con el fisco. Y no de hacer juicios morales o procesos de intención al patriarca del catalanismo.

Vale. Pero de ninguna manera hemos de permitir que el estilo desplegado ayer por el ministro de Hacienda por su mayor o menor tacto, su mayor o menor dureza verbal, su mayor o menor acierto expresivo, nos distraiga del fondo de la cuestión. A saber: la necesidad de ir hasta el final “en sede administrativa y en sede judicial”, como dijo Montoro, para hacer ver a Jordi Pujol que “se equivocaba si creía que por pedir perdón ya se hacía borrón y cuenta nueva”, porque a los dirigentes políticos se les debe exigir un plus de “ejemplaridad” y “transparencia”.

Vídeo:Montoro carga duramente contra Pujol

No sé si me he explicado con claridad. Puede que el ministro desbordara su papel con imputaciones políticas y morales demasiado explícitas. Pero eso no rebaja la caracterización del expresidente de la Generalitat como un caudillo corrupto y mentiroso que, según Montoro, “ha creado alarma social” y ha tenido la doble desvergüenza de, por un lado, “arremeter contra la banca andorrana por dejar al aire sus vergüenzas” y, por otro, “querer justificarse públicamente sólo cuando se ha visto acorralado”. Efectivamente, no se puede tener la desfachatez de querer borrar treinta años de “clandestinidad fiscal” con una carta de disculpas, como dijo Montoro.

¿Se excedió el ministro de Hacienda cuando relacionó el creciente radicalismo independentista de Jordi Pujol con el creciente acoso de la Policía y la Agencia Tributaria? ¿O cuando insinuó, con toda la lógica del mundo, que la herencia de Pujol puede haber contaminado a sus herederos políticos? Tal vez ese tipo de pedradas sean más propias de un debate entre jefes de fila. Como las que seguramente volarán en el próximo debate de política general del Parlament y la posterior comparecencia del ex molt honorable.

Pero las piedras arrojadas ayer por el ministro en sesión informativa de la Comisión de Hacienda se limitan a reproducir en sede parlamentaria lo que se dice a todas horas en la calle, tanto en Cataluña como en el resto de España. Así que sólo los herederos políticos de Pujol, alineados bajo las siglas de CDC, pueden caer en la tentación de creer que el problema son los “cientos de pujoles que hay en el PP” y no el santo padre del nacionalismo catalán.

También otros de la misma cuerda están cayendo en la tentación de preguntarse a todas horas por qué sale ahora el caso Pujol, como insinuando la existencia de un montaje diseñado en las cañerías del Estado contra el proyecto soberanista. Montoro nos explicó ayer que el cerco fiscal y policial a la fortuna clandestina de los Pujol (muchísimo más que la herencia del padre) comenzó hace más de diez años, cuando ni estaba ni se esperaba el proyecto independentista.

A lo mejor el dato desactiva a quienes ven en el caso otra maniobra de Madrid contra Cataluña en vez de preguntarse hasta dónde habrán llegado los Pujol en su desmedida afición a robar por debajo de la mesa el dinero de los catalanes, mientras sostenían con patriótico fervor la pancarta del “España nos roba”.

El oficio de ministro se confundió con el de fiscal anticorrupción. De acuerdo. “No puede descartarse que se hayan cometido varios delitos”, dijo entre otras cosas Cristóbal Montoro. Sin violar el principio de confidencialidad, impuesto por la Ley Tributaria, se trataba de informar al Congreso sobre si Jordi Pujol y familia estaban en paz con el fisco. Y no de hacer juicios morales o procesos de intención al patriarca del catalanismo.

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