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El ultimátum: regeneración o muerte
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Antonio Casado

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El ultimátum: regeneración o muerte

El otro día lo califiqué de banderillas de fuego al sistema. No se me ocurre mejor forma de valorar la irrupción de Podemos en las encuestas.

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (d), y el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy (d), y el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

El otro día lo califiqué de banderillas de fuego al sistema. No se me ocurre mejor forma de valorar la irrupción de Podemos en las encuestas. Antes Metroscopia y ahora el CIS. Queda por saber si las banderillas de fuego, con las que el toro se viene arriba, van a estimular la voluntad regeneradora del sistema, por puro instinto de supervivencia, por la cuenta que le trae, o solo es un trámite previo a la muerte del toro, como mandan los cánones.

Regeneración o muerte. Esa es la cuestión, señor Rajoy. Esa es la cuestión, señor Sánchez. De los principales puntales del sistema, PP y PSOE, depende que los votantes confirmen o no confirmen en las urnas del año próximo el seísmo electoral cantado en las encuestas, donde Podemos aparece como primera fuerza política en intención directa de voto y tercera en voto estimado, casi igualada con el PSOE.

El ultimátum que se desprende de la escalada de Podemos, “o cambiamos o nos cambian”, que ha dicho no se quién, concierne a los dos partidos centrales, porque la gente no se toma la molestia de distinguir entre los causantes del desencanto. Sin embargo, ayer andaban los respectivos Estados Mayores del PP y del PSOE haciendo caldo de cerebro por saber cuál de ellos sale mejor parado frente al voto furioso de los españoles.

Así es. El PSOE se felicita por una facturación al alza en los primeros cien días de Pedro Sánchez (apenas un punto más que en las europeas y dos puntos y medio desde al anterior barómetro trimestral del CIS). Por su parte, el PP se felicita por seguir siendo la primera fuerza política en voto estimado y el partido menos amenazado en el subidón de Podemos. Pero, ojo al dato, ninguno de ellos puede ocultar que, si en conjunto sumaban en las ultimas elecciones generales casi el 70% de los votos, según las últimas encuestas no pasan del 50%.

Por tanto, no es extraño que algo parecido al pánico se instale en sus respectivas pirámides de poder. Al grito de "¡que viene Podemos!", flota en el ambiente el miedo a un fin de época, caracterizado por la ruptura del bipartidismo y la entrada en el juego de un partido objetor al régimen del 78 impulsado por una mayoría de ciudadanos. Se da la curiosa circunstancia de que esa misma mayoría que le encumbra confiesa en la misma encuesta que sus propuestas no sirven para arreglar los problemas de España y responden a políticas fracasadas. Eso permite asociar el éxito de Podemos a su acertado relato sobre nuestros males, no a la terapia propuesta para salir del agujero.

En consecuencia, sería prematuro ver a Podemos como el primero de la casta antes de acudir a las urnas de verdad, por si se desinfla cuando los ciudadanos tengan que elegir a los gobernantes que deben resolver con realismo los problemas de su municipio, su comunidad y la Nación a la que pertenecen. Apenas medio año falta para saber si todo el problema se deriva de un octubre negro o esto ya no hay quien lo pare. Las señales no animan. Y no me refiero solo a las demoscópicas. Me refiero al empeño de PP y PSOE por marcar diferencias en un intento de salvar la cara frente a la común amenaza del recién llegado.

El otro día lo califiqué de banderillas de fuego al sistema. No se me ocurre mejor forma de valorar la irrupción de Podemos en las encuestas. Antes Metroscopia y ahora el CIS. Queda por saber si las banderillas de fuego, con las que el toro se viene arriba, van a estimular la voluntad regeneradora del sistema, por puro instinto de supervivencia, por la cuenta que le trae, o solo es un trámite previo a la muerte del toro, como mandan los cánones.

Pedro Sánchez