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¿Caso González o caso Villarejo?
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Antonio Casado

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¿Caso González o caso Villarejo?

Curioso caso en azul oscuro casi negro. Así es la nueva entrega de un escándalo ya conocido, que ahora llega con ribetes de novela negra

Foto: El presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González. (EFE)
El presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González. (EFE)

Los responsables de la Policía Nacional dejan solo al comisario Villarejo y la dirección del PP hace lo propio con el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González. A uno y otro lado sus respectivos compañeros toman distancia. No va con ellos. Si acaso, son meros espectadores de la ruidosa pelea de perro y gato metidos en el mismo saco.

Sin embargo, se ventilan nociones de mayor cuantía: fabricación de pruebas, extorsión policial, comportamiento corrupto de un gobernante (“poco ejemplar”, según el ministro Montoro), ajuste de cuentas entre servidores públicos enfrentados o el uso del poder para conseguir impunidad. Esas hipótesis sobrevuelan el caso multiplicando el estupor de los ciudadanos que, una vez más, se sienten vendidos por falta luz en la trastienda.

Son hipótesis, ya digo. Solo un hecho contante y sonante. Eso no se escurre entre los dedos: la denuncia presentada por Villarejo contra el presidente madrileño ante el Tribunal Superior de Justicia, en la que le acusa de haberse comprado el ático con una comisión ilegal que obtuvo de su amigo Enrique Cerezo, presidente del Atlético de Madrid, por una operación inmobiliaria en Arganda. Pero eso también tendría que probarse en sede judicial.

Por tanto, seamos descriptivos. Es innecesario aventurarse en procesos de intención como hace González cuando se declara víctima de una conjura política para impedir que “siga sirviendo a los madrileños”. O como hace el comisario Villarejo cuando acusa a González de intentar impedir la investigación sobre la compra del famoso ático de Estepona. Nos hacemos cruces ante cualquiera de los dos escenarios. A cual más grave. En la versión de González, el de dos funcionarios policiales extorsionando a un alto cargo político. Y en la versión policial, el de un gobernante que trata de prevalerse de su cargo para que los funcionarios no cumplan con su deber.

Extorsión policial, comportamiento corrupto de un gobernante, ajuste de cuentas entre servidores públicos. Esas hipótesis sobrevuelan el caso

Curioso caso en azul oscuro casi negro. Así es la nueva entrega de un escándalo ya conocido, que ahora llega con ribetes de novela negra. Me refiero a la rocambolesca adquisición a través de un testaferro profesional de un ático en la Costa del Sol por parte del presidente de la Comunidad de Madrid. Caso judicial abierto, en contra de lo que se ha dicho. El Tribunal Supremo no lo cerró el verano pasado al rechazar las querellas de Telemadrid y el PSM (Partido Socialista de Madrid) por cohecho y blanqueo de dinero. Lo que hizo el Alto Tribunal, ante la falta de suficientes indicios penales para proceder contra González y su esposa, fue devolver la causa al Juzgado número 5 de Estepona para que continuase el proceso indagatorio.

No es menos turbador el historial del comisario Villarejo, del que tan solo hace un mes el periodista Fernando Lázaro escribía: “Desde el siglo pasado aparece relacionado con asuntos de los más escabrosos y todos con vinculaciones políticas”. Esta es la pieza. Actualmente fuera del servicio activo (llegó a ser comisario jefe de Información de la Policía Nacional). Habitual de los submundos policiales. Acreditado experto en cañerías del Estado. Últimamente aparecía en las negritas de los relatos firmados por el pequeño Nicolás. Se dio a conocer en su día (mediados de los noventa del siglo pasado) como corresponsable de un panfleto destinado a desprestigiar al juez Baltasar Garzón, donde se lo relacionaba con organizaciones criminales y una libidinosa afición a las orgías con mujeres.

Los responsables de la Policía Nacional dejan solo al comisario Villarejo y la dirección del PP hace lo propio con el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González. A uno y otro lado sus respectivos compañeros toman distancia. No va con ellos. Si acaso, son meros espectadores de la ruidosa pelea de perro y gato metidos en el mismo saco.

Ignacio González Policía Nacional