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Nadie está libre de culpa en Andalucía
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Antonio Casado

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Nadie está libre de culpa en Andalucía

Susana Díaz es una más en la tendencia existente hacia el abaratamiento de la política andaluza. La dirigente socialista se ha mostrado incapaz de ganarse la confianza del resto de partidos

Foto: La presidenta de la Junta de Andalucía en funciones, Susana Díaz. (EFE)
La presidenta de la Junta de Andalucía en funciones, Susana Díaz. (EFE)

Ayer tuve ocasión de preguntar a Pablo M. Iglesias si le parecía coherente condicionar la investidura de Susana Díaz a que la Junta de Andalucía rompa con los bancos que desahucian cuando el número dos de Podemos, Íñigo Errejón, reconoce tener cuenta en unade esas entidades. Piensa pedirle a su colaborador que le dé“una vuelta” al tema.

Dejó entrever su disconformidad con el secretario de Política del partidopor guardar su dinero en la banca de los desahucios. Pero seguirá usando como factor de bloqueo a la investidura el hecho de que la Junta haga lo mismo que Errejón. No es un ejemplo de coherencia.

Tampoco lo es en el caso de Ciudadanos que ciertos nombres relacionados con la corrupción en Madrid y Valencia pesen mucho menos que el de Manuel Chaves como causa de bloqueo a posibles pactos con el partido de Bárcenas. Rato, Matas, Granados, Blesa, Carlos Fabra, Castedo, etc.

En cuanto al PP,la doctrina Rajoysobre la lista más votada y la estabilidad, divino tesoro, se ha perdido en la polvareda de las negociaciones para desbloquear la formación del nuevo Gobierno después de las elecciones del pasado 22 de marzo.

Susana Díaz no es la más indicada para reprochar el tacticismo de otros después del cálculo partidista que la impulsó a adelantar las elecciones 

Llegados a este punto, no esperen de mí un canto a la coherencia de la candidata por contraste con la actitud obstruccionista de los cuatro partidos llamados a despejar su camino. Es una más en esta dominante tendencia al abaratamiento de la política, que es lo que quiero reflejar. Ya tengo escrito otras veces que Susana Díaz no es la más indicada para reprochar el tacticismo de otros (esperan a que las urnas repartan cartas el 24 de mayo) después del cálculo partidista que la impulsó a adelantar las elecciones (generó un problema de inestabilidad donde no lo había). Y siempre se podrá invertir la carga de la prueba frente a las denuncias de que se está negando a Díaz el derecho a formar gobierno. Bastaría denunciar su incapacidad de ganarse a quienes también están en su derecho de rechazar el programa de la aspirante.

Eso nos lo podemos permitir los observadores desde fuera. Pero no justifica que la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, utilice un atril institucional para afirmar que lo que le está ocurriendo a Díaz ella se lo ha buscado.

Este es el cuadro previo a la nueva ronda de negociaciones abierta por el PSOE andaluz de cara a la votación de pasado mañana en elParlamento regional. Con pocas esperanzas de ver fumata blanca en tercera votación (segunda por mayoría simple) y con muchas señales de que esta ola italianizante sea un anticipo de lo que puede ocurrir en otras comunidades autónomas, Ayuntamientos y hasta en el Gobierno de la Nación cuando llegue el caso. No me refiero a la búsqueda de afinidades ideológicas o programáticas en la formación de alianzas por exigencia del nuevo mapa electoral, sino a la banalización de una política basada en la oportunidad, el cálculo o la conveniencia, y no en valores como la coherencia de un partido o la estabilidad de unas instituciones.

Ayer tuve ocasión de preguntar a Pablo M. Iglesias si le parecía coherente condicionar la investidura de Susana Díaz a que la Junta de Andalucía rompa con los bancos que desahucian cuando el número dos de Podemos, Íñigo Errejón, reconoce tener cuenta en unade esas entidades. Piensa pedirle a su colaborador que le dé“una vuelta” al tema.

Parlamento de Andalucía Susana Díaz