Es noticia
Ruido de pactos en la oscuridad
  1. España
  2. Al Grano
Antonio Casado

Al Grano

Por

Ruido de pactos en la oscuridad

Se entiende que, una vez alcanzada la fumata blanca, todas las explicaciones serán pocas para colmar el derecho de los electores a saber cómo se gestionaron sus votos

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a su llegada a la rueda de prensa ofrecida tras la reunión del Comité Ejecutivo Nacional del PP. (EFE)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a su llegada a la rueda de prensa ofrecida tras la reunión del Comité Ejecutivo Nacional del PP. (EFE)

Habría colas en los aeropuertos si la gente supiera cómo se hacen las salchichas y la política. Me parece que fue Helmut Kohl quien lo dijo. O lo escribió. Da igual. Sirve para entender por qué la gente quiere comerse la salchicha sin preguntar cómo se ha elaborado. Hacerse los ofendidos porque los líderes de los principales partidos (dos clásicos y dos emergentes) juegan sin testigos a las cuatro esquinas es como caerse del guindo ante la última infidelidad de Paquirrín.

En ritos de apareamiento, el secretismo es condición sine qua non. Va de suyo. Forma parte de su encanto. Los reservados de los restaurantes y los rincones de las callejas favorecen el idilio. Los amantes prefieren la oscuridad, como las semillas, antes de dar el fruto. De eso se trata. Está fuera de lugar rasgarse las vestiduras, como hacían ayer algunos periódicos en línea editorial, porque los cuatro aspirantes a la Moncloa se reúnen a escondidas por parejas (a excepción de Rajoy-Iglesias, por incompatibilidad manifiesta) para concertar la gobernabilidad de ayuntamientos y autonomías sin mayorías absolutas en la matemática de las últimas elecciones. Prácticamente todos y todas.

No hay malversación de la fuerte demanda de transparencia, a mi juicio. La falta de luz y taquígrafos en los recientes encuentros a varias bandas (Rajoy-Sánchez, Sánchez-Iglesias, Rajoy-Rivera, Sánchez-Rivera) no deja a los ciudadanos como si fueran menores de edad ni desmiente las promesas de regeneración aireadas por los partidos durante la reciente campaña electoral. Maticemos: siempre que el secretismo afecte a los tanteos y no al contenido del pacto, una vez alcanzado.

La falta de luz en los recientes encuentros no desmiente las promesas de regeneración siempre que el secretismo no afecte al contenido del pacto

Es decir, siempre que solo afecte al proceso de acercamiento entre afines en nombre de objetivos programáticos comunes. O entre no afines si juegan razones de interés general como, por ejemplo, la estabilidad institucional. Se entiende que, una vez alcanzada la fumata blanca, todas las explicaciones serán pocas para colmar el derecho de los electores a saber cómo se gestionaron sus votos. Ese será el momento de reprobar las cláusulas secretas y exigir transparencia total sobre el acuerdo.

Hasta entonces basta y nos sobra con saber dónde están puestos los límites de los pactos que vienen. El primero y fundamental: la proximidad de las elecciones generales. Es el gran condicionante estratégico de todos y cada uno de los partidos en esta España de las cuatro esquinas alumbrada en las elecciones del 24 de mayo. Cualquier decisión de ahora en materia de alianzas puede ser un paso adelante o un paso atrás en la lucha por la Moncloa de los cuatro primeros actores del teatro político nacional. El vértigo los empuja a territorializar las decisiones.

Por todo ello se entiende también la decisión explícita de Sánchez (PSOE), Iglesias (Podemos) y Rivera (Ciudadanos), y no tan explícita de Rajoy (PP), de no forjar en ningún caso gobiernos de coalición. Eso reduce el horizonte de los apareamientos a simples acuerdos de investidura o pactos de apoyo exterior con o sin fecha de caducidad, según afinidades políticas o programáticas. Pero no lo reduce tanto como para librarse luego, ya en recta final de la pugna por la Moncloa, de un compañero de viaje que salió rana. O como para evitar que el compañero de viaje le quite el sitio al piloto a lo largo de los seis meses que faltan para las elecciones generales.

Vídeo: Encuentro entre Sánchez e Iglesias

Nada de matrimonios por la Iglesia hasta entonces. Como mucho, parejitas con derecho a roce y algo de programa concertado. Y sobre todo, con enemigo común. Eso une mucho. Lo saben muy bien Pedro Sánchez y Pablo M. Iglesias, después de su discreta cena del miércoles pasado. Pero también saben que, aunque sean semejantes en los objetivos políticos, volverán a ser competidores electorales y, a esos efectos, las espadas están en alto.

Habría colas en los aeropuertos si la gente supiera cómo se hacen las salchichas y la política. Me parece que fue Helmut Kohl quien lo dijo. O lo escribió. Da igual. Sirve para entender por qué la gente quiere comerse la salchicha sin preguntar cómo se ha elaborado. Hacerse los ofendidos porque los líderes de los principales partidos (dos clásicos y dos emergentes) juegan sin testigos a las cuatro esquinas es como caerse del guindo ante la última infidelidad de Paquirrín.

Política Pedro Sánchez Mariano Rajoy