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Antonio Casado

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Apuntes sobre el mal perder del PP

Cabe preguntarse si no será el mal perder del PP lo que explica su ataque de contrariedad por la pérdida de poder que ya se ha consumado en los ayuntamientos

Foto:  El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy. (EFE)
El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy. (EFE)

Ni fuga de capitales, ni pánico, ni nada parecido a los ataques de contrariedad que sí expresan los partidos maltratados por las urnas del 24 de mayo. No me dejará mentir el presidente de la CEOE, Juan Rosell, persona realista y cabal, si desvelo su tranquilizadora respuesta a quien, dentro y fuera de nuestro país, quiere saber si realmente están preocupados los empresarios españoles por el salto de la izquierda alternativa a los gobiernos municipales de grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia y Zaragoza.

Rosell es uno más entre los actores de una sociedad madura como la nuestra que estos días asumen sin aspavientos los cambios impuestos por el resultado de las recientes elecciones. Al margen de las preferencias personales. Reacción ejemplar no extensible al actual Ejecutivo que, poniendo por delante su preferencia política –al fin y al cabo es un Gobierno de partido–,descalifica dichos cambios por boca de su presidente, Mariano Rajoy. Según él, por basarse en pactos “excéntricos” y “sectarios”.

Sólo desde una perspectiva sectaria se puede despachar así el desenlace de los pactos alcanzados para la asignación de alcaldías en los 8.122 ayuntamientos españoles. Si la perspectiva fuera estrictamente democrática, debería atenerse a los principios, usos y costumbres de la democracia. A saber: afinidad programática y matemática electoral.

El apoyo del PSOE a las redes municipalistas es una apuesta de cambio respecto a la situación durante cuatro años de formidable poder territorial del PP

Con arreglo a esas dos coordenadas fijas, también cuentan en los ritos de apareamiento las variables de estrategia y oportunidad. Eso va por barrios. En las actuales circunstancias, la proximidad de las elecciones generales ha condicionado las apuestas de cada partido a la hora de elegir compañero de viaje y acordar las condiciones, sin que sea lo mismo una abstención que un voto favorable, una investidura que un pacto de gobierno.

El apoyo del PSOE a plataformas que se han quedado con el gobierno municipal de grandes ciudades (Podemos es uno de sus componentes) encierra una apuesta de cambio respecto a las condiciones creadas durante cuatro años de formidable poder territorial del PP. ¿En qué cabeza cabía esperar de Pedro Sánchez una apuesta por la continuidad en nombre del respeto a la lista más votada, tan invocado estos días por Rajoy, Arenas, Floriano, el ministro Alonso, etc.?

Moncloa y Génova apelan a ese principio como criterio para la elección de un alcalde, un presidente autonómico o el presidente del Gobierno de la Nación. Pero olvidan sistemáticamente el principio de estabilidad, que en las democracias representativas, de elección indirecta, no depende del recuento electoral sino de la aritmética de corporaciones o asambleas parlamentarias, una vez constituidas. Por no hablar de las cuestiones de higiene que, amén de las afinidades y la matemática, se imponían en lugares como las alcaldías de Madrid, Valencia y Valladolid.

¿En qué cabeza cabía esperar de Pedro Sánchez una apuesta por la continuidad en nombre del respeto a la lista más votada, tan invocado estos días por Rajoy?

Como en todas las apuestas, el PSOE corre un riesgo. El de la apropiación de su causa política y electoral por parte de Podemos, que aspira a colonizar al PSOE como ya colonizó a IU. También puede ser al revés. Y esa es la apuesta política de Sánchez: liderar desde la izquierda el cambio que está pidiendo a gritos la sociedad española. Lo realmente excéntrico es que sean los dirigentes del Gobierno y del PP a coro quienes le marquen la hoja de ruta, le den desinteresados consejos y le anuncien toda clase de males por echarse en brazos del radicalismo.

Hay otra explicación. También podemos preguntarnos si no será el mal perder del PP lo que nos ayudaría a entender su ataque de contrariedad por la sensible pérdida de poder territorial que ya se ha consumado en los ayuntamientos y va camino de consumarse en el ámbito autonómico.

Ni fuga de capitales, ni pánico, ni nada parecido a los ataques de contrariedad que sí expresan los partidos maltratados por las urnas del 24 de mayo. No me dejará mentir el presidente de la CEOE, Juan Rosell, persona realista y cabal, si desvelo su tranquilizadora respuesta a quien, dentro y fuera de nuestro país, quiere saber si realmente están preocupados los empresarios españoles por el salto de la izquierda alternativa a los gobiernos municipales de grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia y Zaragoza.

Mariano Rajoy