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Electoralismo a cuenta de Grecia
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Antonio Casado

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Electoralismo a cuenta de Grecia

En vez de explicar lo que está pasando, los dirigentes políticos españoles se apedrean por cuenta de los amigos griegos de Podemos

Foto: Manifestación en Grecia. (Reuters)
Manifestación en Grecia. (Reuters)

La clase política española utiliza la crisis griega como asunto central en el precalentamiento de la carrera por la Moncloa. Empezando por Mariano Rajoy y sus comparaciones odiosas sobre lo que puede ocurrir en España si el PSOE claudica ante los amigos de Syriza (o sea, Podemos).

Hace campaña Pablo M. Iglesias cuando acusa a Rajoy de ponerse al servicio de Angela Merkel. Hace campaña Pedro Sánchez cuando pide al Gobierno que adopte una postura más constructiva y forme parte de la solución. Hace campaña Albert Rivera cuando mete en el mismo saco al PP y a Podemos, a los que acusa de dedicar al problema griego una mirada “demasiado local y poco europeísta”.

Menos banderías y más pedagogía. Ninguno de ellos se molesta demasiado en explicar a los españoles cómo nos puede afectar el desenlace del referéndum del domingo que viene en Grecia. No sólo en nuestra condición de europeos. También, y sobre todo, como parte de esa Europa vulnerable que se aloja en unas desdichadas siglas (PIGS) dedicadas con poco cariño a Portugal, Irlanda, Italia, Grecia y España, sobre las que se abalanzan los tiburones financieros cuando huelen sangre.

En ese sentido, aún sin desvelarse el dictamen popular, ya es un mal escenario para España la inestabilidad griega. O, por mejor decir, la incertidumbre, que es el caldo de cultivo ideal de los movimientos especulativos, aunque en este caso han decidido esperar al lunes. Nadie garantiza el retorno de la estabilidad en la mejor de las hipótesis, que sería el triunfo del “sí”.

Menos banderías y más pedagogía. Ni Rajoy ni Iglesias se molestan demasiado en explicar a los españoles cómo nos puede afectar el referéndum

Eso reabriría el camino de la negociación. Con otro Gobierno, pues el de Tsipras no podría gestionar lo contrario de lo que defendió. Por tanto, nuevas elecciones generales y unos meses más de inestabilidad política con el país en bancarrota. Claro que peor sería un “no” en el referéndum de pasado mañana, si nos atenemos a la posición de Juncker, presidente de la CE, que es coincidente con la de Angela Merkel. Para ambos, sería el adiós a la Europa del euro, dándose por terminado el juego.

El problema es que hoy por hoy nadie descarta el “sí”. Ni el “no”. Ni todo contrario. Y, aunque es evidente la remontada de la economía española, todavía muestra unos flancos capaces de excitar la voracidad de los grandes especuladores en los mercados financieros (deuda externa, por ejemplo), que ya enseñaron los dientes el lunes pasado, con un rebrote de la prima de riesgo hasta los 155 puntos básicos.

No ignoro las referencias de Rajoy y el ministro De Guindos a la “solvencia y seguridad” con las que la economía nacional resistiría los ataques especulativos o, en general, el contagio de la crisis griega. Es verdad que el contexto europeo no es el de 2012, cuando España estuvo al borde de un rescate a la griega, que los acreedores ya son institucionales (FMI, BCE y Estados socios), que ha mejorado la supervisión bancaria centralizada y que la generosidad del BCE hace milagros (ayer volvió a salir de compras). Pero, en vez de explicarlo, los dirigentes políticos españoles se apedrean por cuenta de los amigos griegos de Podemos.

La clase política española utiliza la crisis griega como asunto central en el precalentamiento de la carrera por la Moncloa. Empezando por Mariano Rajoy y sus comparaciones odiosas sobre lo que puede ocurrir en España si el PSOE claudica ante los amigos de Syriza (o sea, Podemos).

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