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Antonio Casado

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27-S: miedo de ida y vuelta

¿Campaña del miedo? Por supuesto. Una avalancha de avisos encadenados sobre las consecuencias de una hipotética ruptura. Lanzados desde la esfera pública y también desde la privada

Foto: El presidente de la Generalitat y candidato de Junts pel Sí, Artur Mas. (EFE)
El presidente de la Generalitat y candidato de Junts pel Sí, Artur Mas. (EFE)

En la cuenta atrás se apela al bolsillo. Salut i força al canut (el canut es la billetera y no otra cosa), se dice por allá. “Hagan números, señores”, dijo Alierta. Y la campaña se llenó de apelaciones a la economía, estúpido, con señales de algo parecido al desconcierto en las abigarradas filas secesionistas. En turno de réplica, el president y sus extraños compañeros de cama denuncian una masiva campaña del miedo orquestada desde Moncloa y aledaños al poder del Estado.

¿Campaña del miedo? Por supuesto. Una avalancha de avisos encadenados sobre las consecuencias de una hipotética ruptura. Lanzados desde la esfera pública y también desde la privada. A escala nacional y a escala internacional. Desde Cataluña y desde el resto de España. Ya me extraña que Rajoy tenga la potencia de tiro, el poder o el carisma capaces de embarcar a Obama, Junker, Merkel y Cameron en los asuntos internos de España, solo por complacer a Moncloa.

¿Una concertación de instituciones, empresas, bancos, sindicatos, cancillerías extranjeras, jerarcas de Bruselas, para meter el miedo en el cuerpo a los votantes llamados a las urnas el domingo que viene? Pues, sí. Para eso. Pero no con datos falsos manipulados a fin de crear alarmas infundadas. Con cifras verificadas, con argumentos inspirados en la realidad y no en la fantasía. Con razones de peso y no con efusiones voluntaristas. Con cuentas y no con cuentos, como diría el exministro Borrell.

El sueño va camino de desvanecerse. O de reconducirse hacia un encaje definitivo de Cataluña en el Estado español. Pero la hoja de ruta será frenada

En el variopinto bando secesionista (desde la derecha burguesa de Mas a la patria sin rey ni ley que predican los de la CUP), coinciden en denunciar una campaña del miedo orquestada por “Madrid”. Pues claro, aunque más documentada que los miedos orquestados por Mas y sus ocasionales compañeros de viaje. También se mete miedo al adversario cuando se le amenaza con romper España, incumplir la ley, no pagar la deuda, gobernar contra la mitad de los catalanes, recorrer el camino hacia la autarquía o perpetuar un régimen basado en el 3% del pujolismo arturista. Bueno, al fin y al cabo, es la palabra de Obama contra la de Mas, la de Junker contra la de Junqueras, la de Fainé contra la de Forcadell, la de Cameron contra la de Romeva. La de Pau Gasol contra la de Karmele Marchante. No hay color.

Y todo en nombre de un imposible llamado procés. El sueño va camino de desvanecerse. O de reconducirse hacia un encaje definitivo de Cataluña en el Estado español. Pero la hoja de ruta, tal y como ha sido concebida, será inevitablemente frenada: a) por las urnas, b) por la aplicación de la ley o c) por las indisimuladas discordias entre las distintas fuerzas partidarias de la ruptura con España.

Sin embargo, ese no será el debate del día después. Vayamos a lo inmediato. La aritmética de los votos, sea la que sea, se abrirá a la gran pregunta del día 28: ¿Y ahora quién gobierna, con quién, cómo y para qué? Es el reto apremiante. El de la gobernabilidad. Cuando sepamos cuál de los dos bandos suma la mayoría absoluta de escaños. Entonces esas interrogantes se plantearán con el mismo dramatismo tanto en las filas secesionistas como en las unionistas porque en ambos bandos ocurre lo que ocurría en la malograda torre de Babel. Ese y no otro será el dolor de cabeza del día después. Ya solo quedan cinco días.

En la cuenta atrás se apela al bolsillo. Salut i força al canut (el canut es la billetera y no otra cosa), se dice por allá. “Hagan números, señores”, dijo Alierta. Y la campaña se llenó de apelaciones a la economía, estúpido, con señales de algo parecido al desconcierto en las abigarradas filas secesionistas. En turno de réplica, el president y sus extraños compañeros de cama denuncian una masiva campaña del miedo orquestada desde Moncloa y aledaños al poder del Estado.

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