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La cabeza de Mas huele a pólvora
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Antonio Casado

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La cabeza de Mas huele a pólvora

El gran reactivador del españolismo ha sido Mas. Tanto empeño puso en plantear un plebiscito, que provocó un efecto llamada entre cientos de miles de votantes habitualmente indiferentes

Foto: El presidente en funciones de la Generalitat, Artur Mas. (Reuters)
El presidente en funciones de la Generalitat, Artur Mas. (Reuters)

Ya no hace falta invocar el imperio de la ley como freno al sueño independentista. En eso tiene razón el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que ayer tarde se pronunció sobre el desenlace electoral del 27-S. El sueño se ha desvanecido también en las urnas, donde los partidarios de la Cataluña catalana y española (51,6%) resultaron ser más que los partidarios de la Cataluña independiente (47,7%).

Nadie puede rebatir honradamente esta verdad aritmética, política, verificable en el tablero sugerido por los promotores del desafío al Estado. El tablero fue plebiscitario. Lo acabaron asumiendo las fuerzas constitucionales al descubrir que hablar de “autonómicas” era desmovilizador de votantes escasamente interesados en el sueño identitario. Es una clave de las elecciones del domingo. Atención a la paradoja. El gran reactivador del españolismo ha resultado ser Artur Mas. Tanto empeño puso en plantear un plebiscito sobre la mutilación de España, que provocó un efecto llamada entre cientos de miles de votantes habitualmente indiferentes a convocatorias autonómicas.

La prueba es la cosecha del tándem CDC-ERC, comparada con la de 2012. Entonces la suma de los partidos de Junqueras y Mas, que concurrieron por separado, fue de 1.614.383 y 71 escaños. Pensaron que ir juntos mejoraría esa cosecha. Y ha mejorado. Apenas unos miles de votos más, pero ha mejorado. Sin embargo, solo han obtenido 62 escaños, nueve menos que hace tres años porque ahora, gracias a Mas, hubo mucha más gente participando en el reparto del señor D´Hondt. ¿Querían Mas y sus costaleros plebiscito y no elecciones autonómicas? Ahí lo tienen. La aritmética no les da legitimidad para seguir hacia la ruptura con España. Su hoja de ruta ha saltado por los aires y, antes o después, tendrán que abandonar el mundo de los sueños, donde todo lo que ocurre es caótico, y volver a pisar terreno firme, que es el ámbito de lo real.

O Junts pel Sí cambia de candidato o sus 62 escaños nunca alcanzarán la mayoría simple frente a 74 votos en contra

En cambio, los escaños sí les dan el derecho a formar gobierno como fuerza política más votada. Que lo consigan es otra cosa, porque ahí la aritmética tampoco les acompañará si el candidato a la presidencia vuelve a ser Artur Mas. Su comodín, la CUP y sus 10 escaños, ya ha dicho que se descuelga de la aventura rupturista por insuficiencia de apoyo electoral. Y, en cuanto a la formación del nuevo Govern, ni hartos de vino facilitarán la investidura de Mas, ni siquiera con la abstención. Así que, una de dos: o Junts Pel Sí cambia de candidato o sus 62 escaños nunca alcanzarán la mayoría simple frente a 73 votos en contra. No veo a ninguna otra fuerza política dispuesta a abstenerse o a votar favorablemente la investidura de Mas. ¿La ven ustedes?

Es la herencia recibida por los independentistas de buena fe, devaluada en tres procesos electorales sucesivos (2010, 2012 y 2015), en los que la facturación del continuador de Pujol siempre fue de mal en peor. Se avecinan tiempos de creciente inestabilidad política en una Cataluña partida en dos.

Mas y los suyos siguen hablando sin fundamento de victoria. Pero si echamos un vistazo a la historia de los últimos cinco años, en los que se fraguó el insensato desafío a la legalidad, solo dos éxitos pueden apuntarse en el historial del 'president': uno, la pitada del Camp Nou. Otro, las celebraciones masivas de la Diada.

Ahora, su cabeza huele a pólvora. Cuidemos el lenguaje, vale. Digamos que se ha quedado fuera de juego. Y lo iremos viendo en las próximas semanas. Lo malo es que el desenlace sea una repetición de las elecciones por ingobernabilidad manifiesta. No lo permitan los dioses. La alternativa es la vuelta al diálogo entre los representantes políticos antes de que una de las dos Cataluñas hiele el machadiano corazón de los catalanes. Tan español, tan catalán.

Ya no hace falta invocar el imperio de la ley como freno al sueño independentista. En eso tiene razón el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, que ayer tarde se pronunció sobre el desenlace electoral del 27-S. El sueño se ha desvanecido también en las urnas, donde los partidarios de la Cataluña catalana y española (51,6%) resultaron ser más que los partidarios de la Cataluña independiente (47,7%).

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