La España sufrida y solidaria ante el terrorismo

Claro que un eventual incremento del papel militar de España en la coalición internacional contra el terrorismo islámico tendría efectos electorales. Pero esa no es la supuesta razón de que el presidente Rajoy se resista a participar en los bombardeos contra posiciones sirias del llamado Estado islámico (ISIS). Además, “ni se plantea ni nos lo han pedido”, aclara el ministro de Defensa, Pedro Morenés.

Primero, porque el nivel de colaboración de España con Francia en la batalla frente a esta nueva forma de terrorismo ya es altísimo y ha dado excelentes resultados. Segundo, porque nuestro país no pasa de ser una potencia media a la que no se pueden exigir más prestaciones dentro y fuera de sus fronteras. Si en la reunión del G-20 las grandes potencias han sido incapaces de ampliar los compromisos estratégicos y militares fijados a principios del verano, cuando se creó la coalición contra el ISIS, solo faltaba que en España abriéramos ahora el absurdo debate de si estamos haciendo lo suficiente para acabar con los causantes de tanto dolor en el país vecino.

Nos sumamos a la reacción coral europea, que ve en la masacre de París “una ofensa inaceptable contra la humanidad”. Y a la necesidad de ir unidos en la respuesta. Bastante hemos avanzado a escala nacional poniendo en común la posición del Gobierno y el PSOE, gracias al Pacto Antiterrorista propuesto por Sánchez en febrero pasado e inmediatamente asumido por Rajoy, semanas después del sangriento atentado a 'Charlie Hebdo'. Así que sobra un debate doméstico sobre las duras medidas anunciadas ayer por el presidente Hollande como respuesta francesa a los atentados del viernes 13 (ay, el mal fario de la histórica represión contra los templarios). Y mucho menos, si el Gobierno español debe o no debe secundarlas.

No se trata de recortar libertades sino de garantizarlas entre quienes hemos aprendido que libertad y seguridad son inseparables

Dejemos discutir consigo mismo al líder de Podemos, Pablo M. Iglesias, contrario a dicho Pacto (a diferencia de Ciudadanos), porque lo asocia con una forma de venganza y no cree que sirva de nada cambiar la Constitución, como va a hacer Francia, o el Código Penal, como hizo España a raíz del acuerdo de Rajoy y Sánchez, con voto particular socialista respecto a la cadena perpetua, como ustedes recordarán.

Tenemos memoria amarga del terrorismo que asesina en nombre de Alá y del que asesinaba en nombre de la patria vasca. Hemos pagado un precio muy alto tanto por 'yihadismo islámico' como por 'socialización del sufrimiento'. Nadie puede darnos lecciones de cómo resistir la mirada de quienes se rasgan las vestiduras en nombre de la libertad cuando se trata de reforzar la seguridad. En dolorosas circunstancias como las actuales en Francia y las que tantas veces hemos vivido en nuestro país, una democracia sana no pretende amargar la vida a los ciudadanos con la excusa de protegerlos.

Es un temor de baja percepción en el sentir de las opiniones públicas de la parte civilizada del mundo comprometida con los derechos humanos y las libertades individuales. Porque no se trata de recortar libertades, sino de garantizarlas entre quienes hemos aprendido que libertad y seguridad son inseparables, dos términos de una misma ecuación.