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Gobernabilidad: se abrirá paso el sentido común
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Antonio Casado

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Gobernabilidad: se abrirá paso el sentido común

Atentos a la pantalla, sin especular en barbecho, mientras se va configurando un cuadro de bipartidismo imperfecto. Si se quiere, bipartidismo vulnerable, debilitado, pero matemáticamente vivo

Foto: Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría, en la constitución de la Cámara. (EFE)
Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría, en la constitución de la Cámara. (EFE)

El alumbramiento de las nuevas Cortes Generales se produjo con toda normalidad. Primera señal de salud y buen funcionamiento del Estado en la XI Legislatura constitucional (XII del tiempo democrático). Aunque con más dificultades, puesto que el germen de la inestabilidad aparece en todas las combinaciones, la misma normalidad presidirá la constitución del nuevo Gobierno dentro de plazo (dos meses desde la primera votación de investidura). Sin torturar a la gente con repetición de elecciones. Y no porque Jean Claude Juncker, desde la UE que nos mira, le haya pedido a los dioses para España “un gobierno estable y lo antes posible”, sino porque este país tiene grandes reservas de sentido común. Es más civilizado de lo que los propios españoles estamos dispuestos a reconocer.

El lunes que viene comienza la ronda de consultas del Rey a jefes de fila de los grupos políticos con representación parlamentaria. De menor a mayor. Trece en total, tal y como se registraron en el Ministerio del Interior para participar en las elecciones del 20-D (no confundir con grupos parlamentarios). Empezando el lunes por Coalición Canaria, que obtuvo un escaño, y terminando el viernes por el PP, que obtuvo 123, lo que habilita a su líder, Mariano Rajoy, para recibir el encargo de Felipe VI de formar Gobierno. De intentarlo, al menos.

Conviene decirlo por enésima vez. Es el turno de Rajoy, aunque se ha abusado de las conjeturas para crear un estado de opinión en torno a las prisas, la sed de poder y las intenciones de Pedro Sánchez, atrapado en el cruce de dos debates. El de su propio liderazgo, hacia dentro, y el de la posición del partido respecto a la gobernabilidad del país, hacia fuera.

La parte menos teatrera de la clase política hará una lectura justa de las urnas: abrazar lo nuevo (emergentes) y apoyarse en lo viejo (bipartidismo)

Es verdad que el jefe de filas socialista es plato de segunda mesa en el reto de la gobernabilidad. Pero él se empeña en que parezca lo contrario. La última prueba ha sido el fraude reglamentario y el desprecio al mandato del Comité Federal (nada de tratos con grupos que defienden “la autodeterminación, el separatismo y las consultas que buscan el enfrentamiento”), que el PSOE acaba de cometer con el trasvase de senadores socialistas hacia dos grupos de pública confesión sediciosa.

Aun así, vayamos partido a partido, en la seguridad de que la parte menos teatrera de la clase política hará una lectura justa de lo ocurrido en las urnas del 20 de diciembre. A saber: abrazar lo nuevo (partidos emergentes) sin dejar de apoyarse en lo viejo (el llamado bipartidismo), aunque antes hay que pasar por los dos respectivos intentos de formar Gobierno, primero el de Rajoy y luego el de Sánchez. Ambos tienen el derecho y el deber de intentarlo, pero ambos están llamados a fracasar en primera instancia por imperativos matemáticos y políticos.

Cuando todo parezca abocado a una nueva convocatoria electoral, después de “sucesivas propuestas” (eso dice el artículo 99 de la Constitución), mientras se dan nuevos pasos hacia la república independiente de Cataluña y reaparecen señales inquietantes de los “mercados” respecto al incierto marco político de la economía nacional, ya verán ustedes como sienten la llamada del Estado y la sed de centralidad los tres mismos partidos que acaban de poner en marcha las nuevas Cortes Generales (PP, PSOE y Ciudadanos, que suman 253 diputados).

Insisto en mi quiniela: un Ejecutivo en minoría del PP (nada de pacto a la alemana ni de salida a la portuguesa) con acuerdos de geometría variable

Insisto en mi quiniela: un Ejecutivo en minoría del PP (nada de pacto a la alemana, olvídense, y nada de salida a la portuguesa con Sánchez al frente) con acuerdos de geometría variable, según los temas, preferentemente con los dos partidos que ocupan el centro del espectro representativo: PSOE y Ciudadanos. Con Rajoy en Moncloa, Sánchez en la oposición “institucional” y Podemos en la “gamberra” (lo del miércoles pasado fue un anticipo), sobre un fondo cómplice del eje constitucional (PP-PSOE-Ciudadanos) en temas de Estado como terrorismo, unidad de España, reforma de la Constitución, negociación del déficit público con Bruselas, etc. Un gobierno, eso sí, con pronóstico de legislatura corta. Y no me sorprendería en absoluto que hasta con fecha de caducidad pactada.

A partir del lunes la pelota va a estar en el tejado de Moncloa, después de rebotar en el Palacio de la Zarzuela. Atentos a la pantalla, sin especular en barbecho, mientras se va configurando un cuadro de bipartidismo imperfecto. Si se quiere, bipartidismo vulnerable, debilitado, pero matemáticamente vivo, teniendo en cuenta que los dos partidos centrales han ganado en quince de las diecisiete comunidades autónomas y que, se mire como se mire, serán los actores matemáticamente decisivos y directamente responsables del nuevo escenario.

El alumbramiento de las nuevas Cortes Generales se produjo con toda normalidad. Primera señal de salud y buen funcionamiento del Estado en la XI Legislatura constitucional (XII del tiempo democrático). Aunque con más dificultades, puesto que el germen de la inestabilidad aparece en todas las combinaciones, la misma normalidad presidirá la constitución del nuevo Gobierno dentro de plazo (dos meses desde la primera votación de investidura). Sin torturar a la gente con repetición de elecciones. Y no porque Jean Claude Juncker, desde la UE que nos mira, le haya pedido a los dioses para España “un gobierno estable y lo antes posible”, sino porque este país tiene grandes reservas de sentido común. Es más civilizado de lo que los propios españoles estamos dispuestos a reconocer.

Mariano Rajoy Rey Felipe VI Moncloa Ciudadanos