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Podemos, en el gallinero de la política
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Antonio Casado

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Podemos, en el gallinero de la política

Para quienes han crecido en la cultura del anabolizante y la teatralización de la política, es decepcionante verse en las zonas menos televisivas del hemiciclo

Foto: Distribución de escaños aprobada por la Mesa.
Distribución de escaños aprobada por la Mesa.

El partido de Pablo M. Iglesias está llamado a ocupar el gallinero de la vida política en la España de las cuatro esquinas. Es la metáfora de un pacto no escrito de las tres fuerzas políticas más comprometidas con el orden constitucional. PP, PSOE y Ciudadanos quieren que la izquierda mochilera se vaya adaptando a su papel de oposición 'gamberra'. De ahí su escaso empeño en revisar la decisión, tras las reclamaciones presentadas ayer por los damnificados, que aspiran a colocarse en el centro del hemiciclo, en cuña, desde las filas delanteras y hacia atrás.

Sobre esta dinámica cómplice, subyacente, no formalizada en ningún documento, se constituyeron las Cortes Generales. Y sobre la misma complicidad tácita se acabará formando el nuevo Gobierno (apuesten conmigo) sin la indeseada repetición de las elecciones. Solo a la variopinta formación acaudillada por el fundador del chavismo-leninismo ibérico le interesa pasar de nuevo por las urnas para seguir viva en los platós de televisión y las redes sociales, que es su medio natural.

Rajoy, Sánchez y Rivera no se confabularon para marginar a Podemos. No hizo falta. Es un anticipo, a efectos preventivos, del ataque de responsabilidad que, en nombre de intereses generales, acabarán experimentando tres de los cuatro grandes partidos ante los bien documentados riesgos de la ingobernabilidad. Solo uno de los cuatro (Podemos) relativiza su compromiso con el orden constitucional y la necesidad de preservarlo en sus pilares básicos: monarquía parlamentaria, economía de mercado, Estado de las autonomías, integridad territorial, soberanía nacional indivisible y Liga Nacional de Fútbol.

Es un anticipo del ataque de responsabilidad que acabarán experimentando tres de los cuatro grandes partidos ante los riesgos de la ingobernabilidad

Todo eso se activó el martes en siete de los nueve componentes de la Mesa del Congreso cuando decidieron la ubicación de los diputados en el hemiciclo. Los dos representantes de Podemos nada pudieron hacer frente al acuerdo colegiado que coloca a los 65 diputados del grupo 'plurinacional' en la parte alta, la menos visible del hemiciclo, conocida entre los cronistas parlamentarios como “el gallinero” y “el tendido del ocho”.

Para quienes han crecido en la cultura del anabolizante (masa muscular en 15 días) y la teatralización de la política (véase el espectáculo del 13 de enero, con el bebé de Bescansa, la llegada en bicicleta de tres diputados, la soflama puño en alto de Iglesias, las rastas de Alberto Rodríguez, la creatividad verbal a la hora de jurar o prometer), es decepcionante verse en las zonas menos televisivas del hemiciclo. No mejora ni empeora el poder de influir, pero les permite hablar de la mala calidad de una democracia que los envía al gallinero.

Los dirigentes de Podemos se lo han tomado fatal. “Cacicada”, “fraude”, “vergonzante” y cosas así salieron por la boca de Íñigo Errejón, que no entiende ese “desprecio a los representantes de cinco millones de electores”, sin reparar en que la decisión la han tomado colegiadamente los representantes de 16 millones de españoles con enormes reservas de sentido común. Otros, como Rafael Mayoral, fueron más positivos: “Es como querer parar el viento con las manos”. Una forma de decir que su partido es una imparable fuerza de la naturaleza contra el mal gobierno que nos hará a todos felices, como Chávez a los venezolanos y Tsipras a los griegos.

La propuesta ha reactivado el orgullo de un partido con memoria histórica. Sus dirigentes más veteranos percibieron la humillación y se sintieron insultados

Sin embargo, esa fuerza de la naturaleza se viene quebrando con facilidad ante fenómenos de menor cuantía, como la frustrada mayoría de izquierdas en la Mesa del Congreso, los cuatro grupos parlamentarios a los que aspiraba, unos asientos más televisivos en el hemiciclo y el ingrato portazo del líder del PSOE. Ingrato Pedro Sánchez, que rechazó la Presidencia del Gobierno tan generosamente ofrecida el viernes pasado por Pablo M. Iglesias. Peor todavía. La propuesta ha reactivado el orgullo de un partido con memoria histórica. Sus dirigentes más veteranos percibieron la humillación y se sintieron insultados, mientras que la militancia socialista recibió la oferta como un abrazo de Freddy Krueger, aquella criatura con cuchillas en las manos que irrumpía en las pesadillas de la gente.

Continuará.

El partido de Pablo M. Iglesias está llamado a ocupar el gallinero de la vida política en la España de las cuatro esquinas. Es la metáfora de un pacto no escrito de las tres fuerzas políticas más comprometidas con el orden constitucional. PP, PSOE y Ciudadanos quieren que la izquierda mochilera se vaya adaptando a su papel de oposición 'gamberra'. De ahí su escaso empeño en revisar la decisión, tras las reclamaciones presentadas ayer por los damnificados, que aspiran a colocarse en el centro del hemiciclo, en cuña, desde las filas delanteras y hacia atrás.