En torno al imposible pacto PSOE-Podemos

En el relato del socialista Sánchez se llama Gobierno “progresista y reformista”. Y en el de Pablo M. Iglesias, líder de Podemos, “de progreso y cambio”. Se llame como se llame, aquí y ahora no tiene ningún futuro. Si el PSOE quisiera que lo tuviera, no habría incluido en su equipo negociador a figuras como Jordi Sevilla, Rodolfo Ares, José Enrique Serrano, etc., ni habría provocado a Podemos ayer tarde con una cita simultánea con Ciudadanos, en el mismo sitio y a la misma hora.

El teatro es importante en política. Se escenifica que se quiere lo que en realidad se rechaza. Con esa mentalidad acudieron los delegados de los dos grandes partidos de la izquierda a la anodina puesta en escena de ayer tarde en la sala 'roja' del Congreso (por el gran muralista, José María Sert), cuyo único acuerdo fue el de seguir hablando. “Lo importante es la foto”, decía Íñigo Errejón al terminar. Con eso está dicho todo.

Ríos de tinta escrita -radiada y televisada, con perdón por el oxímoron- se dedican hoy al estéril encuentro negociador a cuatro de la izquierda (PSOE, IU, Podemos y Compromís, veintitantas personas en la mesa), a propuesta de Alberto Garzón. Con esos mimbres, el simulado objetivo de alumbrar un Gobierno está condenado al fracaso, a mi juicio. La convergencia es imposible entre los dos principales partidos de dicha mesa, aunque solo sea por la declarada voluntad de uno por comerse política y electoralmente al otro. También por las consabidas exigencias de Podemos, inasumibles para el PSOE.

Pedro Sánchez se está labrando una imagen de hombre de Estado como candidato a la Presidencia del Gobierno a propuesta del Rey

Antes de levantar acta de la imposibilidad de acuerdo, debe ser escenificada. Ahí estamos. Pedro Sánchez se está labrando una imagen de hombre de Estado como candidato a la Presidencia del Gobierno a propuesta del Rey. Avanzan sus tratos por la derecha con Ciudadanos, y ahora, incluso simultáneamente, como ocurrió ayer, necesita intentarlo por la izquierda. O que lo parezca, a sabiendas de que es impensable un acuerdo sobre sus respectivos catecismos (las 53 páginas del histórico PSOE y las 96 del emergente Podemos).

Podemos engaña a la ciudadanía cuando aparenta contribuir a la gobernabilidad. Sus dirigentes tratan de romper el PSOE (dividir antes de confiscar) y crear las condiciones que hagan inevitable la convocatoria de elecciones. Un eventual pacto con los socialistas exigiría concesiones insoportables de la izquierda mochilera, salvo que las concesiones fuesen igual de insoportables para los socialdemócratas de Ferraz. Y ninguno quiere claudicar en favor del otro. Es lógico. Iglesias nunca renunciará a una agenda social incompatible con la disciplina presupuestaria de Bruselas. Ni Sánchez admitirá ese “derecho a decidir” que cuestiona la unidad de España al convertirse en derecho a trocearla.

Solo hay una posibilidad de que, como dice desear Pablo M. Iglesias -o aparentar que lo desea-, Podemos llegue a gobernar en coalición con el PSOE: que “Podemos deje de ser Podemos” (le robo la frase a Juan Carlos Girauta). Y eso no se arregla con una foto de esa mesa absurda que hoy volverá a reunirse en el Congreso.