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Gamberrismo en el hemiciclo
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Antonio Casado

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Gamberrismo en el hemiciclo

Gamberrismo fue tomar el hemiciclo por una asamblea de facultad y convertir un discurso parlamentario en soflama gritona, ofensiva, injuriosa, como ayer hizo Pablo Iglesias

Foto: Momento de las votaciones al finalizar las intervenciones en la segunda jornada del debate de investidura del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)
Momento de las votaciones al finalizar las intervenciones en la segunda jornada del debate de investidura del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez. (EFE)

Adelantándose al resultado de la votación de anoche que, según lo previsto, no llegó ni de lejos a los 176 votos exigidos para otorgar la confianza al candidato Sánchez, el aún presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, calificó de “farsa” la sesión de investidura. Tanto en su primer acto, que exigía una mayoría absoluta, como en el segundo, el de mañana, ya con la regleta en mayoría simple pero igualmente afectado por la rica variedad de adjetivos usados por el jefe de filas del PP como soportes de su mensaje central. Que el señor Sánchez nos ha embarcado en un viaje a ninguna parte.

Es verdad a la luz de criterios estrictamente utilitarios, cautivos de la aritmética y solo si el debate incumple su función dinamizadora de la vida política. No fue el caso. Si nos atenemos a los números, la sesión de investidura resultó fallida en el escrutinio de anoche (130 síes, 219 noes, una abstención). Cierto. Pero al debate le sobró viveza y se convirtió en inagotable fuente de datos para conocer mejor a los partidos y los líderes que nos han tocado en suerte tras las últimas elecciones generales.

En ese sentido, el pacto de gobierno “reformista y de progreso”, ofrecido a la Cámara por Pedro Sánchez como frustrado banderín de enganche, sirvió para que se retratase el resto de partidos. Sobre todo los que ocupan los extremos del arco político, PP por la derecha y Podemos por la izquierda, unidos por el no a Sánchez y la común aversión al pacto firmado por los centrales, PSOE y Ciudadanos. De ahí el manido argumento del candidato, según el cual votar no a Sánchez es votar por la continuidad de Mariano Rajoy.

De agradecer el sentido homenaje político que, tras el mitin de Iglesias, Rivera dedicó a los hombres de la Transición, “por los mejores años de nuestra historia”

En el debate de ayer, además, se escenificó la distancia que en el cuarteto político nacional hay entre las tres fuerzas cosidas al orden constitucional vigente y la que practica el gamberrismo parlamentario. Gamberrismo fue tomar el hemiciclo por una asamblea de facultad y convertir un discurso parlamentario en soflama gritona, ofensiva, injuriosa, como ayer hizo el secretario general de Podemos, Pablo Manuel Iglesias. Espantosamente desproporcionada resultó su solidaridad con víctimas de la guerra sucia y su silencio respecto a los asesinatos de ETA. Ni media palabra dedicó al rastro de sangre y miseria moral que la banda terrorista y sus amigos políticos dejaron en Euskadi y en el resto de España a lo largo de 40 años.

En una templada intervención, no exenta de dureza contra Rajoy e Iglesias, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, como estaba previsto, invitó al PP a sumarse a su acuerdo con los socialistas. Huelga decir que sus apelaciones cayeron en saco roto. Además, las orientó hacia la “mucha gente válida y muy preparada” que hay en el partido de Rajoy “para sumarse a esta nueva etapa”. No tan amable fue con el presidente: “Usted no es creíble para liderar esta nueva etapa”.

Rivera hizo continuas apelaciones al diálogo como herramienta del cambio exigido por los españoles en las urnas del 20-D, aunque algunos se empeñen en hacer lecturas equivocadas del resultado electoral, vino a decir. Y fue de agradecer el sentido homenaje político que, después del mitin de Iglesias, dedicó a los hombres y mujeres de la Transición, “por habernos dado los mejores años de nuestra historia”.

En cuanto al candidato oficial, buscó y puede haber conseguido el reconocimiento de los españoles por dar la cara e intentar un cambio político en clave de regeneración y progreso. Incluso puede haber hecho méritos para conseguir el agradecimiento del Rey y las instituciones del Estado por haber desbloqueado la situación creada tras la negativa de Rajoy a formar Gobierno. Lo que no ha conseguido de ninguna manera es que los diputados, aparte de los 40 de Ciudadanos y los 90 propios, hayan puesto en valor su discurso de mano tendida, a la vista del recuento de votos cantado anoche por el presidente del Congreso, Patxi López.

Adelantándose al resultado de la votación de anoche que, según lo previsto, no llegó ni de lejos a los 176 votos exigidos para otorgar la confianza al candidato Sánchez, el aún presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, calificó de “farsa” la sesión de investidura. Tanto en su primer acto, que exigía una mayoría absoluta, como en el segundo, el de mañana, ya con la regleta en mayoría simple pero igualmente afectado por la rica variedad de adjetivos usados por el jefe de filas del PP como soportes de su mensaje central. Que el señor Sánchez nos ha embarcado en un viaje a ninguna parte.

Ciudadanos Mariano Rajoy