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Castro y Obama: medias palabras
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Antonio Casado

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Castro y Obama: medias palabras

Amagan sin dar en ninguna parte. Nada aclaran por sí mismas. Al revés. Casi nos empujan a maldecir una vez más la insoportable ambivalencia del discurso de ambos

Foto: Barack Obama junto a Raúl Castro. (EFE)
Barack Obama junto a Raúl Castro. (EFE)

Los hermanos Castro dejaron abierta por dentro la puerta trasera de EEUU y el presidente Obama se dio un baño de popularidad. Vaya lo uno por lo otro si el premio es entrever el fin del absurdo conflicto entre dos poderes tan desiguales, con una sola víctima: el pueblo de este querido país. El embargo norteamericano no perjudicó a la dictadura castrista sino a los cubanos. Y no fue el imperialismo yanqui sino la buena gente de Cuba la que durante más de medio siglo sufrió, y sufre todavía, las consecuencias del numantinismo castrista.

Clamorosa desproporción entre la todopoderosa potencia mundial y el vecinito del sur. El gigante norteamericano frente a un islote ideológico que no movía montañas, como la fe, pero dejaba en la indigencia material y política a once millones de personas. Entre otras cosas, a causa del embargo impuesto por el Goliat del norte en 1961 y oficializado por Kennedy en 1962, tras la calculada conversión de Fidel al marxismo-leninismo y la fallida invasión de la Bahía de Cochinos. Cincuenta y cinco años después, hemos de rastrear las señales de un tiempo mejor en las medias palabras de los dos mandatarios, como trataré de explicar.

Castro pensaba en negros y latinos que arrastran su miseria por Nueva York, las torturas en Guantánamo o Abú Ghraib, o la pena de muerte de EEUU

Del celebradísimo paso de Obama por Cuba y sus encuentros con Raúl Castro me quedo con unas cuantas manufacturas verbales del uno y del otro. Encontraron un buen acomodo mediático en la prensa mundial, pero amagan sin dar en ninguna parte. Nada aclaran por sí mismas. Al revés. Casi nos empujan a maldecir una vez más la insoportable ambivalencia del discurso político de ambos. A Obama le permite apelar al pluralismo y recomendar al anfitrión que no tenga miedo a las voces “diferentes” del pueblo cubano. Y a Raúl Castro le permite decir, mirando a su invitado, que nadie está libre de culpa en materia de respeto a los derechos humanos.

Probablemente pensaba el presidente cubano y líder del PCC en los negros y los latinos que arrastran su miseria por las calles de Nueva York, las torturas practicadas en la extraterritorialidad de Guantánamo o Abú Ghraib, o en la pena de muerte que aún se aplica en algunos Estados de la Unión. Pero, ya digo, no fue más allá. Se limitó a enseñar la muleta, como decimos aquí. Lo mismo que el presidente norteamericano, bastante menos explícito que el periodista atrevido a la hora de denunciar con todas las palabras la existencia de presos políticos en la isla. Hasta 89, según la lista entregada a Obama por los disidentes.

La pregunta del periodista, el día anterior, ya había provocado el consabido rasgado de vestiduras de un anfitrión que se hacía de nuevas ¿Presos políticos en Cuba? ¿Dónde? ¿Acaso no son delitos comunes la rebelión, la incitación a la violencia o los desórdenes públicos?

El embargo norteamericano no perjudicó a la dictadura castrista sino a los cubanos

Pues no, señor Castro, cuando se aplican a quienes no tienen otro modo de expresar sus ideas. Hasta Pablo Manuel Iglesias, nada sospechoso de anticastrismo, se pone, sin querer, de parte de la disidencia cubana al declarar: “Hay determinados derechos que no se pueden ejercer en el marco de la legalidad”. Lo malo, ay, es que lo dijo pensando en Eta y sus amigos políticos respecto a la legalidad española. Y no es ese el caso de los disidentes cubanos que el otro día se hicieron la foto con Obama.

Más directo ha estado Castro a la hora de pedir a su invitado que ponga fin de una vez por todas al malhadado embargo que sufren los cubanos desde 1961. Y ahí quien estuvo insoportablemente ambiguo fue Obama: “El embargo terminará pero no sé cuándo”. Lo cual es algo que podía haber dicho el propio Kennedy, Nixon, Reagan, Bush… , al albur del dicho “no hay mal que cien años dure”.

¿No hubiera sido más didáctico explicar que eso depende del Congreso, controlado por el Partido Republicano, y no está en la mano de un presidente con fecha de caducidad en noviembre?

Los hermanos Castro dejaron abierta por dentro la puerta trasera de EEUU y el presidente Obama se dio un baño de popularidad. Vaya lo uno por lo otro si el premio es entrever el fin del absurdo conflicto entre dos poderes tan desiguales, con una sola víctima: el pueblo de este querido país. El embargo norteamericano no perjudicó a la dictadura castrista sino a los cubanos. Y no fue el imperialismo yanqui sino la buena gente de Cuba la que durante más de medio siglo sufrió, y sufre todavía, las consecuencias del numantinismo castrista.

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