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Cuando los periodistas cantan la Semana Santa
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Antonio Casado

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Cuando los periodistas cantan la Semana Santa

Lo nuestro es el minuto y resultado de la llamada actualidad, no el canto rutinario de los grandes hechos históricos que condicionaron y aún condicionan la vida de la gente

Foto: Procesión 'Vulgo Congregación' de Zamora. (EFE)
Procesión 'Vulgo Congregación' de Zamora. (EFE)

Este año, por primera vez en casi un siglo, un alcalde ha declinado el privilegio de romper el silencio y dirigirse al Cristo sufriente en nombre de los zamoranos. Entre los elogios de unos, por su coherencia, y los reproches de otros, por burlar la tradición, Francisco Guarido (Izquierda Unida) dejó el sitio al periodista Luis Jaramillo, católico practicante y director regional de la Cope en Castilla y León, cuya plegaria ante la imponente catedral parecía llevar la firma del alcalde no creyente, "por un mundo más solidario y más justo en el reparto de la riqueza", contra la Europa responsable de "las vergonzantes hileras de refugiados sin asilo" o la denuncia de "los daños inferidos a la Naturaleza por la codicia y el egoísmo de algunos".

Tampoco hizo falta que el periodista Sergio Martín, director del canal 24 Horas (TVE), hiciera previa confesión de católico, apostólico y romano antes de hacer el canto de vísperas en el Cuartel Conde Duque de Madrid, donde tuve el gusto de presentarle como pregonero de nuestra impresionante Semana Santa. Sergio superó el reto con un discurso moderno en el que los recuerdos personales desbordaron la sacralización del espacio que se opera estos días en Zamora. Sin faltar el respeto al significado de la fúnebre escenificación anual ni a quienes la viven con ascetismo castellano. Todo lo contrario.

O sea, que el canto y la divulgación de la Semana Santa de nuestra tierra, ese interminable entierro ritual acotado entre dos domingos alegres, el que pasó de los Ramos y el que viene de Resurrección, estuvo esta vez agitado por periodistas más adictos al Cristo de las ocho bienaventuranzas que al de las siete palabras. No veo a la gente de este oficio haciendo evocaciones plañideras. No nos motivan los cantos a ese Jesús del Madero sino al que anduvo en la mar, como nos enseñó don Antonio Machado.

Hacer pedagogía de un luctuoso hecho de sangre ocurrido hace más de veinte siglos casa mal con nuestro trabajo diario sobre materiales fungibles

Y en este punto me vienen a la memoria los versos de nuestro paisano, León Felipe: "No sabiendo los oficios los haremos con respeto/ para enterrar a los muertos cualquiera vale/ menos un sepulturero". No concibo a un periodista de nuestros días como un rutinario sepulturero de los que año tras año rastrean en la pasión y muerte de Cristo, tal y como se representa en Zamora.

Hacer pedagogía de un luctuoso hecho de sangre ocurrido hace más de veinte siglos casa mal con nuestro trabajo diario sobre materiales fungibles, de vida corta, cambiantes como la dirección del viento, la ocupación hotelera, los muertos en la carretera, el número de desplazamientos durante las vacaciones y, si acaso, los fogonazos verbales de un líder político que pasaba por allí.

Lo nuestro, en fin, es el minuto y resultado de la llamada actualidad, no el canto rutinario de los grandes hechos históricos que condicionaron y aún condicionan la vida de la gente, a veces para mal, como hemos vuelto a ver en Bruselas. Hechos antiguos que movieron montañas y aún las mueven al conjuro de paraísos 'post mortem'.

Cuando los periodistas cantan la Semana Santa no se recrean en la figura del Cristo apaleado y vencido que en Zamora toma distintas formas durante los seis días acotados entre dos domingos gloriosos. A los zamoranos, especialmente a los de la diáspora, como Sergio, como Jaramillo, como el que subscribe, también nos motivan los recuerdos de aquellas vacaciones que reviven mezclados con las distintas faces del sufriente nazareno.

No concibo a un periodista de nuestros días como un rutinario sepulturero de los que año tras año rastrean en la pasión y muerte de Cristo

Aquellas inolvidables miradas furtivas de novios y novias en una calle de Santa Clara atestada de gente arriba y abajo. Unos, por reencontrarse con el cordero con piel de cordero que procesiona su muerte en la cruz. Y otros, echando de menos al Cristo triunfante que la emprendía a latigazos contra quienes querían cargarse la doctrina mancillando el templo con sus puestos de venta.

Ese es el que revive mañana. Este Domingo de Resurrección que, según el humor negro que algunos se gastan en las redes sociales, no garantiza nada a los imprudentes en la vuelta a casa del fin de semana.

Este año, por primera vez en casi un siglo, un alcalde ha declinado el privilegio de romper el silencio y dirigirse al Cristo sufriente en nombre de los zamoranos. Entre los elogios de unos, por su coherencia, y los reproches de otros, por burlar la tradición, Francisco Guarido (Izquierda Unida) dejó el sitio al periodista Luis Jaramillo, católico practicante y director regional de la Cope en Castilla y León, cuya plegaria ante la imponente catedral parecía llevar la firma del alcalde no creyente, "por un mundo más solidario y más justo en el reparto de la riqueza", contra la Europa responsable de "las vergonzantes hileras de refugiados sin asilo" o la denuncia de "los daños inferidos a la Naturaleza por la codicia y el egoísmo de algunos".

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