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En Panamá no hubo ladrones, pero sí chivatos
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Antonio Casado

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En Panamá no hubo ladrones, pero sí chivatos

Nada tan solidario ni tan metido en el papel de los medios como ventilar ante los ciudadanos la parte del patrimonio que ciertos personajes se empeñan en esconder

Foto: El bufete de abogados de Panamá Mossack Fonseca. (Reuters)
El bufete de abogados de Panamá Mossack Fonseca. (Reuters)

No tuvieron mucho éxito las recomendaciones bíblicas de Mateo a los codiciosos para que acumulasen sus tesoros en el cielo, donde no llegan la polilla, el orín y los ladrones. Se empeñaron en guardarlos en la tierra, donde además llegan los chivatos. Así les va. Ahora se rasgan las vestiduras. Véase el rejonazo televisado al primer ministro islandés, Sigmundur David Gunnlaugsson. Como a todos los políticos pillados en falta, no se le ocurrió otra cosa que arremeter contra el mensajero.

Fue un día para sentirse orgulloso del mensajero. El Confidencial forma parte de una operación de salud pública sindicada (Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación) contra el dinero sucio, la ingeniería financiera y el separatismo fiscal. Nada tan solidario ni tan metido en el papel de los medios de comunicación como ventilar ante los ciudadanos la parte del patrimonio que ciertos personajes públicos se empeñan en esconder. Por algo será. ¿Qué sentido tiene constituir sociedades opacas si el origen del mismo es confesable?

No es extraño que la ventilación de estos cuartos oscuros gestionados por la firma panameña Mossack Fonseca desprenda olor a podrido. Además, no ha de sorprender en España una nueva entrega de las malas prácticas en la vida pública. No me refiero solamente a los ciento treinta y tantos políticos de todo el mundo -una docena de jefes de Estado o primeros ministros, entre ellos-, sino también a personajes que trafican con las emociones y el recreo de la gente. Tanto el gobernante como el ídolo popular o esa tía del Rey de España que aparece en los llamados 'papeles de Panamá', se ofrecen como faros de conducta mientras cometen el pecado de la insolidaridad. Es lo que suele ocurrir cuando ellos mismos son desbordados por la facturación mercantil del carisma institucional (doña Pilar de Borbón), el talento artístico (Almodóvar) o el deportivo (Leo Messi).

El destape de más de 11 millones de documentos (“ciudades amuralladas que el rico cree inexpugnables”, dice el libro de los Proverbios) se ha debido a un ataque informático contra los ordenadores del mencionado bufete de abogados. Sin embargo, solo los interesados (Putin, Macri, Almodóvar, Messi…) han mirado al mensajero a cara de perro. En el caso del presidente ruso, incluso se desempolva el manido recurso a la conspiración desestabilizadora del país y se califica de “poco profesional” el trabajo de un centenar de periodistas de todo el mundo. En China, las alusiones a los familiares del presidente, Xi Jinping, fueron inmediatamente eliminadas de las redes sociales.

Pero, en general, las opiniones públicas se han puesto del lado de los mensajeros, los jueces lo han considerado una operación de filantropía y los gobiernos han abierto procesos indagatorios para saber si sus nacionales aludidos en la masiva filtración de datos han incurrido en algún delito. Por ahí van también el Gobierno en funciones de Mariano Rajoy y toda la clase politica española. Buena noticia. El ministro de Justicia, Rafael Catalá, anuncia que la Agencia Tributaria investigará a las personajes españoles que aparecen mencionados y los partidos reclaman al ministro Montoro para que se explique en el Congreso.

Lo hará, a titulo informativo, mientras nos consolamos con el descubrimiento añadido de que, en materia de corrupción, los españoles no estamos solos. Mal de muchos, consuelo de unos muy pocos: España, Grecia e Italia encabezan el 'ranking' de países aventajados en practicas corruptas. Siempre saldremos perdiendo en la comparación con países como Holanda, Francia, Austria, Reino Unido o Alemania, donde más de la mitad de sus respectivos ciudadanos también creen estar rodeados por la corrupción. En España eso mismo lo creen 95 de cada 100 personas. Y en el conjunto de la UE nos sale al paso otra verdad aritmética: tres de cada cuatro europeos creen estar viviendo en medio de una corrupción generalizada.

No tuvieron mucho éxito las recomendaciones bíblicas de Mateo a los codiciosos para que acumulasen sus tesoros en el cielo, donde no llegan la polilla, el orín y los ladrones. Se empeñaron en guardarlos en la tierra, donde además llegan los chivatos. Así les va. Ahora se rasgan las vestiduras. Véase el rejonazo televisado al primer ministro islandés, Sigmundur David Gunnlaugsson. Como a todos los políticos pillados en falta, no se le ocurrió otra cosa que arremeter contra el mensajero.

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