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¿Morirá el PSOE aplastado entre PP y Podemos?
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Antonio Casado

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¿Morirá el PSOE aplastado entre PP y Podemos?

Le vendrá bien que PP y Podemos hagan el trabajo de polarizar la campaña. El PP, claveteando la idea de una izquierda extremista y la formación de Iglesias disparando contra el partido de la corrupción

Foto: Pedro Sánchez y la candidata del PSC en las elecciones generales, Meritxell Batet, este jueves en Barcelona. (EFE)
Pedro Sánchez y la candidata del PSC en las elecciones generales, Meritxell Batet, este jueves en Barcelona. (EFE)

Con las instituciones deshabitadas por la interinidad, la política se banaliza a golpe de botellines, tertulias, canutazos, pasilleo, fogonazos digitales y platós de televisión. Es la banda sonora de la precampaña. Así llevamos unos cuantos meses. Y en este escenario inestable y ruidoso, dominado por la conjetura, que nos obliga a cruzar apuestas y hablar siempre en condicional, crea tendencia la moda de condenar al PSOE a morir políticamente aplastado entre el PP y Podemos-IU.

Lo veremos si persiste el ruido de muebles en el interior del histórico partido fundado por Pablo Iglesias en 1879 y, por otro lado, el pacto de Pablo Manuel con Alberto Garzón consigue el llamado 'sorpasso' en el recuento del 26-J. Pero no ocurrirá lo uno ni lo otro si prenden los llamamientos a la unidad de Sánchez y Díaz, especialmente dirigidos a los líderes regionales y por ellos repicados este fin de semana (salvedad hecha del valenciano Ximo Puig, aquejado de un visible ataque de contrariedad).

En cuanto al eventual desbordamiento socialista por la izquierda también depende del propio ruido de muebles existente en la parte de IU que percibe como una humillación el pacto electoral con Podemos. Y asimismo depende de que la coherencia interna y la unidad de acción del PSOE se mantengan, al menos hasta las elecciones, según convinieron ayer mismo Sánchez y sus barones. Tal y como también se reclamará hoy en la reunión del comité federal y la posterior presentación pública de Pedro Sánchez como candidato a la Moncloa a cargo de Susana Díaz, en la localidad madrileña de Móstoles.

Léase de este modo: a la alianza Iglesias-Garzón (Unidos Podemos) responde el PSOE con la alianza de Sánchez-Díaz. Si la presidenta andaluza fue en otras ocasiones desleal y enredadora, ahora actúa con sentido común, cultura de partido y respeto a su secretario general, apostando por un PSOE “fuerte y ganador”.

Además del llamamiento a la unidad, de históricas resonancias en los silos de la memoria colectiva de los españoles, el grito de Móstoles es también una respuesta a la temeraria estrategia de Podemos respecto al PSOE, que consiste en sembrar cizaña antes de ocupar el campo. Primero, dividir y luego expropiar, como va camino de hacer con IU. Ese es el significado de sus osadas ofertas de pactos territoriales para el Senado, aún después de recibir el “No, gracias” de Sánchez, al que se unió el no menos rotundo “Basta de jueguecitos” de Susana Díaz.

El otro vector del eventual hundimiento del PSOE sería el éxito de la coalición electoral Podemos-IU, por el que Pablo Manuel recupera su amor de juventud (el PCE), tan denostado hasta hace poco tiempo y Alberto Garzón se aleja del “precipicio”, como me confesó el martes pasado en Estrasburgo.

Hay trampa en el pacto de los botellines. Digan lo que digan sus firmantes, no está hecho para ganar sino para salvar los muebles. O mejor, para sobrevivir. ¿A qué? En el caso de Podemos, a su caída en las encuestas y las desconexiones territoriales (cantada está la catalana, luego vendrá la gallega). Y en el caso de IU, a la irrelevancia política y a las deudas con los bancos (siete millones de euros, me dice Garzón).

Así que cualquier cálculo numérico sobre la cosecha final del pacto izquierda nueva-izquierda vieja ha de ir restando a partir de la suma alcanzada el 20-D por Podemos, sus sucursales e IU. Solo cabe hablar de fugas (desconexiones territoriales, malestar en IU, exvotantes socialistas que ya vieron la real cara de Podemos). No de incorporaciones, salvo que alguien atribuya a la nueva fuerza un irresistible poder de atracción de nuevos votantes, algo que hasta ahora ningún analista ha considerado. Por tanto, empecemos a restar de la suma alcanzada en las pasadas elecciones (algo más de seis millones de votos).

Hay trampa en el pacto de los botellines. Digan lo que digan sus firmantes, no está hecho para ganar sino para salvar los muebles. O mejor, para sobrevivir

Volvamos al PSOE, que aparece ocupando el espacio del centro junto a Ciudadanos, mientras las fuerzas situadas en los extremos del arco se disponen a polarizar la campaña e ignorar a los que se han quedado en tierra de nadie, entre los heraldos de la estabilidad y los del populismo-comunismo. Esa es la estrategia de Podemos. Pero, ojo, porque polarización es crispación. Y la crispación puede ser la gran baza de la izquierda sensata.

Quiero decir que al PSOE le vendrá muy bien que el PP y Podemos hagan bien el trabajo de polarizar la campaña. El PP, claveteando a todas horas la idea de una izquierda extremista y gamberra que pone en cuestión la unidad de España. Y Podemos, disparando contra el partido del inmovilismo, la corrupción y el sometimiento a Bruselas.

De ese modo, unos y otros, los de Rajoy y los de Iglesias, estarían mostrando la senda de retorno a la centralidad a más de un millón de exvotantes socialistas seducidos por Podemos en los últimos procesos electorales.

Con las instituciones deshabitadas por la interinidad, la política se banaliza a golpe de botellines, tertulias, canutazos, pasilleo, fogonazos digitales y platós de televisión. Es la banda sonora de la precampaña. Así llevamos unos cuantos meses. Y en este escenario inestable y ruidoso, dominado por la conjetura, que nos obliga a cruzar apuestas y hablar siempre en condicional, crea tendencia la moda de condenar al PSOE a morir políticamente aplastado entre el PP y Podemos-IU.

Izquierda Unida Pedro Sánchez Susana Díaz Alberto Garzón Ximo Puig