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PSOE: tregua convenida y espadas en alto
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Antonio Casado

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PSOE: tregua convenida y espadas en alto

La situación en el Partido Socialista está muy clara: se acallan las críticas internas hasta después del 26-J por la cuenta que les trae a todos. Al menos algo sí tienen claro

Foto: Pedro Sánchez y Susana Díaz en la presentación como candidato del PSOE. (EFE)
Pedro Sánchez y Susana Díaz en la presentación como candidato del PSOE. (EFE)

Con el aforo de un hotel madrileño a reventar, Susana Díaz no pasó por Madrid como presidenta andaluza o alternativa virtual, que no formal, al liderazgo socialista, sino como candidata a La Moncloa. Al menos quiso darlo a entender: “No es tiempo de hablar del PSOE. Es tiempo de hablar de España”.

Y a renglón seguido: “Me dejaré la piel para que gane el PSOE y para que Pedro Sánchez sea presidente”. No miente ni hace teatro. La vamos a ver echando el resto en la campaña del 26-J que está a punto de arrancar. Por la cuenta que le trae.

Sus planes necesitan su confirmación como reina de las urnas en Andalucía. Es el mejor servicio que puede hacer a su partido y, de paso a Sánchez, a la hora de compararlo con la cuota socialista en votos y escaños de otros territorios. Serán sus credenciales de aspirante a la secretaría general del PSOE si, a pesar del aporte andaluz a la causa electoral de su partido, Sánchez no mejora la cosecha electoral del 20 de diciembre.

En esos términos debe entenderse la aparente luna de miel de Sánchez y Díaz, en el marco de la consabida tregua de Ferraz con los barones regionales. Reforzarse conviene a todos. Empezando por el candidato a La Moncloa, al que la tregua le va a resultar muy rentable como inductora de votos.

También lo podemos decir así: el miedo al 'sorpasso' de Podemos es más fuerte que el descreimiento de los barones en el liderazgo de Sánchez. Por tanto, la lucha de sus adversarios internos por evitar el hundimiento del PSOE equivale a la lucha por evitar el hundimiento del candidato.

El miedo al 'sorpasso' por parte de Podemos es más fuerte que el descreimiento de los barones hacia Sánchez: todos cierran filas ante los morados

Así están los socialistas en estos momentos. Alto el fuego y espadas en alto. Divididos pero en tregua convenida hasta el día después del 26-J. O mejor, hasta la noche del recuento electoral. Ahí encaja el desliz del extremeño Fernández Vara (no tuvo intención de hacer daño y le faltó tiempo para pedir disculpas), cuando dijo hace unos días que si el resultado es malo, Susana Díaz tomaría las riendas del partido.

Y ahí también encaja el convenido abrazo para la galería de Sánchez y Ximo Puig, presidente valenciano, después de escenificarse la tentación del líder socialista de la región a desoír el mandato de Ferraz, coincidente en este caso con la posición de la lideresa andaluza, contra posibles pactos para el Senado con Podemos y sus amigos políticos.

Peor arreglo tiene lo de Sánchez y Díaz. El desencuentro se ha extendido ya a lo personal, como reconocen en el entorno de la presidenta andaluza. Otros barones regionales centran sus críticas en el equipo del actual secretario general, pero todos asumen la tregua y se conjuran (insisto, por la cuenta que les trae) para que el PSOE de Sánchez mejore los resultados del 20 de diciembre y luego “ya hablaremos”, como decía la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, a su paso por un desayuno informativo en Madrid. En estos términos: “No voy a perder ni un minuto en hablar de cuestiones internas antes del 26 de junio. Luego iremos a un proceso de reflexión”.

Hasta entonces, veremos a una Susana Díaz dándolo todo por el PSOE, con un discurso coincidente al cien por cien con el de Sánchez. Todo lo que dijo el miércoles en Madrid lo dice su secretario general a todas horas y se lee en el programa electoral de su partido. Pero en ningún momento se remitió al candidato o al programa electoral de su formación como referencias de su discurso. Habló de desigualdad, pobreza, desempleo, pensiones, educación, reforma fiscal o TTPI, como si sus propuestas fueran solo suyas y se le acabaran de ocurrir.

Si algo tienen en común tanto Díaz como Sánchez es el hecho de que hay que parar los pies a Podemos con una campaña a cara de perro contra los de Iglesias

He ahí una forma sutil de marcar diferencias con el candidato socialista a La Moncloa, al margen de comprometerse con la opción electoral del PSOE, que no dejará de proclamar. Incluso compartiendo actos con Sánchez (“Los que él quiera”, dice), en los que seguirá machacando la consigna de que “hay que salir a ganar”. Un implícito e injusto reproche a Sánchez de que solo quiera a salir a pactar. Como si Sánchez hubiera renunciado a encabezar un proyecto de grandes mayorías.

Sin embargo hay una coincidencia plena entre Sánchez y Díaz respecto al populismo de Podemos. Ambos se disponen a levantar un muro, como el de 'Juego de Tronos', que deje al partido de Pablo Manuel Iglesias en el gallinero de la política. Lo sabe Íñigo Errejón desde que oyó decir a uno de los negociadores socialistas: “Con vosotros no vamos a gobernar nunca porque dais miedo, sobre todo vuestro líder”.

Ocurrió a primeros de abril, tras las frustradas negociaciones a tres (PSOE-Podemos-Ciudadanos), cuando el portazo de Iglesias dejó a los socialistas con la palabra en la boca. Entonces se percataron en el PSOE de que Podemos solo había intentado blanquearse de sus ofensas a la militancia socialista (la “cal viva” y su arrogante reparto de ministerios, sobre todo) y hacer teatro por cuenta de la buena fe del equipo de Sánchez.

Aprovechando que entre la militancia y los votantes del PSOE se han disparado los índices de rechazo a Podemos, y a su líder en particular, en Ferraz se prepara una campaña a cara de perro contra el partido de Pablo Manuel.

Con el aforo de un hotel madrileño a reventar, Susana Díaz no pasó por Madrid como presidenta andaluza o alternativa virtual, que no formal, al liderazgo socialista, sino como candidata a La Moncloa. Al menos quiso darlo a entender: “No es tiempo de hablar del PSOE. Es tiempo de hablar de España”.

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