Al Grano
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El caos está servido en el comité federal
Ambas partes se niegan la legitimidad para dirigir el partido en este tiempo de mudanza, basándose en un debate normativo que afecta incluso al órgano que debería resolverla
Tenía razón el exministro Borrell cuando denunciaba en la radio que el golpe contra Pedro Sánchez había sido organizado por aficionados. El desembarco andaluz no frena el recurso del secretario general a la militancia (“una puerta abierta que no puede cerrarse ahora”), aunque logra que, de momento, acepte el reto. Eso sí, en los términos que le interesan. Los que se atienen al mandato del comité federal (“no” a Rajoy). “Si se decide la abstención, dimito”, confiesa.
Al apadrinar las 17 dimisiones de la ejecutiva, los organizadores del operativo de acoso y derribo solo han conseguido forzar una nueva redacción en la convocatoria del comité federal de este sábado. Es el primer efecto visible del “susanazo”. Por imperativo de la situación creada cuando el número de “vacantes” es superior a la mitad más uno de sus miembros.
Así que el cónclave socialista de este sábado, según el artículo 36 de los Estatutos, tiene como único objeto formal acusar recibo de las dimisiones y, en consecuencia, convocar un congreso. Con el subsiguiente llamamiento a elecciones primarias para elegir al secretario general mediante “voto individual, directo y secreto de los y las militantes del PSOE”. O sea, lo ya previsto por Ferraz, pero adelantado en 15 días y con carácter ya no ordinario sino “extraordinario”.
El cónclave socialista, según el artículo 36 de los Estatutos, solo tiene por objeto formal acusar recibo de las las dimisiones y por tanto convocar un congreso
Ese es el cuadro descrito en aplicación de la normativa interna, según los seguidores de Sánchez, constituidos en comisión ejecutiva “en funciones”. Frente al llamado “sector crítico”, que discrepa de esa interpretación de las reglas. Pero la dramática realidad es que, políticamente, en estos momentos el PSOE está partido en dos, sin que el trabajo de los “cascos azules” (Rubalcaba 'dixit') haya dado resultado en sus intentos de acercar a los dos bandos. Hoy parece más lejos que nunca la posibilidad de que el PSOE recupere la vocación ganadora y la voz única en las grandes líneas de política nacional. Y me parece que no va a ser suficiente con el llamamiento de Sánchez a la “serenidad” y la “altura de miras”.
El caos está servido en un cónclave cuya convocatoria, firmada por la media ejecutiva que no dimitió, está puesta en cuestión por el llamado sector crítico que promovió la dimisión de la otra media. Ambas partes se niegan la legitimidad para dirigir el partido en este tiempo de mudanza, en base a un debate normativo que afecta incluso al órgano que teóricamente debería dirimir la controversia. Hablo de la comisión de garantías, encargada de velar por el respeto a los Estatutos. Tres de sus cinco miembros, sin la presidenta, casualmente “pedrista”, decidieron el viernes que “la comisión ejecutiva está disuelta” y proponen al comité federal de este sábado el nombramiento de una comisión gestora.
En el entorno de Sánchez se califica de “argucia reglamentaria” (la comisión gestora a escala nacional tiene precedentes pero carece de regulación en los estatutos), sobre la que hoy podría apoyarse la mesa del comité federal (su presidenta, Verónica Pérez, casualmente es “susanista”) para declarar que la ejecutiva de Sánchez ya no existe y que, por tanto, no puede reclamar las funciones de gobierno provisional del partido hasta la celebración del congreso extraordinario.
Ese va a ser, con toda probabilidad, el primer objeto de debate en la reunión de Ferraz, ligado a otro de procedimiento sobre el orden del día. Ahí ya empezarán a cruzarse las líneas de fuerza que han desencadenado la crisis. Y por ahí, al fondo de la cuestión, que tampoco es el mismo en cada una de las dos partes. Por un lado, la media ejecutiva que sigue ejerciendo en Ferraz al mando el secretario general. Por otro, la media ejecutiva dimisionaria que, bajo el padrinazgo de la andaluza Susana Díaz, ignora la existencia legal de la otra parte y reclama una comisión gestora. Veamos:
No será lo mismo que el debate se centre en el liderazgo (sí o no a Sánchez, después de sus sucesivos fracasos electorales), como quieren los críticos, o que se centre en la política de alianzas (“no” o “abstención” a la investidura del candidato del PP a la Moncloa), como quiere el secretario general, porque en ese tema tiene encañonados a sus adversarios, tan comprometidos como él en el mandato del comité federal. Por cierto, que anoche Sánchez se ratificó en el “no es no”, porque “España no se merece cuatro años más de Rajoy”.
Hoy parece más lejos que nunca la posibilidad de que el PSOE recupere la vocación ganadora y la voz única en las grandes líneas de la política nacional
El resultado de la confrontación (gestora o Sánchez, sí o no a Rajoy), se medirá en votos. Y de ahí saldrán las respuestas a las preguntas de la opinión pública, teniendo siempre en cuenta que “se puede pensar en el PSOE y en España a la vez”, como dijo Sánchez en respuesta a Susana Díaz.
¿Caerá Sánchez o tendrá a la aritmética de su parte a la hora de votar? ¿Cambiará de posición el PSOE para facilitar el Gobierno de Rajoy, en cuyo caso Sánchez dimitiría de sus funciones, o iremos a unas tercera llamada a las urnas en menos de un año? ¿Habrá congreso del PSOE antes o después de que se forme gobierno?
Estas preguntas desbordan el atormentado corralito socialista y son de angustioso interés para todos los españoles.
Tenía razón el exministro Borrell cuando denunciaba en la radio que el golpe contra Pedro Sánchez había sido organizado por aficionados. El desembarco andaluz no frena el recurso del secretario general a la militancia (“una puerta abierta que no puede cerrarse ahora”), aunque logra que, de momento, acepte el reto. Eso sí, en los términos que le interesan. Los que se atienen al mandato del comité federal (“no” a Rajoy). “Si se decide la abstención, dimito”, confiesa.