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Correa complica pero no impide el desbloqueo
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Antonio Casado

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Correa complica pero no impide el desbloqueo

Durante la Gürtel se denunciaron más de cinco mil casos de corrupción. Eso nos permite recibir con una sonrisa escéptica la simpleza de que facilitar un Gobierno de Rajoy es hacerse cómplice de ella

Foto: El presunto cabecilla de la trama Gürtel, Francisco Correa, saliendo de la Audiencia Nacional. (EFE)
El presunto cabecilla de la trama Gürtel, Francisco Correa, saliendo de la Audiencia Nacional. (EFE)

La corrupción instalada en el tejido del PP (Gürtel, Púnica, Taula, Castedo, Fabra, Granados, Rato, etc.) es la causa principal de su aislamiento político en la formación de Gobierno. Justa coartada de los partidos alistados en el “no es no” a Rajoy, que dio lugar a la Legislatura tonta del 20-D y a lo que llevamos de Legislatura tonta bis del 26-J, a la espera de que prospere el golpe de timón del PSOE en manos de una comisión gestora.

La clave está en que los socialistas, como ya hizo Ciudadanos, el tercero de los partidos de inequívoco compromiso constitucional, vean la corrupción cosida al PP no como un “impedimento” sino como un “inconveniente” en aras de un objetivo de mayor cuantía. La gobernabilidad del país. La ineludible recuperación del ritmo democrático reclamada por la opinión pública después de casi un año viviendo en la provisionalidad.

En esas llegó el “correazo”. Ojo con las trampas en el solitario. El padrino de la trama Gürtel ha dicho en sede judicial lo que ya se sabía en la calle, los despachos y las redacciones. Un sistema de prácticas corruptas trenzado en los interiores PP (“Génova era como mi casa”) que cursó como financiación ilegal del partido, sobresueldos en dinero negro y enriquecimiento ilícito de unos cuantos sinvergüenzas.

Foto: El presunto cabecilla de la trama Gürtel, Francisco Correa. (Ilustración: Raúl Arias)

A preguntas de la fiscal del caso, Francisco Correa se ha hecho un 'selfie', muy bien acompañado, en dos agotadoras jornadas. Un retrato coral evocador de la famosa frase —de Rubalcaba, creo—, que ya circuló en el salto a la fama de Correa, ya hace siete años: “No todo el PP es Gürtel, pero todo Gürtel está en el PP”. Con réplica de Esperanza Aguirre al grito de “Mariano, vienen a por nosotros”.

Como si, efectivamente, según la inicial reacción de Rajoy cuando estalló el escándalo, aquello hubiera sido “no una trama del PP sino una trama contra el PP”, urdida por el Gobierno de Zapatero “en una actuación sectaria y partidista” inspirada por la vicepresidenta De la Vega, el ministro Rubalcaba y el fiscal Conde Pumpido, “por acción o por omisión” (comunicado oficial del PP del 7 de octubre de 2009). Pero el relato se vino abajo levantarse el secreto del sumario.

Asimismo, se derrumbó aquel tronante “El PP es incompatible con la corrupción”, declamado por Aznar un minuto después de tomar posesión de la Moncloa en 1996. Veinte años después, en el 'selfie' de Correa también sale, por acción o por omisión, el expresidente del Gobierno cuyo reinado coincide con los mejores años de Gürtel (ay, la boda de El Escorial y la amistad íntima del yerno con el gran recaudador de las mordidas).

Volvamos al “correazo”. Impedimento para unos e inconveniente para otros, en el desbloqueo de la política nacional. No perdamos la perspectiva. Hemos convivido demasiado tiempo con la corrupción sin que se tambalease el sistema. El Estado de derecho no ha dejado de funcionar, como bien sabe una hermana del Rey de España, un exvicepresidente del Gobierno, varios expresidentes autonómicos, jueces, alcaldes, empresarios, etc. Estamos acostumbrados.

¿Saben ustedes que en los años de la Gürtel (1996-2009) se denunciaron en España más de cinco mil casos de corrupción? O sea, que vamos bien servidos de memoria amarga. Y lo de Correa nos pilla vacunados contra el estupor y una capacidad de asombro bien colmada. Lo cual nos permite recibir con una sonrisa escéptica la simpleza de que facilitar un Gobierno de Rajoy, aquí y ahora, es hacerse cómplice de la corrupción.

El Estado de derecho no ha dejado de funcionar, como bien sabe una hermana del Rey, un exvicepresidente del Gobierno, varios expresidentes autonómicos...

Tampoco estaría mal que el PP echase una mano. Que pidiera disculpas a los ciudadanos y dejara de utilizar excusas tontas para eludir explicaciones. La corrupción de su partido es una pesada carga en la mochila del candidato a la presidencia del Gobierno y haría bien en escenificar algo parecido a una disculpa pública cuando los socialistas están llegando a la conclusión de que ceder el paso a Rajoy es un daño colateral del rechazo a las terceras elecciones consecutivas. Sin revivir por enésima vez la reyerta verbal entre los dos grandes partidos en un asunto en el que los ciudadanos ya no se molestan en distinguir.

Aunque los dirigentes actuales del PP no intervinieran en los hechos, les afecta la derivada política. Y no vale que invoquen el agua pasada y se escuden en que los corruptos ya no están, como el viernes hizo la vicesecretaria, Andrea Levy. Primero, está por ver. Segundo, aunque así fuera, se echa de menos un acto de contrición por un caso que no se explica sin la complicidad de los responsables políticos, por mucho que ahora Correa se esfuerce en dejar fuera de toda sospecha a Aznar, Arenas, Acebes, Cascos y al mismo Rajoy, que por aquel entonces dirigía las campañas electorales del PP. Y tercero, porque sobre la actual cúpula también recae la documentada sospecha de que el PP ha hecho trampas en los procesos electorales, jugando con ventaja respecto a sus competidores.

La corrupción instalada en el tejido del PP (Gürtel, Púnica, Taula, Castedo, Fabra, Granados, Rato, etc.) es la causa principal de su aislamiento político en la formación de Gobierno. Justa coartada de los partidos alistados en el “no es no” a Rajoy, que dio lugar a la Legislatura tonta del 20-D y a lo que llevamos de Legislatura tonta bis del 26-J, a la espera de que prospere el golpe de timón del PSOE en manos de una comisión gestora.

Francisco Correa Esperanza Aguirre