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Supervivientes, nuevos y seminuevos
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Antonio Casado

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Supervivientes, nuevos y seminuevos

Más ajustado es señalar que están bien combinados los elementos de renovación y de continuidad, pensando en los asuntos del Estado, y no tanto en si las caras son nuevas

Foto: Primer Consejo de Ministros. (EFE)
Primer Consejo de Ministros. (EFE)

Durante la jura (o promesa) en el Palacio de la Zarzuela, se les vio serios y formalitos. Es lo suyo. De buena pinta, ducha diaria y sobradamente preparados. Me permito la ironía como evasiva a la cuestión de fondo: ¿Es realmente un Gobierno continuista, como se está diciendo?

Por sus hechos los conoceréis. Tiempo al tiempo. Falta contraste con la realidad ceñida a una novísima orografía parlamentaria, en la que el Gobierno Rajoy tendrá enfrente una mayoría hostil. A diferencia de lo ocurrido en el cuatrienio 2011-2015, ya no podrá hacer de su capa un sayo. Es lo que tiene el paso de un escenario bipartidista controlado por el PP a otro pluripartidista de tres mal avenidos contra uno. O si se quiere, de uno contra tres mal avenidos (¿les suena lo de la “triple alianza”?).

El seminuevo Méndez de Vigo, que continua como ministro de Educación y asume la voz pública del Consejo de Ministros para ser la cara amable

Ante la lista de los catorce miembros del equipo, incluido el jefe, la matemática no falla: cinco fundacionales o supervivientes (Rajoy. Soraya,. Guindos, Montoro y Fátima), seis nuevos (Cospedal, Nadal, Zoido, Dastis, Monstserrat y De la Serna) y tres seminuevos (Catalá, Tejerina y Méndez de Vigo). Si los números no engañan, me parece incorrecto quedarse en el único argumento de la continuidad como valoración del Gobierno que acaba de celebrar su primer Consejo de Ministros. Más ajustado a la realidad es señalar que están bien combinados los elementos de renovación y de continuidad, pensando en los grandes asuntos del Estado, y no tanto en si las caras son o no son nuevas.

Los relacionados con crecimiento y empleo, de rango preferente en los desvelos del presidente siguen inamovibles, con Rajoy al frente de la Comisión para Asuntos Económicos y los mismos actores: Guindos en Economía, Montoro en Hacienda y Fátima Báñez en Trabajo. Eso es cierto. Pero también es verdad que la renovación (insisto, no solo de caras) afecta a tres áreas tan importantes como el poder inversor del Estado (el ingeniero Iñigo de la Serna), las Relaciones Exteriores (el diplomático Alfonso Dastis) y las Fuerzas de Seguridad (el exjuez Ignacio Zoido), entendiendo que no cabe hablar de renovación de fondo en otras tres áreas donde solo es nueva la cara: Energía y Nuevas Tecnologías (Alvaro Nadal, más funcionarial que político) Sanidad (Dolors Montserrat, la cuota catalana) y Defensa (Cospedal, más política que funcionarial).

Ceses de Fernández Díaz y García Margallo. Uno estaba quemado a por los escándalos detectados en la trastienda policial. El otro perdió la confianza del jefe

En el terreno de las novedades hay que incluir también al seminuevo Méndez de Vigo, que continua como ministro de Educación y asume la voz pública del Consejo de Ministros para ser la cara amable del Gobierno. Figura pacificadora y dialogante donde los haya (le va a hacer falta cuando los socialistas exijan la revisión de la Lomce), que aplacó a unos estamentos educativos en pie de guerra hasta la marcha del ministro Wert.

En el capítulo de las novedades, con propósito de la enmienda, se supone, hay que incluir los ceses de los ministros Fernández Díaz y García Margallo. Uno estaba quemado a raíz de los escándalos detectados en la trastienda policial. Y el otro perdió la confianza del jefe.

La imagen de renovación, incluida la generacional, es la del ministro de Fomento. Joven, municipalista, moderno, creativo y amante del deporte

En Interior había un abogado y ahora habrá un juez. Puede que eso marque la diferencia sobre la importancia de aplicar el principio de legalidad. Pero se parecen en el sesgo biográfico que reza “de profundas creencias religiosas”. Y de Exteriores sale alguien que iba a su bola, con disimulado disgusto del jefe, y entra un diplomático. Es decir, un servidor del Estado que jamás tratará de restar protagonismo a Rajoy. Eficacia sin protagonismo al servicio del jefe y los intereses de España. Discreción y mano izquierda son las prendas de hábil negociador que adornan a este alto funcionario de enorme prestigio entres sus colegas. Hasta ahora era el lazarillo de Rajoy en Bruselas. Quería ser embajador en Nueva York pero se ha quedado de ministro. Qué se le va a hacer. Y espero que como ministro no olvide nuestra vocación latinoamericana y nuestra apertura a África.

La imagen de renovación del Gobierno, incluida la generacional, es la del ministro de Fomento. Joven, municipalista, moderno, creativo y amante del deporte. El ya ex alcalde de Santantder, Íñigo de la Serna, tendrá en su mano el poder inversor, paralizado durante el año tonto de la política nacional. Muchas empresas y muchos trabajadores están pendientes de que se desatasquen las inversiones públicas. Sobre todo en materia de infraestructuras, de enorme impacto en las Comunidades Autónomas.

Mucho se habla de las agrias relaciones entre Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal. No es una leyenda urbana

Sin novedades, en cambio, en lo referido al desafío secesionista del nacionalismo catalán. Bajo la admonición marianista de que “algo habrá que hacer” (dijo en la sesión de investidura), se mantiene el baluarte jurídico formado por el tándem Soraya Sánez de Santamaría-Rafael Catalá, autores intelectuales de las respuesta legales vigentes o venideras frente a los pasos de los “procesistas”.

Se incorpora la diputada por Barcelona, Dolors Montserrat (Sanidad), figura en alza que aportará conocimiento de la realidad catalana. Rajoy no ha olvidado el día que en el Congreso tumbó dialécticamente a Joan Tardá a propósito de los delirios independentistas de este diputado de ERC.

Mucho se habla de las agrias relaciones entre la vicepresidenta, Sáenz de Santamaría, y la secretaria general del PP, Dolores de Cospedal. No es una leyenda urbana. Rajoy está en deuda con las dos. Y ahora compensa a la segunda con el Ministerio de Defensa, un área de trabajo de pocos puntos de roce con el área de trabajo propia de la vicepresidenta. Mejor así.

Durante la jura (o promesa) en el Palacio de la Zarzuela, se les vio serios y formalitos. Es lo suyo. De buena pinta, ducha diaria y sobradamente preparados. Me permito la ironía como evasiva a la cuestión de fondo: ¿Es realmente un Gobierno continuista, como se está diciendo?

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