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Tras la reyerta, lecciones de patriotismo
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Antonio Casado

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Tras la reyerta, lecciones de patriotismo

Estupor, frustración, miedo, incertidumbre, llanto y crujir de dientes entre quienes creían que el sentido común del pueblo apagaría en las urnas los brotes de matonismo y racismo

Foto: Mural de Hillary Clinton y Donald Trump. (EFE)
Mural de Hillary Clinton y Donald Trump. (EFE)

Un puñetazo de la realidad al bajo vientre del sistema. Un zasca en los morros de analistas y encuestadores, como diría un rapsoda del cuñadismo habitual en las redes sociales. Estupor, perplejidad, frustración, incredulidad, miedo, contrariedad, incertidumbre, llanto y crujir de dientes entre quienes creían –creíamos- que el sentido común del pueblo norteamericano apagaría en las urnas los brotes de matonismo, xenofobia y racismo alimentados por Trump durante una campaña a cara de perro.

En las dos orillas cunde el mismo diagnóstico: malestar social y aversión a la clase política. La casta, como diría ese populismo de marca España que respira por la izquierda aunque no difiere en el método. Allí hablan de meter en la cárcel a Hillary Clinton y aquí comparan el Congreso con una cueva de ladrones.

Europa sigue pendiente de las urnas venideras de Alemania y Francia, donde el Frente Nacional de Marine Le Pen y la AfD (Alternativa para Alemania) de Fraude Petry celebran lo ocurrido en USA como adelanto de lo que podría ocurrir dentro de unos meses en el corazón de la UE.

Foto: Donald Trump, presidente de Estados Unidos. (Reuters)

Esa ultraderecha populista ve con esperanza lo que otros vemos con miedo. Cunde la indignación, la desconfianza y el desaliento frente a un sistema que ha sembrado de víctimas el camino de la recuperación económica en los dos pilares del orden trasatlántico. Cierto. Pero no cunde hasta el punto de aupar a un autócrata apoyado por el Ku Klux Klan, el partido nazi norteamericano y los votantes que añoran la esclavitud.

Son pulsiones ajenas al sentir de la opinión pública europea, en general y española en particular. No concebimos, por ejemplo, que un candidato amenace con encarcelar al otro si llega a presidente o, lo que es peor, que haya millones de ciudadanos que lo respalden.

Vale, vale, pero, oiga, qué lección de patriotismo nos dieron ayer los principales actores de la reyerta electoral. Empezando por el discurso del ganador en la misma noche del recuento. Bastante más conciliador de lo previsto. Nada parecido a sus insolentes mensajes anteriores. En sano tránsito de candidato a presidente in péctore, Donald Trump ya era otro ante sus seguidores. De pronto apareció alistado en la cultura del diálogo sobre “bases comunes” y el respeto a los votantes demócratas: “Seré el presidente de todos los americanos”.

La opinión pública se dio por enterada del mensaje. El nuevo presidente no piensa dar patadas al tablero. Y eso evitó un miércoles negro en la bolsa. Los índices empezaron a remontar tras los desplomes iniciales.

En las dos orillas cunde el mismo diagnóstico: malestar social y aversión a la clase política. La casta, como diría ese populismo de marca España

Se hizo esperar la reacción pública de Hillary Clinton, si bien ya había aceptado deportivamente la victoria de su adversario. Después de haber dormido la derrota, confesó ante sus seguidores la dolorosa decepción por lo ocurrido. Pero eso no impidió su ofrecimiento de remar junto al futuro presidente si este lo considera oportuno.

Una lección de patriotismo coronada en el discurso de Barack Obama, correligionario de Clinton. Tampoco para el todavía presidente de los EE. UU., fue incompatible cubrir de elogios a su secretaria de Estado con felicitar al ganador, recibirle hoy en la Casa Blanca y desearle suerte en su mandato, así como prometerle un traspaso de poderes tan apacible y tan ejemplar como el que a él le hicieron los equipos de Bush hace ocho años.

Pongamos que se llama fair play. O lecciones de patriotismo. Por si tenemos la suerte de que sea contagioso, aunque sea por envidia. A Europa en general y a España en particular. “Voy a hacer todo lo posible para que el presidente Trump tenga éxito”, dijo Obama. “Primero americanos, luego republicanos o demócratas”, añadió.

Hagan ustedes la oportuna transposición al ruedo ibérico de la política, busquen, oigan, comparen y traten de encontrar las semejanzas. Si es que las hay.

Un puñetazo de la realidad al bajo vientre del sistema. Un zasca en los morros de analistas y encuestadores, como diría un rapsoda del cuñadismo habitual en las redes sociales. Estupor, perplejidad, frustración, incredulidad, miedo, contrariedad, incertidumbre, llanto y crujir de dientes entre quienes creían –creíamos- que el sentido común del pueblo norteamericano apagaría en las urnas los brotes de matonismo, xenofobia y racismo alimentados por Trump durante una campaña a cara de perro.

Hillary Clinton