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Podemos, en la legislatura del tres a uno
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Antonio Casado

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Podemos, en la legislatura del tres a uno

Hablar de vocación rompedora es una piadosa forma de describir la automarginación de Podemos en un escenario de colaboración de los partidos en el normal funcionamiento de las instituciones

Foto: El grupo parlamentario de Unidos Podemos. (EFE)
El grupo parlamentario de Unidos Podemos. (EFE)

Claro que los procedimientos no son inocentes. Tampoco ha de serlo Pablo Echenique, responsable de ese negociado como secretario de Organización. Ayer le pregunté en la tele ('Los desayunos de TVE') si su coincidencia con Iglesias en defender la votación conjunta de votos y caras, en contra de la preferencia errejonista (votar proyecto por un lado y a quien lo defiende por otro), supone tomar partido en la curiosa pelea de gallos rapeada por Arkano (Pablo Manuel) y Chuty (Errejón).

Le molestó la pregunta, pero al menos no la calificó como hubiera hecho su jefe. Rechazó haberse alineado con el actual secretario general al defender el sistema de votación conjunta (ideas-líder inseparables), visto por los errejonistas como intento de convertir el congreso de febrero en un plebiscito sobre Iglesias. Si el intento prospera, el modelo ideológico, político y organizativo propuesto por Errejón, a falta de contraste con otro, se perdería entre las aclamaciones al macho alfa.

La legislatura que acabamos de estrenar va a ser la del tres contra uno. A un lado, las tres fuerzas constitucionalistas y, al otro, Unidos Podemos

En la misma polvareda del culto al líder se puede perder también la irrelevancia en la que ha devenido la tercera fuerza política en la España de las cuatro esquinas, por mucho que se atribuya el papel de principal partido de la oposición por desistimiento, según su relato, de un PSOE arrodillado ante el PP. A Iglesias se le puede secar la boca reprochando a Errejón el retroceso electoral de Podemos al haber apostado por la sonrisa y no por la cara de perro. No sirve de nada un líder que no muerda, sostiene, mientras sigue acusando a los socialistas de consolidar en La Moncloa a corruptos y mafiosos.

Vale. Dirá lo que quiera. Pero la legislatura que acabamos de estrenar va a ser la del tres contra uno. A un lado, las tres fuerzas de inequívoca adhesión al orden vigente que emana de la Constitución. Será el primer efecto de la complicidad PP-PSOE, ampliada a Ciudadanos por mor de las 150 medidas previamente comprometidas en su pacto con el PP. Al otro, o al margen, queda Unidos Podemos, de inequívoca vocación reventadora del 'régimen del 78'.

Hablar de vocación rompedora, o rupturista, es una piadosa forma de describir la automarginación de Podemos en un escenario de colaboración de los partidos en el normal funcionamiento de las instituciones. Pero en Podemos han decidido abandonar ese escenario para practicar las artes escénicas.

Toda la vida lo hemos llamado 'política de gestos'. Servidor prefiere llamarlo gamberrismo político. Porque se trata de fogonazos visuales, sonoros o digitales, que se agotan en sí mismos. De nada sirven y nada arreglan. No sacan de pobres a los parias de la tierra ni mejoran la vida del ciudadano. Se quedan en su recorrido mediático y ya, mientras el podemismo lleva el eslogan a la calle y el no a las instituciones.

Pista libre para el PSOE, cuya influencia política medida en resultados (salario mínimo, educación, seguridad ciudadana, pobreza energética, etc.) es muy superior a lo que cabría deducir de una diferencia tan escasa en votos y en escaños respecto a su competidor por la izquierda.

Mal mensaje ante los votantes de Podemos, que ven lo que ha sido frente a lo que pudo ser si, en la fallida investidura de Pedro Sánchez, Iglesias hubiera apostado por el desalojo de Rajoy en vez de apostar por el 'sorpasso'. Votantes, recordemos, cuya indignación respiraba por la izquierda y lo que realmente están viendo ahora es que la malograda canalización del malestar (el 15-M en la memoria) mejoró la facturación electoral del PP en las urnas del 26 de junio y, por supuesto, facilitó el reenganche de Rajoy en Moncloa.

Claro que los procedimientos no son inocentes. Tampoco ha de serlo Pablo Echenique, responsable de ese negociado como secretario de Organización. Ayer le pregunté en la tele ('Los desayunos de TVE') si su coincidencia con Iglesias en defender la votación conjunta de votos y caras, en contra de la preferencia errejonista (votar proyecto por un lado y a quien lo defiende por otro), supone tomar partido en la curiosa pelea de gallos rapeada por Arkano (Pablo Manuel) y Chuty (Errejón).

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