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Lo que esconde el portazo de Federico Trillo
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Antonio Casado

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Lo que esconde el portazo de Federico Trillo

Hasta las piedras saben que su cese está relacionado con el informe del Consejo de Estado que atribuye a Defensa de 2003 los errores cometidos en la contratación del desgraciado vuelo

Foto: Familiares entregan firma en exteriores para solicitar la dimisión de Trillo. (EFE)
Familiares entregan firma en exteriores para solicitar la dimisión de Trillo. (EFE)

El Consejo de Ministros del pasado viernes puso fin a la carrera política de Federico Trillo. Y no por darle salida a un trámite burocrático de índice “verde”, como es el cese de un embajador con fecha de caducidad, sino por estas dos razones:

Una, apremiante, de carácter inmediato: crear las condiciones que hagan salir airosa a la ministra Cospedal de su comparecencia del lunes ante la comisión de Defensa. Va a dar la cara y no quiere que se la partan por errores de otros, como ya ocurrió en el caso Gürtel. Una y no más. No está dispuesta a comerse otro “marrón”, según dicen en mi barrio.

Hay una segunda razón de carácter mediato, de fácil encaje en una orografía parlamentaria muy distinta a la mayoría absoluta del segundo reinado de Aznar (2000-2004). Este nuevo Gobierno PP, dirigido en minoría por Mariano Rajoy, asume con casi 14 años de retraso la responsabilidad política derivada del caso Yak-42 (62 militares españoles muertos sobre suelo turco al regreso de Afganistán), cuando el ministro de Defensa era Trillo, embajador en Londres hasta este mismo jueves.

Foto: Federico Trillo en una imagen de archivo. (EFE)
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Aunque se presente como un cese “a petición propia”, ya previsto en una inminente renovación de embajadores aplazada por la interinidad de 2016, hasta las piedras saben que está relacionado con el informe del Consejo de Estado que atribuye al Ministerio de Defensa de entonces (mayo de 2003) los errores cometidos en torno a la contratación del desgraciado vuelo y la posterior gestión de la tragedia.

En las 24 horas anteriores a la declaración en Londres anunciando su inmediata salida del puesto, el jueves pasado, el ya exembajador habló con el presidente Rajoy, el ministro Dastis y la ministra de Defensa y secretaria general del PP, Dolores de Cospedal. Ninguno de ellos hizo nada por retenerle, a la espera de cesar pronto junto a otros embajadores. Al contrario, a los tres les pareció bien su inmediata evaporación política. Con más razón si, como era previsible, se relacionaría la prisa por verle fuera con el hecho de que el Gobierno haya asumido el dictamen del Consejo de Estado, política y moralmente inculpatorio.

Sin que lo haga explícito, el Gobierno celebra que la opinión pública vincule la marginación de Trillo con el arropamiento a los familiares de las víctimas, prometido por la ministra después de recibirlos. No solo les prometió arropamiento moral. También les anunció un cambio de criterio del Gobierno, a la vista del citado informe, donde por primera vez culpa al Ministerio de Defensa de no haber hecho lo necesario para evitar la tragedia.

En su comparecencia parlamentaria del próximo lunes la ministra explicará cómo piensa cumplir lo prometido a esos familiares que se sienten “aliviados” por el cambio de criterio del Gobierno, niegan afán de revancha y no esperan compensaciones económicas ni revisiones judiciales, sino “reparación moral” después de tantos años de soledad, tantas decepciones y tanta incomprensión.

El paso está dado y “eso es oro para nosotros”. Así agradecen el arropamiento de la ministra. Pero antes de dar por cerrada esta página negra del Gobierno Aznar, queda por saber cómo será el cambio de actitud del Gobierno Rajoy, que asume el espíritu y la letra del dictamen del Consejo de Estado y anuncia una revisión de cabos sueltos.

El cambio exige la reparación moral que se debe a los familiares. Un “deber patriótico”, según el exministro José Bono. Y pasa igualmente por decirles la verdad, admitir que las cosas se hicieron mal y pedir perdón.

Foto: El ministro de Justicia, Rafael Catalá. (EFE)

Obligado será distinguir entre el plano político y el ya sustanciado plano judicial. Así entenderemos el tramposo carpetazo tras la condena judicial de tres militares que, ante la prisa política por celebrar un funeral televisado, se ahorraron el molesto trámite de identificar correctamente los restos de 30 de los fallecidos.

No se apreció responsabilidad penal en Aznar y Trillo, aunque hicieron una descarada malversación de la “obediencia debida” en el seno de las Fuerzas Armadas. Por eso nunca quedaron exentos de responsabilidad política y, sobre todo, moral. No pasarán por delincuentes, sí por indignos. E indigno fue también que nadie pagase políticamente por tratar a unos servidores de su país como si fueran reses en un transporte militar plagado de irregularidades Sus compañeros de partido, ahora sí, parecen dispuestos a asumirlo en diferido. No hubiera sido creíble si, teniendo encima la vergüenza de haber premiado políticamente a Federico Trillo, este hubiera seguido un minuto más en la embajada de Londres.

El Consejo de Ministros del pasado viernes puso fin a la carrera política de Federico Trillo. Y no por darle salida a un trámite burocrático de índice “verde”, como es el cese de un embajador con fecha de caducidad, sino por estas dos razones:

Accidente del Yak-42 Mariano Rajoy