Al Grano
Por
Lucas Mallada, que estás en los cielos
En sus artículos ya entonces podíamos leer: "Necesario es que nos ciegue un amor propio para no ver que España es uno de los países donde mayor inmoralidad pública se observa”
Es mi forma tardía de celebrar el Día del Libro. Con 24 horas de retraso, pero a tiempo de relacionarlo con el bochorno civil por la corrupción en el Madrid políticamente expropiado por el Partido Popular desde el año 2003.
Se trata de un clásico del periodismo español. Una recopilación de artículos escritos por el ingeniero Lucas Mallada (1841-1921) en el diario 'El Progreso' entre los años 1880 y 1890, recopilados luego en 'Los males de la patria'. El famoso grito documental del Regeneracionismo, que después aportaría el ingrediente pesimista a los escritores de la generación del 98.
Ha pasado bastante más de un siglo y la corrupción, aparte del paro, sigue siendo la negra sombra de la vida pública, según los estudios demoscópicos
No en vano hizo Mallada el primer apunte de las dos Españas de Machado llamadas a helarnos el corazón. Se refería a los negocios preparados de manera que “desde el principio al final se falsean los compromisos adquiridos y, a expensas de los contribuyentes, se lucran más de cuatro, y más de cuatro mil, y tal vez más de cuatrocientos mil bribones”, desembocando en el “curioso problema de que la mitad de los españoles que goza, figura y campa por sus respetos, viva a expensas de la otra mitad que sufre, paga y trabaja”.
Ha pasado bastante más de un siglo y la corrupción, aparte del paro, sigue siendo la negra sombra de la vida pública, según dicen los estudios demoscópicos. Pero ya entonces podíamos leer lo siguiente en los textos de Mallada: “Necesario es que nos ciegue un amor propio muy mal entendido para no ver que España, en este nuestro siglo, es uno de los países donde mayor inmoralidad pública se observa”.
Me centro, justamente, en el capítulo dedicado a 'La inmoralidad pública', que hoy por hoy cursa en los medios y en la calle como 'corrupción', aunque ya entonces denunciaba que “el pandillaje político y el desbarajuste administrativo influyen extraordinariamente en la inmoralidad mantenida por personajes respetables de todos los partidos”.
Ay de los indolentes, los que echan balones fuera y los que no se quisieron enterar de nada, ante las conductas descritas por el juez Velasco
Si no nos quedamos en el lenguaje, ciertamente obsoleto, como corresponde a una obra escrita a finales del siglo XIX, nos asaltará una incómoda sensación. La de estar leyendo un texto escrito cinco minutos después de conocer el demoledor auto del juez Velasco motivando el ingreso en prisión del expresidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González y cuatro personas más. Por ejemplo:
“¿Qué nación hay en el mundo donde con tanto descaro se saqueen los fondos del Estado? Nuestros antepasados decían que 'quien hace bien al común no lo hace a ningún', pero nosotros, al paso que vamos, tendremos que admitir como buena la doctrina de que robar al Estado no es robar”. “Y decimos esto por lo frecuente que es en España disculpar las repetidas defraudaciones al erario público”.
Disculparlas es una forma de alentarlas. Y de favorecer los climas de impunidad entre quienes, como se deriva del auto del juez Velasco, se llegaron a creer invencibles y con licencia para robar ante tantas miradas distraídas que no querían meterse en líos. Vuelta atrás: “Las conciencias se ensancharon grandemente en igual proporción que el despilfarro y las defraudaciones”, dejó escrito Lucas Mallada, que estás en los cielos.
Las figuras públicas pilladas en falta se remiten ahora a la Justicia, tomando el derecho a la presunción de inocencia como un burladero político
Ay de los indolentes, los que quieren tener la fiesta en paz, los que echan balones fuera y los que no se quisieron enterar de nada, ante las conductas descritas por el juez Velasco. Para ellos se vuelve luminoso y didáctico lo escrito por el ingeniero Mallada hace 125 años:
“Desde los jefes más respetables y dignos de los partidos políticos hasta el obrero más infeliz, todos tenemos noticia de miles y miles de fraudes, malversación de caudales y estafas, pero bien se guardará nadie de hacer una acusación concreta, ni de citar nombre propio”. Espero que en esto hayamos avanzado algo. Y también en el funcionamiento de la Justicia, de la que tampoco se olvidaba entonces Mallada. Y a la que ahora se remiten las figuras públicas pilladas en falta, tomando el derecho a la presunción de inocencia como un burladero político.
A saber: “El tanto de culpa que deben averiguar los tribunales es una de tantas bromas insulsas de la fantasía nacional, que raras veces conduce con sana lógica al fondo de la cuestión”.
El fondo de la cuestión se llama ahora saqueo de fondos públicos, tráfico de favores institucionales, enriquecimiento personal y financiación ilegal del PP. Con la esperanza de que un fiscal 'cómodo', una magistrada 'de confianza de la casa' o una policía políticamente controlada devuelvan las aguas a su cauce natural.
Corto y cierro con otro pasaje que parece escrito ayer:
“La mala hierba de la inmoralidad pública creció por todos los ámbitos del país porque encontró muy bien preparado el terreno hueco de nuestra fantasía y de nuestra desidia, abonado con la mezquina política intervenida por los caciques y regado con las lluvias del desbarajuste administrativo. La indolencia general es la primera causa de la inmoralidad pública, una vez perdida la vergüenza. Con el mal ejemplo de otros tales que medran por ruines mañas, se hace más descansado, breve y lucrativo recurrir a la intriga y al fraude, como métodos de vida, que desempeñar honradamente un modesto papel en la lista de las personas trabajadoras”.
Es mi forma tardía de celebrar el Día del Libro. Con 24 horas de retraso, pero a tiempo de relacionarlo con el bochorno civil por la corrupción en el Madrid políticamente expropiado por el Partido Popular desde el año 2003.