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Puigdemont, figura menor y juguete roto
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Puigdemont, figura menor y juguete roto

Está dispuesto a enredar en Bruselas para europeizar su fallida pretensión de instaurar la república independiente de Cataluña en el esquinazo nororiental de la Península Ibérica

Foto:  Ilustración: Raúl Arias.
Ilustración: Raúl Arias.

El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, sigue haciendo el ridículo con su extravagante intento de poner una pica en Flandes. Por un lado, escapar de la Justicia. Por otro, derrocar la doctrina de la Unión Europea sobre el carácter exclusivamente español del llamado conflicto catalán. He ahí los dos móviles de su fuga. Y en ambos se ha empeñado en prolongar el desenlace bufo del 'procès'.

El president está dispuesto a enredar lo que haga falta en Bruselas para europeizar su extravagante y fallida pretensión de instaurar la república independiente de Cataluña en el esquinazo nororiental de la Península Ibérica. Pero ese tren ya lo perdió y ahora lo único que está europeizando, como sus propios seguidores reconocen en privado, es el patetismo de su figura menor y la maltrecha imagen de la Cataluña intervenida por el Estado.

Escapar de la Justicia y derrocar la doctrina de la UE sobre el carácter exclusivamente español del conflicto catalán son los móviles de la fuga

En el comportamiento nada honorable de Puigdemont, a cinco minutos de convertirse en juguete roto, lo demás es violación de la sagrada ley de la mar. El capitán es el último que abandona el barco en caso de naufragio. El ha sido el primero, como las ratas. Un golpe bajo a los catalanes que de buena fe creyeron en la causa y el viernes 27 (el de la DUI) se echaron a la calle para celebrar la independencia mientras aquel mismo día (el del 155) ya planeaba la fuga. Pero nadie le compra el absurdo pretexto de que en España no tendría un juicio justo.

Foto: Un grupo de ciudadanos sigue desde una pantalla de televisión la declaración institucional del presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont. (EFE) Opinión
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Tampoco ha de sorprender su indigna conducta si recordamos que pocos días antes traficó con su misión en la vida, la de Cataluña grande y libre. La usó como moneda de cambio en relación con una convocatoria electoral y ciertas exigencias al Gobierno. Optó por la independencia –mejor dicho, le pasó la patata caliente al Parlament-, aunque pudo haber optado por las elecciones que luego convocó Rajoy en su sobrevenido papel de 'president'. Prueba de que su fe en la causa del independentismo era relativa y manifiestamente mejorable.

Pretende europeizar el conflicto, pero lo único que está europeizando es el patetismo de su figura menor y la maltrecha imagen de la Cataluña

En vez de contratar a un psiquiatra ha contratado a un abogado que le ayude a escapar de la justicia. Utilizando las dudas existentes sobre los delitos de rebelión y sedición como supuestos de entrega inmediata. O imponiendo a la justicia española ciertas condiciones para aparentar que en realidad no quiere escapar. Por ejemplo, declarar por videoconferencia en en la cita que este jueves tiene con la Audiencia Nacional. No se sabe en virtud de qué fuero, de qué privilegio, de qué pacto, de qué norma legal, tratándose de un ciudadano europeo cualquiera, como es el caso.

Puigdemont traficó con la causa independentista. La utilizó como moneda de cambio en relación con una convocatoria electoral y ciertas exigencias

No reclama asilo político, según propia confesión, lo cual sería imposible en un área común de Estados comprometidos en la libre circulación de las ideas y la defensa de los derechos humanos. Pero él entiende que así ganará tiempo y visibilidad en un proceso artificioso de objeciones y recursos frente a una muy previsible orden de detención europea reclamada por el Reino de España, tras el plantón de este jueves a la jueza que le investiga por delitos que en Bélgica se consideran tipos penales “dudosos” y no aparecen en la lista de las 32 figuras que traen causa de cumplimiento inmediato de una orden de detención europea, vigente en España desde hace tres años.

El expresidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, sigue haciendo el ridículo con su extravagante intento de poner una pica en Flandes. Por un lado, escapar de la Justicia. Por otro, derrocar la doctrina de la Unión Europea sobre el carácter exclusivamente español del llamado conflicto catalán. He ahí los dos móviles de su fuga. Y en ambos se ha empeñado en prolongar el desenlace bufo del 'procès'.

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