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El 21-D nos confunde y Puigdemont siembra el pánico
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Antonio Casado

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El 21-D nos confunde y Puigdemont siembra el pánico

Lo ocurrido en las elecciones no nos saca de dudas pero, a mi juicio, aleja la posibilidad de que se repita un gobierno a imagen y semejanza del que resultó intervenido el pasado 27 de octubre

Foto: Puigdemont propone a Rajoy reunirse fuera de España. (EFE)
Puigdemont propone a Rajoy reunirse fuera de España. (EFE)

La mayoría absoluta de los independentistas era la peor hipótesis y se nos ha venido encima. Mala noticia. Mucho peor si la usan para volver a las andadas. O para intentarlo, pues la reiteración del desafío al Estado fuera de la ley no tiene ningún futuro y ellos lo saben.

Son más los catalanes contrarios a la ruptura con España. Más de la mitad (50,9 % frente al 47,4%). Por tanto, no sería legal, ni ético, ni democrático, desenterrar el 'procès' inhumado en su día por aplicación del artículo 155. Pero sí formar un gobierno que incorpore alguna excusa para aplazar sus objetivos por imperativo legal. Por ejemplo, el apoyo de los comunes de Doménech. O, muy improbable, el de los socialistas de Iceta. A cambio de olvidar la unilateralidad.

Son más de la mitad los catalanes contrarios a la ruptura con España. Por tanto, no sería legal, ni ético, ni democrático, reactivar el 'procès'

La duda la cargan en Bruselas: "El Estado español ha sido derrotado", "La república catalana ha derrotado a la monarquía del 155". Palabras explosivas que, adosadas a la cintura de Carles Puigdemont, siembran el pánico donde se echa de menos la vuelta al "seny". Una de dos: se está declarando listo para inmolarse a las puertas del Tribunal Supremo o está dejando la causa imposible para él y para los que trabajan de buena fe por una Cataluña independiente.

Puigdemont: "La República catalana ha ganado a la Monarquía del 155".

Si el gobierno alumbrado en las urnas nace comprometido con la legalidad, la vigencia del 155 caducará en cuanto se constituya. Si no, la incertidumbre, la inseguridad jurídica, el deterioro de la economía y la fractura social están garantizados. El primer caso pide transversalidad como remedio de una Cataluña partida en dos. En el segundo iremos derechos a la ingobernabilidad y la repetición de elecciones.

Si el gobierno alumbrado en las urnas no nace comprometido con la legalidad, iremos derechos a la ingobernabilidad y la repetición de elecciones

Frente a la fórmula de doble barandilla, con ingredientes de uno y otro bando, se alza la tentación de volver a las andadas. Lo apunta una lógica electoral de mayoría absoluta independentista. El riesgo habita en las sigilosas filas de la ANC (Asamblea Nacional Catalana). Artífices del éxito de Puigdemont, se trata de una organización parapolítica que funciona con eficacia militar en la sombra.

Un grupo de activistas que ha fletado a personajes como Jordi Sánchez (preso provisional y número dos en la lista de JxCAT) y Carmen Forcadell (en libertad bajo fianza y número 4 en la lista de ERC) y carga el discurso narcisista de Puigdemont de atrevidas exigencias al presidente del Gobierno y extravagantes teorías sobre el poder redentor de los votos.

Puigdemont siembra el pánico con palabras explosivas que, adosadas a la cintura, parecen pensadas para inmolarse a las puertas del TS

Es precisamente Puigdemont quien difícilmente encajaría como presidente en una reedición del gobierno destituido, porque es carne de presidio y los votos no le van a blanquear judicialmente. Y lo que no puede hacer, no debe, aunque se le ve venir, es usar las instituciones como rehenes de sus problemas personales. Los que tiene con la Justicia, con su propio partido y con los antiguos socios de ERC.

Aún así, su entorno revisa el precedente del exetarra Juan Carlos Yoldi, que en febrero de 1987, tras una larga controversia jurídica, obtuvo permiso de la Audiencia Provincial de Navarra para salir de la cárcel e intervenir en el Parlamento vasco como aspirante a 'lehendakari' por Herri Batasuna. El episodio dio lugar a una reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que suprimió el derecho de sufragio pasivo (ser elegido) a los presos de ETA procesados por atentado.

La ANC carga el discurso narcisista de Puigdemont de atrevidas exigencias a Rajoy y extravagantes teorías sobre el poder redentor de los votos

A lo que iba. Podría ocurrir que los setenta diputados de ERC, JxCAT y CUP volvieran a sindicar un nuevo pulso al Estado fuera de la ley. No lo creo. Por falta de cohesión entre ellos. Hoy por hoy no es un bloque monolítico, ni mucho menos, por la enconada rivalidad entre Junqueras y Puigdemont, que se ha exacerbado al entender el primero que el segundo ha jugado con ventaja. Ambos tienen muy difícil el acceso a la presidencia de la Generalitat. Tienen su futuro hipotecado en el Tribunal Supremo. Y además, los dos (ERC y PDeCat) se resisten a encamarse de nuevo con la CUP, después de haber sufrido casos flagrantes de extorsión política por parte de los llamados anticapitalistas.

Una razón más por la que no creo en una repetición del gobierno exclusivamente nacionalista para resucitar el 'procés' es la conciencia de fracaso ante un Estado español más sólido de lo previsto por los guionistas del plan sedicioso. Así que lo ocurrido el 21-D no nos saca de dudas pero, a mi juicio, aleja la posibilidad de que se repita un gobierno a imagen y semejanza del que resultó intervenido el pasado 27 de octubre.

La mayoría absoluta de los independentistas era la peor hipótesis y se nos ha venido encima. Mala noticia. Mucho peor si la usan para volver a las andadas. O para intentarlo, pues la reiteración del desafío al Estado fuera de la ley no tiene ningún futuro y ellos lo saben.

Carles Puigdemont Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Oriol Junqueras