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Mujeres y hombres, iguales, distintos y viceversa
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Antonio Casado

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Mujeres y hombres, iguales, distintos y viceversa

El machismo cultural nos empapa. A unos más que a otros. No me imagino a Zapatero diciendo, ni en broma, que azotaría a no sé qué mujer “hasta hacerla sangrar”

Foto: La sede de la Comunidad de Madrid se ilumina de violeta por el Día Internacional de la Mujer. (EFE)
La sede de la Comunidad de Madrid se ilumina de violeta por el Día Internacional de la Mujer. (EFE)

La desigualdad hombre-mujer no es daño colateral del machismo sino de las relaciones de poder. Por eso una ministra no procesa el 8-M como las limpiadoras de hotel. Ahí sucumbe la fraternidad entre mujeres (sororidad), aunque podría funcionar la sindicación de limpiadoras y limpiadores contra la explotación laboral recién descubierta por Mariano Rajoy.

Cada uno es cada uno. Al que subscribe le exalta más la idea de igualdad como remedo de solidaridad entre seres humanos sin distinción de genero. Si distingo, saldrán al paso algunos reparos. Los que se derivan de diferencias impuestas por la Naturaleza y la organización social. Hombre más fuerte en lo físico, mujer más fuerte en lo emocional. Instinto paternal e instinto maternal. A modo de ejemplo. Intransferibles por su propia naturaleza. Eso no lo va a cambiar el mayor o menor apoyo a las movilizaciones y la huelga de hoy.

Tampoco va a cambiar de un día para otro el machismo cultural que nos empapa. A unos más que a otros, claro. No me imagino al expresidente Zapatero diciendo públicamente, ni en broma, que azotaría a no sé qué mujer “hasta hacerla sangrar”. Sin embargo, el autor de la burrada, Pablo M. Iglesias, no pierde ocasión de dar lecciones y sostiene la vigente tontería de que, juntas, las mujeres pueden parar el mundo tal día como hoy. Lo que haga falta ante el telediario y las encuestas de intención de voto. Bien por Manuela Carmena, la alcaldesa de Madrid. Un rasgo de lucidez en vísperas de la huelga feminista: “Hoy más que nunca me alegro de no pertenecer a ningún partido político”.

Se echan de menos enunciados concretos junto a llamamientos a lograrlos día a día, picando piedra, haciendo 'lobby', en grupos activos transversales

La sección española de la Internacional Feminista dice 'Juntas somos más'. Ya. Y también son más dispersas en batallas tan concretas como la lucha contra los micromachismos, la brecha salarial, la violencia de género, la desprotección de las amas de casa… Se echan de menos enunciados contantes y sonantes, junto a llamamientos a lograrlos día a día, picando piedra, haciendo 'lobby', sindicación organizada en grupos activos políticamente transversales, en las instituciones, la empresa, la universidad, las asociaciones de padres, la comunidad de vecinos…El tajo es inacabable; conciliación, reparto de tareas, porcentajes mínimos en consejos de administración, listas electorales, gobiernos, profesorado, reales academias, qué sé yo.

El manifiesto del 8-M describe una supuesta alianza “entre el capitalismo y el patriarcado”, de la que deriva un apocalipsis de mujeres: reprimidas, invisibles, perseguidas, marginadas, ninguneadas, agredidas, oprimidas, explotadas… Lo siento, pero no lo veo. Lo que veo es que el manifiesto se pierde en fogonazos verbales que se enuncian hilvanados con otros más concretos. Siempre desde una barricada feminista.

El manifiesto del 8-M describe una alianza “entre el capitalismo y el patriarcado” como causa del apocalipsis de la mujer: invisible, marginada...

Muchos hombres se sienten, nos sentimos, concernidos en esas batallas. Y no tanto por solidaridad con las mujeres. Más bien por solidaridad con los seres humanos que, con independencia del género o su inclinación sexual, sufren de paro, pobreza, exclusión, incapacidad, soledad, o son objeto de acoso, trato desigual, violencia, etc.

¿No están cometiendo las feministas el mismo pecado de supremacismo que endosan de forma recurrente al hemisferio masculino, como si estuviéramos ante un problema de buenos y malos?

Daremos por bien empleada la movilización si contribuye a mejorar la condición de la mujer. Pero insisto en que apostar por el éxito de la jornada es compatible con señalar una cierta malversación del concepto de igualdad. Y en que el amontonamiento de lemas, ideas, propuestas, denuncias, llamamientos, es confuso. Por no decir caótico. Es como disparar con una regadera de los tiestos.

La desigualdad hombre-mujer no es daño colateral del machismo sino de las relaciones de poder. Por eso una ministra no procesa el 8-M como las limpiadoras de hotel. Ahí sucumbe la fraternidad entre mujeres (sororidad), aunque podría funcionar la sindicación de limpiadoras y limpiadores contra la explotación laboral recién descubierta por Mariano Rajoy.

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