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La unanimidad de una huelga, rara, rara, rara
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Antonio Casado

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La unanimidad de una huelga, rara, rara, rara

Es la primera vez que no ponemos cara al enemigo común de los millones de mujeres y hombres que hicieron la huelga total

Foto: Manifestación del Día de la Mujer en Madrid. (EFE)
Manifestación del Día de la Mujer en Madrid. (EFE)

La del jueves fue una huelga rara, rara, rara. Algo huele mal en una protesta que junta en la misma causa a las ministras de Rajoy con las 'kellys' (limpiadoras de planta). Si una empleada de hogar se manifiesta enganchada al brazo de un rentista, por la igualdad hombre-mujer, hay que hacérselo mirar.

Puede ser el planteamiento mismo de la movilización. O tal vez el problema no venga de la desigualdad entre los dos hemisferios, masculino y femenino, sino de las relaciones de poder en la organización social, como ya sugerí en mi comentario anterior (“Mujeres y hombre, iguales, distintos y viceversa”).

Entonces, ¿contra quién es la huelga? Es la primera vez que no ponemos cara al enemigo común de los millones de mujeres y hombres que hicieron la huelga total o parcial y se echaron a la calle. Nadie ha discutido las cifras del seguimiento. Otra rareza sin precedentes. También en eso la jornada del 8-M nos puso de acuerdo a todos.

A las mujeres les toca picar piedra en el día a día. Y a los hombres adeptos a la causa, predicar con el ejemplo. Ese es el reto del día después

Una piñata de gestos feministas que se agotaban en sí mismos. Pero el 9-M volvimos a una normalidad que subestima talento y mérito de la mujer en los centros de decisión: gobiernos, consejos de administración, reales academias, cúpulas policiales, dirección de medios de comunicación, etc. Hace falta mucha infantería para darle la vuelta. A las mujeres les toca picar piedra en el día a día. Y a los hombres adeptos a la causa, predicar con el ejemplo. Ese es el reto del día después.

Sin embargo, el jueves el acontecimiento fue un sonado éxito de crítica y público. Todos a una detrás de las pancartas. Si se paran las mujeres se para el mundo. Claro. Y si se paran los hombres, también. ¿Quién va a discutir una obviedad?

placeholder Manifestación en Barcelona. (EFE)
Manifestación en Barcelona. (EFE)

El lema va bien tirado por las organizaciones feministas contra el machismo que no cesa. Pero es tan genérico, que ningún hombre se da por aludido. Al contrario, comparte el llamamiento, como si el reproche no fuera con él, y se une. “No nos mires, únete”, dice el manual de ripios en 'manifas' de cualquier pelaje.

Previsible y normal en una movilización planteada como si fuera cosa de buenos-buenas contra malos-malas. Si el guion exige colgarse un lazo, parar durante una jornada laboral (dos horas, en su caso), participar en una marcha urbana y defender en público el fuero femenino, nos pondremos al lado de los buenos. Luego seremos los primeros en celebrar que el 8-M haya sido un éxito indescriptible, una jornada histórica, un tsunami sin precedentes en las redes sociales, un antes y un después, la movilización masiva que ha sorprendido al mundo...

La unanimidad tiene truco. El mecanismo funciona por hipocresía o miedo. Dos resortes tóxicos. El resultado será inevitablemente patológico

Pero me cuesta verlo como presagio de un mundo mejor gracias al denodado impulso de sus precursoras. Lo escribe el compañero y amigo Rafa Latorre: "No caben tantas troyanas en un caballo". Imposible si además han de apretujarse junto a inesperados-as compañeros y compañeras de viaje.

Los mecanismos de la unanimidad funcionan por hipocresía o por miedo. Dos resortes tóxicos. El resultado será inevitablemente patológico. No se me ocurriría compararlo a esa totalización del pensamiento que tantas desgracias nos ha traído. Me limito a señalar que la unanimidad tiene truco. En ese caso, por sumisión a lo políticamente correcto.

No me apeo. Si todos los medios de comunicación coinciden en levantar acta del 8-M triunfal, que juntó a hombres con mujeres, a Iglesias con Rajoy, a ministras con limpiadoras, indios con jefes, solteras con casadas, es que la mentira y el miedo han serpenteado bajo la espectacular teatralización del día de las mujeres.

La del jueves fue una huelga rara, rara, rara. Algo huele mal en una protesta que junta en la misma causa a las ministras de Rajoy con las 'kellys' (limpiadoras de planta). Si una empleada de hogar se manifiesta enganchada al brazo de un rentista, por la igualdad hombre-mujer, hay que hacérselo mirar.

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