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El secesionismo se pierde en su propio laberinto
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Antonio Casado

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El secesionismo se pierde en su propio laberinto

Solo cabe hacer quinielas sobre cuatro vías de escape: reforma de la Ley de Presidencia, candidato ‘viable’, Gobierno transversal o nuevas elecciones

Foto: El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont (c), junto a la portavoz de JxCAT, Elsa Artadi (2-i), y el vicepresidente primero del Parlament, Josep Costa. (EFE)
El expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont (c), junto a la portavoz de JxCAT, Elsa Artadi (2-i), y el vicepresidente primero del Parlament, Josep Costa. (EFE)

El desenlace del conflicto catalán viene embozado en un mar de dudas. Las pedradas verbales contra el juez Llarena y la represión del Estado español, en boca de los dirigentes separatistas, se agotan en sí mismas. Tampoco lo de Puigdemont en TV3 ni su cita de ayer en Berlín con los diputados de su lista sirve para saber por dónde demonios va a salir el secesionismo de su propio laberinto. Solo cabe hacer quinielas sobre cuatro vías de escape: reforma de la Ley de Presidencia, candidato ‘viable’, Gobierno transversal o nuevas elecciones.

La reforma de la Ley de Presidencia, cocinada para posibilitar la investidura no presencial, empieza a tramitarse en el Parlament a sabiendas de que nace muerta. La reprueban los letrados y el Consell de Garanties. La frenará el Tribunal Constitucional. Y nunca pasaría al diario oficial de la Generalitat, en manos del Gobierno Rajoy por aplicación del 155.

Más recorrido tiene la tesis del candidato 'viable' (sin cargas judiciales). Lo defienden claramente las direcciones oficiales de ERC y PDeCAT. Junqueras y Marta Pascal han sido explícitos, el primero más en publico y la segunda más en privado. Ambos tienen sed de normalidad. Pasa por desactivar el 155 y volver a la política de las cosas. Quien no tiene prisa es Puigdemont. Quiere aprovechar el plazo hasta el 22 de mayo en reafirmar su caudillaje y seguir desgastando la imagen de España en Europa.

Foto: El expresidente catalán Carles Puigdemont ofrece una rueda de prensa en Berlín. (EFE) Opinión
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Como la tesis anterior (aspirante 'viable' cuanto antes) choca con la aritmética parlamentaria (el independentismo no tiene mayoría sin la CUP y sin los dos votos confiscados por el juez), tampoco es descartable la formación de un Govern transversal. Es decir, candidato nacionalista con apoyo no nacionalista (comunes o PSC). Junqueras apuesta desde la cárcel por superar los bloques y asumir los puentes, según la apuesta por el sincretismo de grupos no nacionalistas presentes en la marcha del pasado domingo contra la judicialización del conflicto.

La cuarta salida del laberinto, que aparentemente nadie desea, es la repetición electoral. Salvo la CUP, adicta al desacato y la insurrección, todos los partidos tratan de evitarlo. Incluido el Partido Nacionalismo Vasco, que reza por que la formación del Govern le quite la excusa de su rechazo a los PGE del Gobierno Rajoy en el Congreso.

Foto: Consejo político de la CUP. (EFE)

Al abrirnos paso en el laberinto, toparemos con el problema de la aritmética parlamentaria. Los números no engañan. Hoy por hoy, el bloque independentista no está en condiciones de alcanzar la presidencia por las buenas. Y la culpa no es de Rajoy, ni del juez Llarena, ni del Estado represor ni del franquismo camuflado en el régimen del 78. Es de los cuatro votos insurgentes de la CUP y los dos decomisados por el Tribunal Supremo con sus titulares en busca y captura.

Sin transversalidad ni cambios en las intenciones de la CUP y los dos diputados errantes, la suma de los votos de ERC y JxCAT (64, ni uno mas ni uno menos) sería insuficiente para elegir a un candidato de una u otra de esas listas. Con cargas judiciales o sin ellas. Ni en primera ni en segunda votación de un eventual pleno de investidura antes del 22 de mayo, fecha tope para la fumata blanca, so pena de ir a las urnas el 15 de julio.

Como vemos, la aritmética rompe los planes de Puigdemont y sus costaleros. Y eso podría explicar que, después de envenenar la convivencia entre catalanes, ahora prefieran la desestabilización y se sientan más cómodos en el laberinto que en la vuelta a la normalidad, en la ‘rauxa’ que en el ‘seny’, en el 155 que en el autogobierno.

El desenlace del conflicto catalán viene embozado en un mar de dudas. Las pedradas verbales contra el juez Llarena y la represión del Estado español, en boca de los dirigentes separatistas, se agotan en sí mismas. Tampoco lo de Puigdemont en TV3 ni su cita de ayer en Berlín con los diputados de su lista sirve para saber por dónde demonios va a salir el secesionismo de su propio laberinto. Solo cabe hacer quinielas sobre cuatro vías de escape: reforma de la Ley de Presidencia, candidato ‘viable’, Gobierno transversal o nuevas elecciones.

Carles Puigdemont