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Sánchez-Torra: claves de la cita en Moncloa
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Antonio Casado

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Sánchez-Torra: claves de la cita en Moncloa

¿Se trata de negociar el encaje, como pretende el Gobierno central, o se trata de negociar la ruptura, como apunta la declaración aprobada el jueves pasado en el Parlament?

Foto: Pedro Sánchez y Quim Torra charlan en la inauguración de los Juegos del Mediterráneo. (EFE)
Pedro Sánchez y Quim Torra charlan en la inauguración de los Juegos del Mediterráneo. (EFE)

A los gestos de distensión del nuevo Gobierno socialista responde el soberanismo catalán con gestos de confrontación. Es un hecho objetivo, verificable y persistente. Su posible continuidad en la reunión de Sánchez y Torra no sería buena noticia.

Una forma de evitarlo sería olvidar la falta de noticias sobre la renuncia a la unilateralidad pedida por Sánchez a los ‘indepes’ que le hicieron presidente. ¿Cómo? Aplazando la cuestión de fondo respecto al diálogo Estado-Generalitat. O respecto a la relación de Cataluña con el Estado, por ser preciso.

En el fondo de la cuestión palpita esta pregunta: ¿se trata de negociar el encaje, como pretende el Gobierno central, o se trata de negociar la ruptura, como apunta la declaración aprobada el jueves pasado en el Parlament?

Ahí tenemos, negro sobre blanco, la advertencia de que lo único negociable es el cómo y el cuándo de la desconexión, servida como dosis de recuerdo

Dicha resolución (consecuencia de una moción de la CUP), que será recurrida por el Gobierno ante el Tribunal Constitucional, habla de seguir trabajando para “alcanzar y culminar democráticamente la independencia” como un mandato de las urnas (dos últimas elecciones y referéndum del 1 de octubre).

Ahí tenemos, negro sobre blanco, la advertencia de que lo único negociable es el cómo y el cuándo de la desconexión, servida como dosis de recuerdo por el independentismo, en vísperas del encuentro de Torra con Sánchez en Moncloa. Pero en el mismo pleno se aprobó otra resolución (consecuencia de una moción del PSC) que obtuvo un respaldo mucho mas amplio (socialistas de Iceta, comunes de Doménech y nacionalistas sin la CUP) por la que se crea una 'mesa de diálogo' para explorar las posibilidades de mejorar el encaje de Cataluña en el Estado.

Como se ve, al menos un sector del soberanismo está por aceptar la política de distensión desplegada por el Gobierno socialista como condición necesaria para el deshielo. Incluso en contra del grupo de dirigentes próximos al huido de la Justicia española Carles Puigdemont, encabezados por quien le hace la suplencia en el Palau de Sant Jaume, Quim Torra.

Cabe preguntarse si insistirá en que solo negociará la ruptura, no el encaje. O si accederá a aparcar el fondo de la cuestión para centrarse en los escenarios de apaciguamiento propuestos por Sánchez (“agenda de Estado”, dice su entorno). Los que vienen precedidos por los llamados gestos para la distensión. A saber: mirada distraída sobre la usurpación del espacio público por parte de la marea amarilla, desbloqueo de inversiones, competencias pendientes, reactivación de las comisiones bilaterales, retirada de recursos competenciales, etc.

Torra llega decidido a reclamar el derecho de autodeterminación, el referéndum, la libertad para los presos y las disculpas del Rey

Torra llega con su lazo amarillo decidido a reclamar el derecho de autodeterminación, la convocatoria de un referéndum, la libertad para los dirigentes soberanistas procesados por rebelión y las disculpas del Rey por su discurso del 3 de octubre de 2017. Pero, sobre todo, y a sabiendas de que semejantes concesiones no están en la mano de Sánchez, llega decidido a presentar como un éxito de su relato (ahora consiste en 'hacer república') el hecho de haber hablado en Moncloa de todas esas cosas.

En cuanto al presidente del Gobierno, se inspirará en la agenda catalana pactada con el PSC inmediatamente después de recuperar el liderazgo del PSOE. Y, por supuesto, olvidará que no hace mucho tiempo consideraba a Torra un ejemplo del racismo y el supremacismo en versión posmoderna.

Útimo apunte sobre Sánchez: la deuda con quienes le hicieron presidente, populistas y nacionalistas, ambos enemigos declarados de la Constitución y el régimen del 78, sigue planeando como una nube negra sobre el nuevo Gobierno. Hoy puede reaparecer.

A los gestos de distensión del nuevo Gobierno socialista responde el soberanismo catalán con gestos de confrontación. Es un hecho objetivo, verificable y persistente. Su posible continuidad en la reunión de Sánchez y Torra no sería buena noticia.

Moncloa Carles Puigdemont