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El malestar de Rajoy, discreto pero elocuente
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Antonio Casado

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El malestar de Rajoy, discreto pero elocuente

El expresidente no está contento. No puede estarlo con el rumbo que ha tomado la lucha por el trono vacante del PP

Foto: El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a su salida del Congreso tras participar en el debate de la moción de censura. (Dani Gago)
El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, a su salida del Congreso tras participar en el debate de la moción de censura. (Dani Gago)

No me desmentirá el expresidente del Gobierno si desvelo su malestar (pon “cabreado”, “esa es la palabra”, dice la voz a él debida) ante la fractura que está provocando la pugna sucesoria. El “joder, qué tropa” de Romanones vuelve a la cabeza de Mariano Rajoy en su burladero de Santa Pola.

No está contento. No puede estarlo con el rumbo que ha tomado la lucha por el trono vacante del PP. Quería una campaña en positivo y ocurrió todo lo contrario. El partido va a salir dividido, se teme. No obstante, quiere mantener hasta el final su neutralidad silenciosa. Pero no es mudo. Lo saben personas de su confianza que han hablado con él.

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Hay cosas que hacen hablar a un mudo, como dice el cuento. Por ejemplo, el imprevisto sentido de pertenencia al PP expresado por Aznar después de unos años de autodestierro. Y su propuesta de amontonarse con Ciudadanos en la reconstrucción del centro-derecha, si el elegido de mañana es Pablo Casado. Eso activa la memoria de quienes se batieron el cobre con Albert Rivera. Y no precisamente este ex vicesecretario nacional. “Nunca le tocó un pelo de la ropa”, me dicen con sugerencia de preguntar a Martínez-Maillo y Rafael Hernando por la falta de compromiso de Casado en la guerra del PP contra Ciudadanos.

Los ecos de Santa Pola entre las elites del PP llegan cargados de críticas a los posicionamientos basados en la descalificación y no en la propuesta. Un ejemplo: el almuerzo de ayer en Madrid, no a favor de Casado sino contra Soraya. Asistieron nueve ministros: Catalá, Tejerina, Soria, Zoido, Fernández y Dolors Montserrat, además de Cospedal y García-Margallo, que encabezaron dos de las candidaturas derrotadas por la militancia en la votación del pasado 5 de julio.

Hay cosas que hacen hablar a un mudo, como el imprevisto sentido de pertenencia al PP expresado por Aznar después de unos años de autodestierro

En el entorno del expresidente del Gobierno, de indisimulable preferencia por la exvicepresidenta, hablaban ayer de “almuerzo de resentidos”. No por el candidato sino por quienes tanto compartieron con Rajoy y con la propia Soraya Sáenz de Santamaría. De ahí que en el tramo final de la campaña hayan calado dos ideas entre los compromisarios. Una, que el anhelo de unidad ha de sobreponerse a todo lo demás. Y otra, que atacar a Soraya es atacar a Rajoy. Como hacen Casado y otros al criticar la política respecto a Cataluña. O cuando se ensalza al Aznar que trata con desprecio y desconsideración a Rajoy.

El aún presidente del PP (enorme expectación por su discurso de despedida) reprueba las “coaliciones en negativo”. Le recuerdan la moción de censura perpetrada contra él por una sindicación de adversarios unidos solamente para destronarle. A la contra. En negativo. Desde la aversión al otro.

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En eso se han convertido las primarias del PP, un partido forjado en la cultura de la unidad inesperadamente enganchado a la rencilla personal y la cofradía del santo reproche. Hasta el punto de desbordar la legítima confrontación de propuestas, valores, programas, principios, para convertir la votación de mañana en una moción de censura contra la exvicepresidenta, cuyo método recuerda a la presentada contra el expresidente por una coalición de adversarios de muy distinto pelaje.

El almuerzo de ayer en Madrid, en torno a Casado, lo organizó el exministro Margallo, cuya malograda candidatura no tenía otra razón de ser que la aversión a la candidatura de Soraya Sáenz de Santamaría, la ganadora en el turno de los militantes. No era el único comensal con ese reconcomio ante la posibilidad de que los compromisarios ratifiquen mañana la voluntad mayoritaria de los militantes a favor de la exvicepresidenta.

placeholder Pablo Casado, en el almuerzo que mantuvo este jueves con varios exministros de Rajoy. (EFE)
Pablo Casado, en el almuerzo que mantuvo este jueves con varios exministros de Rajoy. (EFE)
placeholder  Imagen de la comida de Sáenz de Santamaría junto a parte de su equipo en  Génova.
Imagen de la comida de Sáenz de Santamaría junto a parte de su equipo en Génova.

Lo de Cospedal, presente en el almuerzo, tampoco le ha sentado bien a Rajoy. No por haber optado a la sucesión, sino por el hecho de que, como número dos del PP, ya descartada en la querencia de los militantes, no siguiera el ejemplo del número uno: mantener la neutralidad entre los dos aspirantes que mañana disputan la final. Así cursó la ecuación en los circuitos: Cospedal pierde, pero decide. Supone ignorar la doctrina oficial: el compromisario no es de nadie. Mañana lo sabremos.

Al tomar partido por uno de los dos, teniendo en cuenta su posición en la cúpula del PP, ha disparado el riesgo de que, gane quien gane en la votación de mañana, las heridas abiertas durante la campaña sean más difíciles de curar. También esos vientos venían de Santa Pola estos últimos días.

No me desmentirá el expresidente del Gobierno si desvelo su malestar (pon “cabreado”, “esa es la palabra”, dice la voz a él debida) ante la fractura que está provocando la pugna sucesoria. El “joder, qué tropa” de Romanones vuelve a la cabeza de Mariano Rajoy en su burladero de Santa Pola.

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