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Torra echa leña al fuego
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Antonio Casado

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Torra echa leña al fuego

No fue precisamente balsámico el discurso del 'president'. Y eso que iba de “propuesta” y no de “protesta”, según él

Foto: El presidente de la Generalitat, Quim Torra, durante la conferencia. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, durante la conferencia. (EFE)

La apelación al mantra civil de que el Estado puede permitirse la benevolencia, no la delibilidad, frente a las fuerzas que pretenden dinamitarlo, se hace inevitable ante las sobredosis de retórica, adrenalina, unilateralidad y desacato desplegadas anoche en la conferencia de Quim Torra.

El presidente de la Generalitat se ratificó en el objetivo de una república catalana desconectada del Estado español. En nombre de un sujeto popular que no existe, salvo por expropiación de voluntades ajenas. Con llamamientos continuos a la inmediata exculpación de “presos” y “exiliados”. Y a una próxima “marcha civil” multitudinaria por la causa de la independencia al estilo de la histórica movilización antirracista de Luther King.

Foto: El presidente de la Generalitat, Quim Torra, durante la conferencia. (EFE)

Pero el independentismo de Torra es como la sociedad sin clases de Willy Toledo. Por ahora seguimos en el terreno de lo gestual y la libre expresión. Sin embargo, no faltaron algunas amenazas de convertir en hechos los gestos y las palabras de ayer en el TNC (Teatro Nacional de Cataluña). A saber: compromiso expreso de hacer efectivas las 14 leyes del Parlament suspendidas por el Tribunal Constitucional y anunciada desobediencia de cualquier sentencia judicial no absolutoria de los dirigentes nacionalistas procesados.

No fue precisamente balsámico el discurso del 'president'. Y eso que iba de “propuesta” y no de “protesta”, según él. En su inflamado relato, formuló por enésima vez su absurda pretensión de que el Gobierno del Estado le eche una mano en la voladura del Estado, al que acusó de planificar el intento de destruir una causa justa y “cada vez más respetada en el mundo”. O sea, que el independentismo solo aceptará un referéndum “pactado, vinculante y reconocido internacionalmente”, dijo.

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Realmente nada nuevo en el catecismo de Torra: “Referéndum, antirrepresión y republicanismo”. Solamente el tono, claramente resistente a los antiinflamatorios y la música de violines. Un discurso plagado de aberraciones. Como la cansina e insidiosa pretensión totalizante (y totalitaria) de la voluntad de los catalanes, hoy por hoy partida en dos. O el consciente y no menos venenoso desprecio de la legalidad vigente (“legalismo autoritario”, dijo), la separación de poderes y el abierto derecho a decidir en las urnas en cada convocatoria electoral.

No se puede sostener seriamente que vivimos bajo el manto político-jurídico de un Estado represor y violento que atropella a diario los valores democráticos, justamente cuando un dirigente político o un gobernante está ejerciendo su libérrimo derecho a denunciarlo, si así lo cree.

La evolución de los acontecimientos nos va a llevar por uno de esos dos caminos: el 155 o una nueva relación de fuerzas

Son los cepos verbales que nos salen al paso a la hora de descifrar la evolución del conflicto catalán, convertido ya en guerra civil posmoderna, donde las palabras y las actitudes sustituyen a los fusiles de antaño.

Leña al fuego de un enfrentamiento civil que se ha enconado por la guerra de los lazos en vísperas de las movilizaciones previstas por los partidos nacionalistas en torno al 11-S, el 1-O y el 3-O. Y la sensación de que la evolución de los acontecimientos nos va a llevar por uno de esos dos caminos: el 155 o una nueva relación de fuerzas. Agárrense, que vienen curvas.

La apelación al mantra civil de que el Estado puede permitirse la benevolencia, no la delibilidad, frente a las fuerzas que pretenden dinamitarlo, se hace inevitable ante las sobredosis de retórica, adrenalina, unilateralidad y desacato desplegadas anoche en la conferencia de Quim Torra.