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Ultimátum de Torra, mirando a sus 'escamots'
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Antonio Casado

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Ultimátum de Torra, mirando a sus 'escamots'

Tuvo que mediar un inadmisible ultimátum del ‘president’ para que Moncloa dejase la música de violines y reafirmase la doctrina inmutable de un Gobierno que jamás desbordará los marcos legales

Foto: El presidente de la Generalitat, Quim Torra, durante su intervención en el pleno de política general. (EFE)
El presidente de la Generalitat, Quim Torra, durante su intervención en el pleno de política general. (EFE)

Gracias a Quim Torra, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recuperó ayer posiciones perdidas en su exigible condición de hombre de Estado. Nunca le agradecerá bastante la ocasión de reivindicarse como primer valedor del orden constitucional. Justo cuando más ataques recibía por su política desinflamatoria en Cataluña, tras los sucesos del lunes en las calles tomadas por las ramas juveniles del independentismo impaciente.

Torra exige a Sánchez una propuesta antes de un mes o no garantiza la estabilidad

Tuvo que mediar un inadmisible ultimátum del ‘president’ para que Moncloa, por boca de la ministra portavoz, Isabel Celaá, dejase la música de violines en segundo plano y reafirmase la doctrina inmutable de un Gobierno que jamás desbordará los marcos legales. De paso, señaló a Torra el camino del diálogo, no el de las amenazas, lejos de las salidas impuestas o unilaterales, “impropias de una sociedad democrática”.

La temeraria amenaza de Torra consiste en dejar caer a Sánchez si en el plazo de un mes no abraza la hoja de ruta independentista. Es decir, si no toma decisiones concretas encaminadas a la celebración de un referéndum vinculante, pactado y reconocido internacionalmente. Irresponsable advertencia que, aunque se cumpliera a todos los efectos, no alteraría en absoluto el derecho del Estado a defenderse de quienes quieran reventarlo. Con Sánchez o sin Sánchez en La Moncloa.

Foto: El presidente de la Generalitat, Quim Torra, durante su intervención en el pleno de Política Genera. (EFE)

Sabe Torra perfectamente que este Gobierno no piensa alterar su aireadísima ecuación: “Autogobierno sí, independencia no”. Pero les debía la machada a quienes sienten la frustración mal curada de una Cataluña independiente que no ha superado la fase gestual y declamatoria.

De esa frustración nace también su insensato llamamiento a persistir en el empeño de los CDR a incendiar la calle porque “el independentismo necesita otro 1-O”. Es decir, otro fogonazo patriótico que identifique al enemigo exterior (España y el Estado) como causa de sus desgracias. Pero tengo la impresión de que no lo ha conseguido porque, un año después, los seguidores de la causa aparecen divididos y rodeados de 'fascistas' en el islote de su propia enajenación. Esquizofrenia galopante es el diagnóstico que reina en los circuitos mediáticos y políticos.

Hasta el relato de la violencia policial se quedó en el islote. La Guardia Civil y la Policía Nacional no salen en las coplas esta vez. Y ha sido de alquilar balcones ver y oír cómo los propios ‘escamots’ de Torra (apretad, apretad, que lo estáis haciendo muy bien) le tildaban de traidor y acusaban a los Mossos de “masacrar a los nuestros”.

Y en esas Aznar nombró la soga en casa del ahorcado, al detectar “extraordinarias similitudes” con lo ocurrido en la Cataluña de 1934. Palabras mayores, entre las que se abre paso la que alude a los famosos 'escamots', un movimiento juvenil de tintes fascistas surgido en el seno de ERC.

Aguerridos pelotones de camisas verdes apadrinados por el entonces consejero de Orden Público de la Generalitat, José Dencás. Ahora prefieren el amarillo y desbordan el malogrado sueño de Companys cuando al atardecer del 6 de octubre de aquel año, tomó el micrófono de las manos de Dencás y proclamó el “Estado catalán dentro de la república federal española”.

Gracias a Quim Torra, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, recuperó ayer posiciones perdidas en su exigible condición de hombre de Estado. Nunca le agradecerá bastante la ocasión de reivindicarse como primer valedor del orden constitucional. Justo cuando más ataques recibía por su política desinflamatoria en Cataluña, tras los sucesos del lunes en las calles tomadas por las ramas juveniles del independentismo impaciente.

Quim Torra Pedro Sánchez