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La ultraderecha viene para quedarse

El acto de Vox en Vistalegre y la afluencia de simpatizantes, son señales inequívocas de que la ultraderecha, hasta ahora alojada en el PP, está sacando la cabeza

Foto: Imagen del evento de Vox el domingo en Vistalegre. (EFE)
Imagen del evento de Vox el domingo en Vistalegre. (EFE)

Se veía venir, pero las cifras superaron las previsiones. Al menos durante su presentación en sociedad. En el madrileño palacio de Vistalegre, escenario triunfal del primer Iglesias (Podemos) y el primer Rivera (Ciudadanos), un espacio habilitado para 10.000 personas que ayer resultó insuficiente para acoger a los 13.000 seguidores de Vox.

El acontecimiento nos acerca el fenómeno sedicioso que galopa a lomos del patriotismo, la xenofobia, el racismo y el desencanto político en Europa. Ya lo tenemos aquí, empujado por la España desamparada “frente a sus enemigos”. De hecho, uno de los gritos mas coreados fue el de “¡Puigdemont, a prisión¡”. Y las figuras más solicitadas a la hora del selfie, el torero Morante de la Puebla; los periodistas Herman Tertsch, Sánchez Dragó y Luis del Pino, y el co-fundador de Vox, Ortega Lara, el conocido funcionario de prisiones secuestrado por ETA en 1996.

Foto: Imagen del acto de Vox en Vistalegre. (EC) Opinión

Dicen sus dirigentes (Santiago Abascal, Javier Ortega, Rocio Monasterio) que la España “viva” –ese es su lema-, despierta “gracias a Vox”-“gracias a Dios”, cuyos primeros banderines de enganche van desde la suspensión de la derogación de la ley de memoria histórica o la suspensión de la autonomía catalana, incluida la ilegalización de “los partidos que provocaron el golpe secesionista”, hasta la reposición de fronteras del espacio Schengen, incluyendo la deportación de inmigrantes ilegales a sus países de origen.

En Génova fijan los límites de su potencial espacio de crecimiento en los once millones de votos obtenidos en 2011

Señales inequívocas de que la ultraderecha, hasta ahora alojada en el PP, está sacando la cabeza. Y viene para quedarse. A por el millón de votos, para empezar. Esas son sus previsiones que, aunque depende mucho de su distribución, auguran la entrada de Vox en el Congreso de los Diputados en las próximas elecciones generales.

¿Un motivo de preocupación para el PP? Si lo es, lo disimulan en el estado mayor de Pablo Casado. En Génova fijan los límites de su potencial espacio de crecimiento en los once millones de votos obtenidos en 2011. De modo que su prioridad sería recuperar los tres millones de votos perdidos en 2016. O sea, los que se fueron a Ciudadanos. No los que puedan irse ahora a Vox, en cantidad mucho menor.

El equipo de Pablo Casado no cree que el PP compita en desventaja con Ciudadanos o Vox en la defensa de la España ofendida y desamparada

Al margen de la aritmética queda el razonamiento político de Casado y su equipo. Recuerda que fue la corrupción lo que marcó el camino de los votos del PP hacia el partido de Albert Rivera. El camino que podría orientar los votos del PP hacia el partido de Santiago Abascal (Vox) es el de la España ofendida. Y no creen en Génova que en ese terreno compitan en desventaja, ahora que Ciudadanos ya no está solo enarbolando la bandera nacional frente a quienes la queman. Y ahora que el PP ya puede decir las cosas que no podía decir cuando gobernaba.

En eso tienen razón. Al menos frente a su principal competidor en la lucha por el poder, que no es Ciudadanos ni Vox sino el PSOE. Cierto. Mientras el Gobierno Sánchez insiste en su ineficiente política desinflamatoria en Cataluña (puentes rotos entre “independencia” y “autogobierno”), Casado y su equipo insisten en un 155 prolongado que, esta vez sí, afecte también a TV3, los ‘mossos’ y la educación.

Se veía venir, pero las cifras superaron las previsiones. Al menos durante su presentación en sociedad. En el madrileño palacio de Vistalegre, escenario triunfal del primer Iglesias (Podemos) y el primer Rivera (Ciudadanos), un espacio habilitado para 10.000 personas que ayer resultó insuficiente para acoger a los 13.000 seguidores de Vox.

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