Al Grano
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La Crida Nacional y la devaluada factoría de Waterloo
El malestar está vivo entre los radicales de la CUP y, en general, en el independentismo impaciente. Se detecta en Waterloo y en el activismo callejero
El bloque independentista está cuarteado. Por tanto, a nadie debe sorprender la escasa repercusión política y mediática de la presentación en sociedad de la Crida Nacional de Cataluña. Fue el sábado en Manresa, cuna del catalanismo, donde las ‘bases’ de 1892. Poco eco ha tenido la llamada a formar un frente unido de personas, no de siglas (contra la ‘partitocracia’, como en el movimiento nacional de Franco, qué curioso), para caminar sin vacilaciones hacia la república catalana.
La misma suerte corrió el consejo asesor del forum cívico, social y constituyente. Se fletó la semana pasada con la idea de ser la “herramienta republicana” para avanzar hacia la independencia. Y dará sus primeros pasos bajo la batuta del músico Lluis Llach. Su mandato es elaborar las bases de una constitución. Pero Torra no quiere cuentas con los jueces ni ver embargado su piso en la Diagonal. Así que ya aclaró que no se trata de abrir un proceso constituyente, sino de organizar un debate al respecto.
Ahí está una de las causas de la fractura interna y el creciente desconcierto entre quienes ven alejarse la materialización de la independencia declarada hace un año por el Parlament. El malestar está vivo entre los radicales de la CUP y, en general, en el independentismo impaciente. Se detecta en Waterloo (la ínsula barataria de Puigdemont) y en el activismo callejero. No en las instituciones autonómicas, que son precisamente las destinatarias de tales reproches.
A saber: la política gestual y declamatoria del Govern. Véanse las mociones antimonárquicas y las siete plagas que tumbarán al represor Estado español si osa condenar a los líderes procesados por atentar contra el orden constitucional. Es notorio el propósito de evitar pasos efectivos hacia la desconexión. Los reproches alcanzan también al posibilismo de buena parte del PDeCat y a la estrategia de ERC hacia un repliegue táctico centrado en ampliar la mayoría partidaria de la autodeterminación.
En Moncloa dicen que su apuesta del Gobierno por la política del diálogo y la desinflamación ha descolocado al independentismo
Son señales valoradas por el Gobierno de Sánchez como prueba de su acertada política de desinflamación. Incluido el traslado de los dirigentes presos a cárceles catalanas, que ha reactivado la línea pragmática de Junqueras y reducido la influencia de Carles Puigdemont.
En Moncloa lo tienen claro: “Nuestra apuesta por el diálogo ha descolocado a los independentistas”, dicen mientras invitan a reparar en que cada vez se ven menos lazos amarillos, que los gritos y los globos amarillos del Barça-Real Madrid pasan inadvertidos para millones de espectadores, que la realidad paralela en la que viven los independentistas no genera efectos prácticos, que ya hemos visto como los mossos han aplaudido a la Policía Nacional y la Guardia Civil, que un sector del soberanismo acusa a ERC y al PDeCat de estar volviendo al autonomismo, etc.
Mañana se presenta el llamado Consejo de la República. Puede ser el tercer pinchazo del tándem Puigdemont-Torra-Jordi Sánchez
La misma irrelevancia que han tenido las presentaciones de la ‘crida’ y del foro cívico va camino de tener la del llamado Consejo de la República, prevista para mañana en el salón Sant Jordi (Palau de la Generalitat). Tercera manufactura de la factoría Waterloo, con el padrinazgo del presidente de la Generalitat. Y puede que tercer pinchazo del tándem Puigdemont-Torra-Jordi Sánchez, del que se descuelga la CUP y suscita cada vez más recelos en ERC y PDeCat. A pesar del llamamiento de Torra a llenar la plaza de San Jaume, que forma parte de su política gestual, como el hasta aquí hemos llegado contra Pedro Sánchez o la nueva embajada que hoy abre la Generalitat en Roma.
El bloque independentista está cuarteado. Por tanto, a nadie debe sorprender la escasa repercusión política y mediática de la presentación en sociedad de la Crida Nacional de Cataluña. Fue el sábado en Manresa, cuna del catalanismo, donde las ‘bases’ de 1892. Poco eco ha tenido la llamada a formar un frente unido de personas, no de siglas (contra la ‘partitocracia’, como en el movimiento nacional de Franco, qué curioso), para caminar sin vacilaciones hacia la república catalana.