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Marruecos: la lógica de la buena vecindad
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Antonio Casado

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Marruecos: la lógica de la buena vecindad

Con la visita de Pedro Sánchez a Rabat se produce una tardía e incompleta recuperación de la normalidad en las relaciones hispano-marroquíes

Foto: El presidente Pedro Sánchez, en el Congreso. (EFE)
El presidente Pedro Sánchez, en el Congreso. (EFE)

Los memoriales de la Primera Guerra Mundial en París y el viaje inaugural del AVE Tánger-Rabat, junto al presidente francés, Enmanuel Macron (la semana pasada), suponen la reaparición internacional del rey de Marruecos, prácticamente desaparecido desde que a primeros de año fue operado del corazón en la capital francesa.

Este real apagón de la agenda institucional de Mohamed VI durante casi todo lo que llevamos de año está en el origen de una anomalía en la política exterior del nuevo Gobierno español. Le faltaba la tercera pata. Junto al anclaje europeo y la vocación iberoamericana, la buena vecindad cursaba como asignatura pendiente al máximo nivel de las relaciones entre los dos estados.

Foto: Imagen de una mujer tendiendo una colada de servilletas en La Habana. (EFE)

Por fin, casi medio año después del salto de Pedro Sánchez a La Moncloa, se repara la avería. Con la audiencia que Mohamed VI concede al presidente del Gobierno y la entrevista de Sánchez con su colega, Saadedin Ozmani. Tardía recuperación, pues, de la normalidad, que siempre pasaba por que Marruecos fuese la primera salida al exterior. Y además, incompleta. Sigue pendiente la visita de Estado del nuevo rey de España, Felipe VI, aplazada ‘sine die’ desde el pasado mes de marzo.

Sin embargo, gracias entre otras cosas al paciente, eficaz y discreto trabajo de nuestro embajador en Rabat, Ricardo Díez Hochleitner, no puede decirse que haya bajado el buen tono de una cooperación estratégica y multidimensional entre dos países marcados por su singular ubicación en el mundo globalizado. Desde la fiesta nacional del 12 de octubre viajaron seis ministros españoles y cuatro secretarios de Estado.

El pragmatismo impone a los gobiernos españoles una mirada distraída sobre el conflicto del Sáhara y la reivindicación de Ceuta y Melilla

En ese buen tono se mantiene la presencia empresarial española (automóvil, textil, cableado eléctrico, construcción de desaladoras y turismo, básicamente), que ve a Marruecos como una cabeza de puente hacia África, así como los empresarios marroquíes miran a España como cabeza de puente hacia Latinoamérica. Siempre a partir de cifras desiguales. Somos su primer socio comercial, pero Marruecos solo ocupa el lugar numero 12 de los socios de España fuera de la UE.

En el mandato del embajador Díez Hochtleiner ha mejorado de forma notable la cooperación cultural. La red de centros del Instituto Cervantes, por ejemplo, registró un aumento del 15% en la inscripción de estudiantes del idioma español respecto a 2017. Reciente está el éxito de la exposición 'De Goya a nuestros días' en Rabat. Hasta diciembre, están programadas 100 actividades sobre la cultura española en 12 ciudades marroquíes. Y para 2019 se prepara en Madrid la exposición de “tesoros artísticos y culturales de Maruecos”.

placeholder El rey de Marruecos Mohamed VI, en una visita a Holanda. (EFE)
El rey de Marruecos Mohamed VI, en una visita a Holanda. (EFE)

Como se ve, la falta de visitas al máximo nivel no ha disuelto la lógica de buena vecindad y exigible pragmatismo entre dos socios que se necesitan mutuamente. Comparten problemas comunes y recetas comunes para afrontarlos. Hoy por hoy, el más apremiante es la gestión de flujos migratorios entre las dos orillas, europea y africana. Y, más concretamente, la lucha contra las mafias que canalizan la inmigración furtiva.

En ese punto, el Gobierno de España asume la tarea de persuadir a la UE de que Marruecos es un socio fiable en la lucha contra las mafias y los movimientos migratorios ilegales. Un reto suplementario del ministro Grande-Marlarka, que acompaña al presidente del Gobierno en su visita a Rabat.

Se trata de mejorar la cooperación en inmigración clandestina y cooperación antiterrorista con el apoyo financiero de la Unión Europea

Pero esos puntos no agotan la agenda de unas relaciones que siempre estuvieron aquejadas de inesperados sobresaltos. Por problemas como el conflicto del Sáhara, los acuerdos pesqueros, la reivindicación marroquí de Ceuta y Melilla y el respeto a los derechos humanos en el país vecino.

Sobre ellos han venido imponiendo los gobiernos, tanto del PP como del PSOE, una mirada distraída en nombre del pragmatismo político. Se aparcan en esta ocasión a favor de dos puntos muy concretos de la agenda bilateral: el problema migratorio y la cooperación antiterrorista. Todos los analistas coinciden en la necesidad de mantener, cuidar y mejorar la colaboración en esos dos ámbitos. Por medio está el negociable apoyo financiero de la UE a Marruecos, que ya no es solo un país de tránsito. También es receptor de migrantes.

Y a todo eso va Sánchez a Rabat, con casi medio año de retraso sobre lo que exigen las políticas de buena vecindad.

Los memoriales de la Primera Guerra Mundial en París y el viaje inaugural del AVE Tánger-Rabat, junto al presidente francés, Enmanuel Macron (la semana pasada), suponen la reaparición internacional del rey de Marruecos, prácticamente desaparecido desde que a primeros de año fue operado del corazón en la capital francesa.

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