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A Sánchez le apagaron el farol en Bruselas
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Antonio Casado

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A Sánchez le apagaron el farol en Bruselas

El órdago quedó desactivado con un premio de consolación. Unas notas sin valor jurídico añadidas al acta de la cumbre de la UE

Foto: El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. (EFE)

Sin novedad sobre Gibraltar. Seguirá siendo de derecho un territorio pendiente de descolonización. De hecho, un enclave británico cuya política exterior se decide en Londres.

A Sánchez le apagaron el farol y la cumbre europea fue un éxito. El órdago quedó desactivado con un premio de consolación. Unas notas añadidas al acta de la reunión por las partes negociadoras que carecen de valor vinculante y dejan las cosas como estaban en el acuerdo de desconexión y la declaración política.

Podía haber sido un chute de autoestima para España. Pero no lo fue. Por confundir deseo con realidad, nos salió una sentida felicitación al presidente del Gobierno cuando el sábado se supo que las partes negociadoras del Brexit habían accedido a poner por escrito que no decidirán nada sobre el futuro de Gibraltar sin contar con España.

Cuando se decida algo sobre el futuro de Gibraltar sin contar con España, UK siempre podrá decir que ninguna norma jurídica se lo prohíbe. Y lo hará

El desencanto llegó con los detalles. Sin llegar a la letra pequeña. Véase la carta del embajador británico en Bruselas al Consejo Europeo. Sin rodeos, a las claras y por escrito, pone Tim Barrow que el acuerdo (el polémico articulo 184) no precisa su alcance territorial. No anticipa que vaya a aplicarse a tal o cual territorio (ni siquiera menciona a Gibraltar ni a España).

Es decir, que no será de aplicación obligatoria. Pero nada impide que pueda hacerlo. Cuando se decida algo sobre el futuro de Gibraltar sin contar con España, el Reino Unido siempre podrá decir que ninguna norma jurídica se lo prohíbe. Y lo hará. Por amor a los llanitos. Y al amparo de lo que la carta advierte sin complejos: que negociará lo que tenga que negociar en nombre de los territorios sin política exterior propia (por ejemplo, Gibraltar, aunque no menciona el nombre de la colonia).

En cuanto a las declaraciones de la UE, firmadas por Juncker y Tusk, presidentes de la Comisión y el Consejo, se limitan a constatar —con escaso fundamento, a mi juicio— que la parte británica comparte la posición española al asumir que el artículo 184 no obliga a aplicar en Gibraltar los acuerdos.

No son documentos anexos al tratado sino notas añadidas al acta de la cumbre. Carecen de valor vinculante. Solo declamatorio. Palabras

Menos leguleya y más directa es la declaración de los Veintisiete, que ayer respaldaron los acuerdos para el periodo transitorio del Brexit (marzo de 2019 hasta diciembre de 2020, prorrogable por una sola vez). Se añade al acta como una de las conclusiones de la cumbre. Y dice que, una vez que el Reino Unido salga de la UE, “Gibraltar no estará incluido en el ámbito territorial de los acuerdos que se cierren”.

Pero eso, también carece de músculo jurídico. Tiene el mismo problema que los otros dos elementos (carta del embajador británico y declaraciones de los máximos jerarcas de la UE) de lo que Pedro Sánchez llama el ‘triple blindaje’. No forman parte del tratado de salida ni de la declaración política. No son documentos anexos al tratado sino notas añadidas al acta de la cumbre que carecen de valor vinculante y solo tienen valor declamatorio. Son palabras. Y las palabras se las lleva el viento.

La desidia del negociador europeo, Barnier, ha hecho pasar a España por un país intransigente que quiso ser aguafiestas por asuntos de menor cuantía

Cualquier jurista sabe que, llegado el caso, esas apelaciones no servirían ante un tribunal internacional de Justicia exigido por el contenido del articulo 184 del tratado (reconocimiento mutuo de los respectivos ordenamientos legales, británico y europeo), en relación con el artículo 3 (se cita Gibraltar como ámbito territorial británico en la aplicación de los acuerdos).

En resumen, ningún cambio. Seguimos sin garantías jurídicas de que el visto bueno de España sea imprescindible ante cualquier alteración del estatus de la roca. Y para colmo, la desidia del negociador europeo, Michel Barnier (ignoró el mandato de última palabra de España en el futuro de un Gibraltar deseuropeizado), nos ha hecho pasar por un país intransigente que pudo ser el aguafiestas de una cumbre por asuntos de menor cuantía.

Porque, no nos engañemos, así es como ven nuestros socios europeos la cuestión de Gibraltar. Como un asunto menor que en absoluto justificaba el órdago de Sánchez.

Sin novedad sobre Gibraltar. Seguirá siendo de derecho un territorio pendiente de descolonización. De hecho, un enclave británico cuya política exterior se decide en Londres.

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