Al Grano
Por
"Qué república ni qué 'collons', la república no existe"
Barre en las redes sociales el video que enfrentó verbalmente el viernes pasado a un mosso y un guardia forestal, ambos de uniforme
Es lo único realmente serio, sensato, razonable, realista, escueto y descriptivo que nos ha dejado la resaca del 21-D. Un fogonazo de lucidez de un funcionario de la Generalitat contra otro funcionario de la Generalitat.
En el reinado de lo digital, debemos hablar del muy difundido ‘zasca’ de un mosso d’esquadra haciendo su trabajo a un guardia forestal de Cataluña desubicado entre los semáforos de Barcelona. Ambos de uniforme.
El agente rural reclamó al policía antidisturbios que cambiara de bando a mayor gloria de la república catalana. Y el policía soltó por esa boca lo que este fin de semana irritó a los defensores de la causa, se viralizó en las redes sociales, inspiró a los columnistas de moda y ya arrasa en los encargos de xerigrafias en camisetas, tazas, tatuajes graffitis urbanos: “¡Qué república ni que collons, la republica no existe, idiota!”.
Quedamos a la espera de saber si el policía, bien identificable en el vídeo multiplicado por millones de personas, dentro y fuera de España, va a ser honrado con una palmadita de reconocimiento. Se la merece por poner lo que lleva bajo el casco al servicio de algo más que la embestida cuando ‘toca arrancar cebollas’ (argot policial si se trata de despejar la calle de barricadas humanas). Aunque conociendo la declamada pasión republicana de sus jefes políticos, Miquel Buch y Quim Torra, no descartemos que pueda ser reconvenido por utilizar el verbo, no la porra, como disolvente de turbas furiosas.
Los protagonistas de esta fábula, basada en hechos reales, pertenecen a cada una de dos Cataluñas enfrentadas por la propuesta separatista
Metáfora visual y sonora del conflicto catalán que se representa en un áspero drama de familia. Los protagonistas de esta fábula, basada en hechos reales, pertenecen a cada una de dos Cataluñas enfrentadas por la propuesta separatista.
Dos bandos reñidos entre sí y respectivamente fracturados. El independentista, partido entre quienes patalean (desobediencia, unilateralidad, república ya) y quienes gobiernan –es un decir- sin rumbo ni hoja de ruta. Y el bando no independentista, entre los que exigen mano dura en nombre de la Constitución y los que todavía apuestan por el diálogo (¿para negociar la desconexión o para negociar mayor autobogierno?, ah, no se sabe), como pócima mágica que todo lo cura.
Empieza a hacerse dramática la tensión entre ese independentismo oficial y el que se descuelga con temerarias apuestas por la desobediencia
Las tensiones son explícitas en el bando constitucional. En el independentista están larvadas. Hasta tres vectores agitan la sindicación de fuerzas que gobierna en la Generalitat (ERC, JxCat y neoconvergentes de PDeCat).
Además, empieza a hacerse dramática la tensión entre ese independentismo oficial y el que se descuelga con temerarias apuestas por la unilateralidad y la desobediencia (ANC, CUP, Arran, CDR, GAAR). Creen que es el único modo de alistarse en la defensa de la república catalana.
Pero si no existe, imbéciles.
Es lo único realmente serio, sensato, razonable, realista, escueto y descriptivo que nos ha dejado la resaca del 21-D. Un fogonazo de lucidez de un funcionario de la Generalitat contra otro funcionario de la Generalitat.