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Grito de Sánchez al independentismo: "¡No pasarán!"
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Antonio Casado

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Grito de Sánchez al independentismo: "¡No pasarán!"

"Los socialistas nunca permitirán la secesión de Cataluña", dice el presidente en oportuna y tranquila manera de responder a quienes le acusan de vendepatrias

Foto: El presidente Pedro Sánchez, en un acto este fin de semana. (EFE)
El presidente Pedro Sánchez, en un acto este fin de semana. (EFE)

Muchas reacciones, más o menos desganadas, a la avalancha independentista sobre el centro del Estado represor de minorías, injusto, antidemocrático, neofranquista y enemigo de los derechos humanos, donde Quim Torra no habló como Joan Maragall en la crisis del 98 (“Escucha, España...”) sino como esos concursantes de la tele que tutean a la España que presta o retira su apoyo para mantenerlos en el 'reality'.

De todas esas reacciones, es muy relevante la del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, porque todavía tiene la llave del BOE, va de caballo ganador en todas las apuestas demoscópicas del 28 de abril y está expresamente señalado por la derecha de las tres siglas como un gobernante capaz de claudicar ante el separatismo para atornillarse al poder.

Los dirigentes socialistas del plan antiguo y los barones llamados a las urnas del 26-M dormirán más tranquilos después del recado al separatismo

“Con un Gobierno del PSOE, nunca se producirá la independencia de Cataluña”, dijo ayer alto y claro. Oportuna y tranquila manera de denunciar la malversación que los Torra, Mas, Torrent y cía hicieron este domingo del histórico grito de la izquierda frente al avance del fascismo años treinta: “¡No pasarán!”. Precisamente en Madrid, donde Sánchez alza la voz para frenar a esa caterva de estelados que “gobierna contra los catalanes”.

Claridad y contundencia al proclamar que los socialistas nunca permitirán la secesión de Cataluña. Y por enésima vez: “Dentro de la Constitución, todo. Fuera de la Constitución, nada”, “Convivencia, sí. Independencia, no”. Fue ayer ante el comité federal de su partido. Destinatarios: los sectores de la militancia en los que ha llegado a calar la sospecha de un PSOE demasiado condescendiente con los enemigos del Estado.

Foto: Pedro Sánchez, flanqueado por Cristina Narbona y Adriana Lastra, este 17 de marzo en el comité federal. (EFE)

Los dirigentes socialistas del plan antiguo (“militante, pero no simpatizante”, dice uno de ellos) y los barones de comunidades llamadas a las urnas del 26 de mayo dormirán más tranquilos después del 'no pasarán' de Sánchez. Y los líderes de las tres derechas seguirán bordeando la difamación si siguen hablando del presidente del Gobierno como un vendepatrias que ha olvidado su compromiso constitucional. (“Al PSOE, que ha sido leal desde la oposición y desde el Gobierno con el Estado, con la soberanía nacional y la integridad territorial, lecciones de constitucionalidad ni una”, dijo ayer).

Lo he escrito y lo repito. Alimentar el bulo de que el PP pretende comerciar con la maternidad de las inmigrantes es tan indigno como acusar a Sánchez de traidor a España por supuesta rendición a las exigencias del independentismo catalán.

El guante de terciopelo tapó el puño de hierro del Estado. Y si la derecha no se hubiera partido, el conflicto podía haber sido la tumba de Sánchez

El guante de terciopelo tapó durante nueve meses el puño de hierro del Estado. Y si la derecha no se hubiera partido en tres, el conflicto podía haber sido la tumba política de Sánchez por cosas que no ha hecho y decisiones que no ha tomado. A la vista está que rompió con el separatismo por negarle la autodeterminación y otras exigencias anticonstitucionales. También es verdad que ha sobrevivido políticamente gracias al trato amable a una Cataluña gobernada por independentistas. Pero ninguna de sus concesiones cursó al margen de la ley ni atentó contra la integridad territorial o la soberanía nacional única.

Nadie puede razonar que Sánchez haya cometido delitos de “alta traición” por su malograda generosidad presupuestaria, una desinflamatoria instrucción a la Abogacía del Estado, el acuse de recibo de las extravagantes exigencias de Quim Torra o la absurda crisis del relator. Esas líneas de complicidad con el separatismo no le convierten en un peligroso enemigo del Estado. No lo es. Ayer lo dejó bien claro.

Muchas reacciones, más o menos desganadas, a la avalancha independentista sobre el centro del Estado represor de minorías, injusto, antidemocrático, neofranquista y enemigo de los derechos humanos, donde Quim Torra no habló como Joan Maragall en la crisis del 98 (“Escucha, España...”) sino como esos concursantes de la tele que tutean a la España que presta o retira su apoyo para mantenerlos en el 'reality'.

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