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Rubalcaba: reinar después de morir
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Antonio Casado

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Rubalcaba: reinar después de morir

El desaparecido dirigente socialista se ha convertido en faro político a título póstumo y reclamo electoral de su partido

Foto: Salida del féretro de Rubalcaba del Congreso de los Diputados. (EFE)
Salida del féretro de Rubalcaba del Congreso de los Diputados. (EFE)

Como en la novela de Vélez de Guevara sobre Inés de Castro, que reinó en Portugal después de morir, Rubalcaba se ha convertido en faro político a título póstumo y en sobrevenido reclamo electoral del PSOE.

Dicho sea por encima o al margen del impacto emocional que su desaparición ha producido entre españoles de distintas tendencias políticas. Lo prueban las largas colas de quienes le rindieron homenaje de reconocimiento y respeto en la capilla ardiente instalada en el Congreso por unánime conformidad de todos los grupos parlamentarios.

La sentida muerte de Rubalcaba funciona como disolvente de las querellas internas de su partido. Pero haberlas, haylas

Además, el reconocimiento de la clase política a un hombre de Estado, a una figura comprometida con el interés general y exenta de ambiciones menores, ha funcionado como disolvente de las querellas internas de su propio partido. Haberlas, haylas, pero la memoria de ese hombre las suaviza. Y no sé, ni me importa, si la gran fotografía frente a la sede del partido también responde a motivaciones electorales en vísperas del 26-M.

Desde el viernes por la noche, después de hacerse oficial su fallecimiento, una gran lona con la imagen del exvicepresidente del Gobierno (octubre 2010-abril 2011) y ex secretario general del PSOE (2012-2014) cubre en vertical tres de las cuatro plantas de Ferraz. El insustancial 'Siempre hacia delante' dejó su sitio al 'Gracias, Alfredo'. Un agradecimiento inspirado en la huella que deja en la historia de España y la del histórico partido fundado por Pablo Iglesias (no confundir, por favor, con personajes de menor cuantía).

Algunas voces del circuito mediático, chirriantes, injustas, difamatorias, denigran ese servicio póstumo al compromiso con unas ideas

Tres saltos generacionales de un mismo socialismo español. Pero la misma fe política, por encima de las contusiones resultantes de la lucha por el poder en organizaciones realmente democráticas. Eso es lo que sentó juntos a Felipe González, Rodríguez Zapatero y Pedro Sánchez, para despedir a Rubalcaba en la ceremonia laica del sábado, previa a la incineración de sus restos.

Solo algunas voces del circuito mediático, chirriantes, injustas, difamatorias en muchos casos, denigran ese servicio póstumo al compromiso con unas ideas y a la exigente utilización del PSOE como “el instrumento político más potente de la España progresista para defender unas ideas, ganar para ellas el apoyo de la mayoría y transformarlas en acción política de gobierno” (palabras de Rubalcaba, en su primera intervención pública como candidato a la Moncloa, el 9 de julio de 2011).

Siempre le pareció irresponsable la escenificación de broncas internas cuando había problemas institucionales. Por ejemplo, la gobernabilidad

Aun así, siempre puso los intereses generales por encima de los de partido. Le parecía irresponsable la escenificación de broncas internas cuando había problemas institucionales abiertos. Por ejemplo: la gobernabilidad del país, la sustitución del Rey tras la abdicación de don Juan Carlos o los puntos álgidos del conflicto catalán.

Por cierto, fue Rubalcaba quien en 2012 convenció a Pere Navarro, por entonces líder del socialismo catalán, no sin producir algún desgarro en ciertos sectores del mismo, de que era justo, necesario, imprescindible y urgente retirar la apuesta programática del PSC por el derecho de autodeterminación.

Como en la novela de Vélez de Guevara sobre Inés de Castro, que reinó en Portugal después de morir, Rubalcaba se ha convertido en faro político a título póstumo y en sobrevenido reclamo electoral del PSOE.

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