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Gobierno débil o nuevas elecciones

Los intereses generales decaen ante la razón de partido, los vetos cruzados y los egos de andar por casa, en un degradante proceso de la política nacional

Foto: Sánchez. (EFE)
Sánchez. (EFE)

Aparte del PSOE nadie quiere ni puede formar Gobierno y nadie quiere que se repitan las elecciones. Pero, incluido el PSOE, todos hacen lo posible para ponernos frente al dilema de volver a las urnas o tener un Gobierno tan débil como los tambaleantes gobiernos autonómicos y municipales que, con alguna excepción, salen o han salido prendidos con alfileres.

Es la degradación de la política nacional. Los intereses generales decaen ante la razón de partido, los vetos cruzados y los egos de andar por casa. A tan desalentador diagnóstico le sobran los sesudos análisis. Basta recordar el inmovilismo de los principales líderes durante los sesenta y cinco días transcurridos desde las elecciones del 28 de abril.

A dos semanas de la investidura, todos están donde estaban. Y no hay trazas de que vayan a moverse en las citas de Sánchez con Iglesias y con Casado

El enésimo llamamiento de Moncloa a que PP y Cs "asuman su cuota de responsabilidad", no obstaculizando la formación de Gobierno, también se lo deben aplicar los socialistas. "Que faciliten la investidura y luego hagan la oposición que quieran", dice Sánchez. Pero carece de sentido facilitar una investidura y machacar al investido si luego carece de base parlamentaria para gobernar.

A solo dos semanas de la votación, todos están donde estaban hace más de dos meses. Sin trazas de que vayan a moverse el próximo martes en los anunciados encuentros de Sánchez con Iglesias (a mediodía) y con Casado (por la tarde). No con Rivera, cuyo capital parlamentario (57 escaños) es precisamente el único capaz de forjar con el PSOE una mayoría absoluta entre partidos ideológicamente fronterizos.

Nada ha hecho Sánchez realmente por atender a esa exigencia política y aritmética de las urnas. Y nada se le ha perdido a Cs en Moncloa, ni en Ferraz, según la insensata actitud de su líder, poco interesado en hablar con Sánchez bajo la presión de quienes le empujan al acercamiento en nombre de la estabilidad y el freno al independentismo. Eso choca con su apuesta de crecer a costa de la amenaza independentista. Pasa por echar a echar a Sánchez en brazos del separatismo y rentabilizar las sediciosas propuestas de Torra y Puigdemont. Antes o después se le volverá en contra a Rivera: ¿Cómo alimentar el relato de un Sánchez vendido a los separatistas si tiene la posibilidad de evitarlo?

La apuesta de Rivera pasa por echar a echar a Sánchez en brazos del separatismo y crecer a costa de las sediciosas propuestas de Torra y Puigdemont

Por su parte el presidente en funciones no deja de pedir la ayuda de terceros para no verse obligado a pactar con el separatismo. Como si llegado el caso fuese ajeno a su voluntad un eventual encamamiento con los de Junqueras y Bildu que, dicho sea de paso, ahora van en paquete para chinchar a los de Puigdemont. Pero al tiempo rechaza el apoyo de los 42 diputados del socio "preferente" a cambio de alguna cartera ministerial al precio de cargar con la huella tóxica de un partido con aversión declarada al régimen del 78 y tendencia a justificar el desafío al Estado en la Cataluña de Torra.

Nada hace sospechar que Sánchez vaya a apearse de su rechazo a la coalición que Iglesias le reclama ("Serían dos Gobiernos en uno", dijo la otra noche en la tele) y nada parece desmentir la indolente actitud de quien espera que la lleven la investidura a casa, como dice mi colega Rubén Amón.

¿Son conscientes las fuerzas comprometidas con la Constitución de la imagen que proyectan ante una ciudadanía descreída de la clase política?

Y así llevamos dos meses perdidos. Sesenta y cinco días sin avances hacia la gobernabilidad en un escenario marcado por la fragmentación. En él se ha instalado Sánchez con su modelo de Gobierno monocolor de relaciones abiertas y no expuesto al chantaje independentista.

Si no quería moverse sin conocer el reparto del poder territorial, ¿por qué convocó elecciones generales antes de las autonómicas y municipales? ¿De verdad Sánchez, Casado y Rivera se toman en serio el reto de la gobernabilidad? ¿Son conscientes las fuerzas más comprometidas con la Constitución de la imagen que proyectan ante una ciudadanía cada vez más descreída de la clase política?

Aparte del PSOE nadie quiere ni puede formar Gobierno y nadie quiere que se repitan las elecciones. Pero, incluido el PSOE, todos hacen lo posible para ponernos frente al dilema de volver a las urnas o tener un Gobierno tan débil como los tambaleantes gobiernos autonómicos y municipales que, con alguna excepción, salen o han salido prendidos con alfileres.

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