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La sombra negra de unas nuevas elecciones
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Antonio Casado

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La sombra negra de unas nuevas elecciones

Tras el paso de Iglesias y Casado por el confesionario de Sánchez, estamos donde estábamos, con los vectores del análisis apuntando hacia la repetición electoral

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), y el líder de Podemos, Pablo Iglesias, durante la nueva ronda de consultas para la investidura. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (i), y el líder de Podemos, Pablo Iglesias, durante la nueva ronda de consultas para la investidura. (EFE)

Pies calientes y cabeza fría. Eso queda tras el paso de Iglesias y Casado por el confesionario de Pedro Sánchez, con Albert Rivera, el ausente, en el insensato papel del hombre que no quería saber nada de la gobernabilidad.

Actualizados el veto de Ciudadanos al PSOE y el hambre de sillones de Podemos, no se ha movido ni una pluma. Estamos donde estábamos. Con todos los vectores del análisis apuntando hacia la sombra negra de una repetición electoral. Incluidos los demoscópicos. Hasta la publicación de sondeos electorales, que pregonan un notable avance socialista, alimenta la tentación de hacer inevitable una nueva llamada a las urnas.

Foto: Pedro Sánchez, poco antes del arranque de su reunión con Pablo Iglesias, este 9 de julio en el Congreso. (EFE)

Sería la cuarta en cuatro años. Un marronazo para el Rey, convocante de los comicios “con el refrendo del presidente/a del Congreso” (articulo 99 de la Constitución). Y un duro golpe a la imagen de nuestra clase política, incapaz de gestionar la fragmentación del escenario según costumbre en países de nuestro entorno, por medio de coaliciones entre fuerzas ideológicamente fronterizas.

El todo por la moqueta de Iglesias volvió a chocar con la negativa de Sánchez a encamarse con una fuerza de aversión a la monarquía y régimen del 78

Como lo son PSOE y Podemos hacia la izquierda. Pero el todo por la moqueta de Iglesias choca con la insalvable negativa de Sánchez a encamarse con una fuerza política de aversión declarada a la monarquía y al régimen del 78. Y además la matemática se queda corta en la forja de una base parlamentaria suficiente para gobernar sin agobios.

También lo son PSOE y Ciudadanos hacia la derecha. Pero Rivera estigmatiza a Sánchez y reniega del acercamiento al PSOE. Aquí está la clave de la gobernabilidad. Mejor dicho, de la ingobernabilidad, si el veto se mantiene y Moncloa no se esfuerza en desactivarlo. Así se malogrará la única combinación lógica que garantizaría estabilidad para los próximos cuatro años (una imbatible mayoría absoluta de 180 escaños de pie en pared frente al independentismo).

El veto de Cs empuja a Sánchez a completar con los nacionalistas su teórica alianza con el socio 'preferente' (Podemos), que no está asegurada

El veto empuja a Sánchez a completar con los nacionalistas su teórica alianza con el socio 'preferente' (Podemos), que tampoco está asegurada. Y si lo estuviera sería abonarse a la inestabilidad y los ataques al orden constitucional. La fórmula contaría en la investidura con 173 síes, 155 noes, las 19 abstenciones insinuadas por ERC-Bildu y tres inhabilitados que no votan. Sánchez seguiría mandando. Vale. Pero la razón de partido se habría impuesto al interés general.

Casado (PP) volvió a invocar ayer la lógica del primer partido de la oposición y su papel de alternativa. Obligado a oponerse a la investidura y al nuevo Gobierno. Sin dejar de sugerir la vía hacia una alianza PSOE-Cs. No es ningún disparate. Si el desenlace no es ese, y todo indica que no lo va a ser, solo pueden ocurrir dos cosas: la formación de un Gobierno tambaleante o la repetición de las elecciones.

Pies calientes y cabeza fría. Eso queda tras el paso de Iglesias y Casado por el confesionario de Pedro Sánchez, con Albert Rivera, el ausente, en el insensato papel del hombre que no quería saber nada de la gobernabilidad.

Pedro Sánchez Ciudadanos Vox